Se trata de un beato para los tiempos modernos, de quien hay fotografías a color y hasta videos, algo casi impensable para otros santos y beatos de quienes apenas si se tienen retratos y pinturas. Incluso su madre, Antonia Salzano, podrá estar presente en la ceremonia de beatificación, un regalo que muy pocas mamás han tenido en la historia.
Pero, ¿quién es este joven sonriente, divertido y amante de la Internet? Nacido en Londres en 1991, Carlo Acutis hizo su Primera Comunión a los 7 de edad, y se enamoró para siempre de la Eucuaristía. Vivía su fe sostenido por la Misa y el rezo del Rosario. Sus modelos eran los pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta Marto; el adolescente salesiano santo Domingo Savio; el joven jesuita san Luis Gonzaga, y san Tarsicio, el mártir de la Eucaristía.
“La modernidad y la actualidad de Carlo conjugan con su profunda vida eucarística y devoción mariana, que han contribuido a que llegase a ser un chico muy especial al que todos admiraban y amaban”, explica el Cardenal Angelo Comastri, en una semblanza elaborada para el Sínodo de los Jóvenes, donde se le presentó como modelo admirable de vida.
Sus convicciones y pasiones
Citando las palabras de Carlo: “Nuestra meta debe ser el infinito, no lo finito. El Infinito es nuestra Patria. Desde siempre el Cielo nos espera”. Suya es la frase: “Todos nacen como originales pero muchos mueren como fotocopias”.
Para dirigirse hacia esta Meta y no “morir como fotocopias” Carlo decía que nuestra Brújula tiene que ser la Palabra de Dios, con la que tenemos que confrontarnos constantemente. Pero para una Meta tan alta hacen falta Medios muy especiales: los Sacramentos y la oración.
En especial, Carlo situaba en el centro de su vida el Sacramento de la Eucaristía que llamaba “mi autopista hacia el Cielo”.
Carlo estaba muy dotado para todo lo que está relacionado con el mundo de la informática, hasta tal punto que tanto sus amigos como los adultos licenciados en ingeniería informática lo consideraban un genio. Todos se quedaban maravillados por su capacidad de entender los secretos que oculta la informática y a los que sólo tienen acceso quienes han realizado estudios universitarios.
Los intereses de Carlo abarcaban desde la programación de ordenadores, pasando por el montaje de películas, la creación de sitios web, hasta los boletines, de los que se ocupaba también de la redacción y la maquetación, y el voluntariado con los más necesitados, con los niños y con los ancianos.
Resumiendo, explica el cardenal Comastri, era un misterio este joven fiel de la Diócesis de Milán, que antes de morir fue capaz de ofrecer su sufrimiento por el Papa y por la Iglesia. “Estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida”.
Con estas pocas palabras Carlo traza el rasgo distintivo de su breve existencia: vivir con Jesús, para Jesús, en Jesús. (…) “Estoy contento de morir porque he vivido mi vida sin malgastar ni un solo minuto de ella en cosas que no le gustan a Dios”.
Las luchas de Carlo
A propósito de su beatificación, la Santa Sede publicó un repaso de los gestos de caridad cristiana más destacados del joven italiano.
“Era un chico normal, guapo y popular. Un “payaso” natural que disfrutaba haciendo reír a sus compañeros de clase y a los profesores. Le encantaba jugar al fútbol, los videojuegos, la Nutella y los helados”, destaca el artículo de VaticanNews.va
Como era un poco glotón y goloso, engordó y se dio cuenta que tenía que medirse. Fue una de las muchas luchas que Carlo tenía para dominarse en las cosas sencillas. “De qué sirve ganar 1000 batallas si no puedes vencer tus propias pasiones”, solía decir.
El lema de Carlo se hace realidad en la vida corriente de un joven como tantos otros, muy pendiente de los demás, que llegó a ser la mejor versión de sí mismo. Con sus primeros ahorros le compró un saco de dormir a un pobre a quien veía de camino a Misa.
Podría haberse comprado otro juego para la videoconsola ¡le encantaba jugar a los videojuegos! pero en su libertad, decidió hacer un acto de generosidad. Y no fue solamente una vez. El día de su funeral, la iglesia se llenó de grupos de “sin techo” que el joven Carlo había ayudado, demostrando que el mismo gesto que hizo aquella vez con el mendigo, lo había repetido con muchas otras personas.
