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El día de hoy, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR) han emitido un Protocolo para realizar reuniones pastorales presenciales en salones o infraestructuras parroquiales. Lo anterior de conformidad con las indicaciones del Ministerio de Salud.

“No omitimos reiterar el respeto a las normas sanitarias en general que se nos han pedido, pero es necesario crear conciencia de que esta nueva posibilidad que nos brinda el Ministerio de Salud debe asumirse con mucha responsabilidad y seriedad. Nuestro compromiso debe ser ejemplar para el cuidado de la vida y la salud de las personas”, mencionó Monseñor Daniel Blanco, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de San José.

Los siguientes son algunos de los requisitos, el Protocolo completo será accesible a través de los párrocos en todas las diócesis del país:

  • Solo se harán reuniones presenciales si no es posible hacerlas virtuales.

  • Uso obligatorio de la mascarilla.

  • No podrán durar más de 2 horas.

  • Tener espacio de 1,8 metros entre cada persona y aforo no más del 50% de capacidad del recinto.

  • No se recomienda la presencia de adultos mayores o niños menores a 12 años.

La madre de Jesús

Noviembre 13, 2020

María simboliza al pueblo de Israel que, en el Antiguo Testamento, es presentado muchas veces, como novia o esposa de Israel.

Muchas veces hemos escuchado, tanto en la predicación, las homilías, la catequesis y en especial, en la celebración del sacramento del matrimonio, el bello relato de las bodas de Caná, en donde aparece y destaca la madre de Jesús. A ella hoy queremos referirnos:

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”.

Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días (Jn 2,1-12).

 

¿Es María?

 

Tantas veces hemos escuchado este relato de las bodas de Caná, que estamos acostumbrados a pensar que allí, efectivamente, estaba la Virgen María en aquella celebración de novios, preocupada para que, en el momento apropiado, poder intervenir y propiciar el cambio del agua en vino, en aquel primer milagro realizado por su Hijo Jesucristo. Pero llama la atención que ella no es nombrada por su nombre propio, pero es llamada “mujer” por su Hijo, cuando tuvo que haberla llamado “mamá” o “madre” y cuando el mismo San Juan, conocía el nombre de José, el padre adoptivo de Cristo (Jn 1,45; 6,42).

Además, no se dice que ella fuera invitada, sino “que estaba allí” (Jn 2,19). Es como si ella formara parte de la fiesta, del ambiente y lugar en que se celebraba el matrimonio. En cambio, de Jesús se dice “que fue invitado con sus discípulos”. Es decir, que no había sido invitado, sino que llegó de afuera. Y, como si fuera poco, es extraño que Jesús la llamara mujer, como ya hemos visto. Además, no existe ningún pasaje de la Biblia, en el que un hijo se dirija a su madre biológica, llamándola mujer.

De manera que María, en este relato, tiene una fuerte carga simbólica. Recordemos que entre nosotros, como también en Israel, el término “mujer” no solamente se refiere a una persona del sexo femenino, sino que denota a la esposa o a la novia. De allí que muchas veces los maridos, al hablar de sus esposas, las llaman “mujer” (“Mujer ¿ya está el almuerzo?”; “apúrate mujer”; “voy a hablar con mi mujer”; “la mujer de Fulano”, etc). Es decir, es la esposa y por eso, en las bodas de Caná, María simboliza al pueblo de Israel que, en el Antiguo Testamento, es presentado muchas veces, como novia o esposa de Israel. Es por eso que en el esta bella narración, no se nombra a la esposa o la novia. Porque la novia es el pueblo elegido de Dios, quien muchas veces, aparece presentado como el Esposo fiel, que quiere desposarse con su pueblo en una alianza de amor (ver Os 1-2; Jer 2,2; 3,1-12; Is 54,4-8; 62,4-5).

 

“Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2,5)

 

A lo largo del relato aparecen nuevos personajes, los sirvientes, y la madre de Jesús les dice que se pongan a la completa disposición de él. Ella no conoce los planes de su Hijo, pero afirma que hay que aceptar su programa sin condiciones y estar preparado para seguir cualquier indicación suya. En el contexto de la alianza de bodas, en que se desenvuelve la escena, la frase de María a los sirvientes adquiere todo su significado. Su frase hace alusión a la que pronunció el pueblo en el Sinaí, comprometiéndose a cumplir todo lo que Dios les mandase (Éx 19,8: "haremos cuanto dice el Señor").

María, representando al verdadero Israel, comprende por las palabras de Jesús que la antigua alianza ha caducado y que el Mesías va a inaugurar una alianza nueva; por eso pide a los sirvientes que den su fidelidad a la alianza que Él va a promulgar. Ella aquí simboliza al nuevo Israel, a la esposa fiel de Jesucristo, el enviado divino, que viene a revelar su gloria como Mesías y a realizar el sueño de los profetas, de las bodas de Dios con su pueblo (Os 2,16-25; Jer 2,1-2; Ez 16; Cantar de los Cantares).