Vida sencilla y pura
El esfuerzo por hacer la vida agradable a quienes le rodeaban fue algo constante, por ejemplo, no le gustaba que el personal de la limpieza tuviera que ir recogiendo su desorden. Comenzó a programar el despertador unos minutos antes para dejar la habitación ordenada y la cama hecha. Estos detalles no pasaron desapercibidos, y Raejsh, hindú, que limpiaba en casa de Carlo, se quedó impresionado de que un “chico tan guapo, tan joven y tan rico” pudiendo hacer tantas cosas, decidiera vivir una vida sencilla: “Me contagió y cautivó con su profunda fe, caridad y pureza” diría más tarde. Así que decidió bautizarse y hacerse católico.
La pureza era otra de las luchas de Carlo. Para él, “en cada persona está reflejada la luz de Dios”. Le dolía cuando sus compañeros no vivían de acuerdo a la moral cristiana, y los animaba a hacerlo, haciéndoles comprender que el cuerpo humano es un regalo de Dios y que la sexualidad tenía que ser vivida como Dios lo había pensado. “La dignidad de cada ser humano era tan grande que Carlo veía que la sexualidad también tenía que ser algo muy especial, porque era colaborar con la creación de Dios”, recordaba su madre.
Nuestro muy pronto nuevo beato disfrutaba también colocándose las gafas de bucear y jugar a “buscar basura del fondo del mar”. Cuando sacaba a los perros a pasear, siempre recogía la basura con la que se encontraba. Era su manera de mejorar su rincón del mundo.
Su autopista al cielo
La verdadera pasión de Carlo era la Eucaristía, “su autopista hacia el cielo”. Fue esto lo que llevó a su madre a la conversión. Una mujer que solo había ido “tres veces a Misa en su vida” se dejó conquistar por el cariño del pequeño.
Para dar respuesta a todas las preguntas que su hijo le hacía, se apuntó a unas clases de teología. A los 11 años, Carlo comenzó a investigar los milagros Eucarísticos ocurridos en la historia. Utilizó todos sus conocimientos informáticos y sus talentos para crear una web que recorría esa misma historia, con 160 paneles que pueden descargarse de Internet y que ya han estado en más de 10.000 parroquias en todo el mundo.
En el verano de 2006 Carlo le pregunta a su madre: “¿Crees que debo ser sacerdote?”. Ella le responde: “Lo irás viendo tú solo, Dios te lo irá revelando.” Al comienzo de ese curso no se encontraba bien. Parecía una gripe normal, pero no mejoraba y sus padres lo mandaron al hospital. “De aquí ya no salgo”, dijo cuando cruzó las puertas del edificio.
Al poco se le diagnosticó una de las peores leucemias, de tipo M3. Su reacción fue: “Ofrezco al Señor los sufrimientos que tendré que padecer por el Papa y por la Iglesia, para no tener que estar en el Purgatorio y poder ir directo al cielo”. Murió el 12 de octubre de ese año.
¿Está incorrupto el cuerpo de Carlo?
Diez días antes de su beatificación, en el Santuario del Despojo en Asís, la cripta donde descansan sus restos fue abierta para la veneración de los fieles. Sorprendió al mundo ver a un joven que más bien parece dormido, con una expresión de paz en su rostro y con un rosario en sus manos. Rápidamente circuló la inquietud de si ciertamente su cuerpo había sido encontrado incorrupto, luego de 14 años sepultado.
El obispo de Asís, Domenico Sorrentino, dijo al respecto: “En el momento de la exhumación en el cementerio de Asís, que tuvo lugar el 23 de enero de 2019 con motivo del traslado al Santuario, se encontró en el estado normal de transformación típico de la condición cadavérica”.
En ese mismo mes, el cuerpo fue sometido a una restauración, como explica Sorrentino: “Dado que los años de enterramiento no fueron muchos, el cuerpo, aunque transformado, pero con las distintas partes aún en su conexión anatómica, fue tratado con aquellas técnicas de conservación e integración que se practican habitualmente para exponer los cuerpos de los fieles con dignidad a la veneración de los fieles”.
Esta operación se llevó a cabo con “arte y amor”, explicó el obispo de Asís. “La reconstrucción de la cara con una máscara de silicona fue particularmente exitosa. Con un tratamiento específico se logró recuperar la preciosa reliquia del corazón que se utilizará el día de la beatificación”, puntualizó.
La incorruptibilidad del cuerpo, sin embargo, no es requisito alguno para la beatificación o para una eventual futura canonización. La incorruptibilidad es un signo de los méritos de Cristo, que refleja el amor de Dios por sus criaturas y la dignidad del cuerpo como templo que ha recibido el Bautismo, pero para efectos de santidad, lo que importa son los signos sensibles, como el vivir las virtudes a un grado heroico.
El hecho de que un santo haya sido exhumado con signos de incorruptibilidad, tampoco significa que sea más santo que otros que siguieron su proceso de descomposición natural.