 

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“Monseñor, el 23 del mes pasado (setiembre) la Iglesia ha celebrado la fiesta de San Pío de Pietrelcina. Durante estos últimos años estaba constatando un crecimiento muy notable de la devoción a este santo. ¡Y bendito sea Dios! Sin embargo, es todo tan extraordinario en su vida y todo tan marcado por dones sobrenaturales, que me brota preguntarme: ¿de qué me sirve conocerle cuando se trata de un santo más admirable que imitable? Me animan más los santos “normales” con una vida en que no hay nada extraordinario excepto el amor con que la vivieron, como S. Gianna Beretta Molla, la doctora que enferma de cáncer, prefiere morir ella que abortar y matar a su criatura y así salvarse. No me estoy quejando, sólo me brotó expresarle lo que siento en mi corazón”.

Pilar Mesén L. - San José. 

Estimada Pilar, encuentro muy sincero y apropiado su desahogo. No creo que sea Usted la única persona que experimenta su reacción que considero normal. Cuando nuestro Papa Francisco habla de los “santos de la puerta de al lado”, creo que se refiere a los santos y santas a quienes Usted admira y que le animan. Se trata, como en el ejemplo que Usted nos recuerda, el de Santa Gianna Beretta Molla, de cristianos y cristianas que teniendo una existencia en que pareciera que nada tenga brillo particular, se deciden a amar a Dios y al prójimo con un grado heroico. Ellos son los santos ejemplares a quienes sentimos cercanos y, por eso, imitables. Al respecto, es muy bello y lleno de enseñanza el testimonio que dejó escrito el esposo de Santa Gianna Beretta Molla: “yo vivía con una santa y no lo sabía; necesité tiempo para darme cuenta”, y eso porque la vida de su esposa era la de una doctora dedicada calladamente al servicio abnegado de sus enfermos y sostenida por la oración y la vida sacramental.

Sin embargo, estimada Pilar, si nos acercamos a la vida del Padre Pío, constatamos que su santidad no era la de los dones extraordinarios que Dios le había concedido (estigmas, bilocación, leer conciencias, milagros…), sino la santidad de un fraile capuchino que dedicaba horas y horas al ministerio de las confesiones y que se comprometía en la lucha diaria para no dejarse vencer, por ejemplo, por sus impulsos de enojo o de excesiva ternura, como él lo ha dejado manifiesto en varias de sus cartas a sus directores espirituales.

Él lo repetía: para hacerse santo es necesario perseverar en la lucha, saber sufrir, soportando padecimientos, enfermedades, calumnias (y las hubo y muy graves en su vida), frente al miedo de las penitencias de los peligros, de las críticas y de los disgustos que pueden causarnos inclusive los mismos amigos.

Sin embargo, al mismo tiempo se mostraba bien consciente y lo insistía con todos que decidirse y perseverar en ese “combate”, es posible solo con la gracia de Dios y con la fuerza de su Espíritu Santo, auténtico “poder de lo Alto”. Y es por eso, que insistía con sus dirigidos y dirigidas que se acercaran a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, y que dedicaran tiempo a la oración y a la contemplación de la Pasión, y que acudieran a la intercesión y protección de la Virgen María (él en ningún momento, durante el día, dejaba caer el rosario de sus manos). He aquí un ejemplo. Le escribía a Erminia Gargani, dirigida suya: “la confesión tiene que ser cada ocho días, para que no te prives de obtener la gracia y las ayudas necesarias”.

Ahora esto último, nos resultaría imposible, pero he transcrito estas letras para poner de relieve cómo el Padre Pío “lanzaba” a cuantos se confiaban a su dirección, a una auténtica y a la vez “normal” santidad. No les exigía ningún don extraordinario más que el amor a Dios y al prójimo, en la vida cotidiana, según la vocación propia.

La revista digital se puede acceder en: https://testigos.seminarionacionalcr.com/

Los seminaristas de nuestro país proyectan la alegría de su vocación más allá de las paredes del Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, y para hacerlo utilizan Internet.

Por eso lanzaron una nueva página web y la versión digital de su revista Testigos, ya en su décima edición. Se puede acceder en: https://testigos.seminarionacionalcr.com/

La revista Testigos, se explica en la página, es un servicio de comunicación, “en favor de la promoción vocacional y al mismo tiempo como espacio informativo para toda la Iglesia, como comunidad de bautizados, a los que se les merece mostrar algunos valiosos detalles de esto que nos mueve y nos conmueve como lo es la llamada del Señor a la vocación suprema que es la santidad y que en algunas ocasiones implica una llamada a la vida ministerial, consagrada, laical o matrimonial”. 

La imagen de su cuerpo conservado, enfundado en un traje deportivo y con tennis le dio la vuelta al mundo. Se trata de Carlo Acutis, el joven enamorado de la Eucaristía que falleció en 2006 cuando tenía a penas 15 años a causa de una leucemia fulminante y que este sábado 10 de octubre es beatificado en Asís por decisión del Papa Francisco.

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