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Viernes, 17 Mayo 2024
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Connie, de 10 años de edad, se baña con agua fría para prepararse a la misión. A las comunidades donde va sabe que no tendrá servicio de electricidad ni otras comodidades.

Son días en los que no hay agua caliente, ni Internet, ni tablet, ni otras cosas que ella acostumbra tener a la mano, hay que dormir en el suelo y otras inconveniencias. “El problema no son tanto los bichos, sino los sapos”, responde con entereza. Es entendible, los sapos pueden dar buenos sustos.

Esta niña recuerda las palabras del Papa cuando motiva a la Iglesia a salir de la zona de confort. “Misionar es salir de sí mismo para dar lo mejor de sí mismo y lo mejor que Dios regala, y eso es una cosa muy bella”, dice el Santo Padre.

Hace 60 años se inauguró, en la Basílica de San Pedro un acontecimiento vital en la vida de la Iglesia. Del Concilio Vaticano II se afirma que es la “máxima gracia del siglo XX” y la “Carta Magna” de la Iglesia Católica para el presente y el futuro.

Con este Concilio Ecuménico, la Iglesia se abrió al diálogo con el mundo moderno y captó con mayor sensibilidad los nuevos signos de los tiempos, a través de los cuales también Dios se manifiesta, porque Él permanece vivo en la entraña de la existencia humana y de los dinamismos históricos.

La Santidad

Noviembre 01, 2022

Narra un bello relato de tradición oral que, en una ocasión, un niño entrando con su mamá a la iglesia, quedó maravillado por los magníficos vitrales que filtraban la luz, iluminando la iglesia con miles de colores.

Sorprendido el pequeño se pone de puntillas para ver mejor y le pregunta a su mamá: -¿Quién está arriba en esa ventana? Su madre, poco informada por los santos venerados en la Iglesia, trataba de buscar el nombre en el vitral y como no lo encontraba,  contestó a su hijo: -Es un santo-. Y en cada vitral el niño hacía la misma pregunta, mientras la mamá, le daba la misma respuesta, -Oh, es un santo-. Al miércoles siguiente el niño asistió a su clase de  catequesis, y el sacerdote preguntó a los alumnos: ¿Quién me puede decir qué es un santo?. Y el niño, inspirado, le contestó: “Es alguien que deja pasar la luz”.

La Escritura nos enseña que Dios es Amor. Consecuentemente, la principal virtud de los santos es entonces su capacidad para amar a Dios y translucir ese amor insondable a los demás seres humanos. Los vocablos hebreo y griego para “santidad” transmiten la idea de puro o limpio, y en sentido religioso, se define como aquellos apartados de la corrupción. La Iglesia Católica posee una riqueza inmensa y los santos son una escuela para nosotros, ellos son compañeros, amigos e intercesores. 

El Papa Benedicto XVI, el 6 de noviembre de 2006, nos mencionó que: “El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en su Luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir en la cercanía de Dios, vivir en su familia, y ésta es la vocación de todos nosotros”. 

En este día la gran interrogante a reflexionar es: ¿Qué se requiere para ser santo? Pues serán ellos mismos, los santos, quienes nos darán la respuesta.

San José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, refiere al respecto: “La santidad es para todos, no sólo para unos pocos. Nos quedamos removidos, con una fuerte sacudida en el corazón, al escuchar atentamente aquel grito de San Pablo: ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Hoy, una vez más me lo propongo a mí, y os recuerdo también a vosotros y a la humanidad entera: ésta es la Voluntad de Dios, que seamos santos”.

El primer paso para la santidad es, por tanto, tener la voluntad y el deseo de ser santo. Santa Escolástica, hermana de San Benito, preguntó a su hermano: “Quiero ser santa ¿cómo lo hago?”, él le respondió: -“Sólo hay que querer”.

Me gusta exhortar a mis feligreses y amigos a darse a la tarea de descifrar el rostro de los santos, empezando por aquel cuyo nombre llevan ó quizá algún otro que mueva su corazón;  leyendo su vida, sus escritos, acercándose a él en la oración e imitarlo. De esta manera, se convertirán en guías idóneos para amar cada vez más al Señor y a Su Madre, y ayudadores en el crecimiento personal, humano y espiritual.

El escritor francés Jean Guitton los describía como “los colores del espectro en relación con la luz”, porque cada uno de ellos refleja, con tonalidades y acentos propios, la luz de la santidad de Dios. ¡Qué importante y provechoso es, por tanto, el empeño por cultivar el conocimiento y la devoción de los santos.

Para crear una experiencia personal con un santo, puedes ejercitar el hábito que cada primer día de enero, durante la Misa de Año Nuevo, pidas al Espíritu Santo te inspire a elegir a un santo que te acompañe durante todo ese año. Así podrás tenerlo cercano, conocerlo, amarlo, pedirle su ayuda; y ten por seguro que te habrá de esperar en la puerta del cielo.

Como saben, yo también estoy unido de modo especial a algunas figuras de santos: entre estas, además de san Charbel, de quien llevo el nombre, y de otros, está san Maximiliano María Kolbe y San Simeón el Nuevo Teólogo a quien tuve el gran don de conocer de cerca, por decirlo así, a través del estudio y la oración, y que se ha convertido en un buen “compañero de viaje” en mi vida y en mi ministerio.

El segundo aspecto, columna vertebral para alcanzar la perfección, se refiere a realizar cada una de nuestras actividades cotidianas en, por y para Dios. En otras palabras: hacer bien las cosas, no es hacer cosas fantásticas; es que las cosas pequeñas, las hagamos bien. 

Las personas nos quejamos numerosas veces al día de tener muchos asuntos, sin embargo podríamos aprovechar para realizarlos con un amor extraordinario. Así lo dice Santa Teresita del Niño Jesús: “El amor todo lo puede: las cosas más imposibles no le parecen difíciles. Jesús no mira tanto la grandeza de las obras, ni siquiera su dificultad, sino el amor con que tales obras se hacen”, y lo enseña también Madre Teresa de Calcuta: “No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor”. Y es Benedicto XVI quien nos explica de dónde provendrá esa gracia especial: “Los santos manifiestan de diversos modos la presencia poderosa y transformadora del resucitado”, de Jesús, ahí está, dice San Pablo: “Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal. 2:20).

Memoria: 22 de octubre. Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920.

 

Teatro y cantera

Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro. Cuando las fuerzas nazis cerraron la Universidad, en 1939, tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

 

Vocación

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia.Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, hasta su ordenación sacerdotal el 1 de noviembre de 1946.

 

Obispo y Cardenal

En 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de setiembre de 1958. El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967.

 

Pontificado

Los cardenales le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.

 

Papa viajero

Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia. Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en sus 1166 Audiencias Generales. 

 

Renovación espiritual

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000. Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia. Celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos.


Muerte y canonización

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005. Fue beatificado el 1 de mayo de 2011 por Benedicto XVI y canonizado el 27 de abril del 2014 por el Papa Francisco. El milagro que se le atribuye fue la curación de un aneurisma cerebral en la costarricense Floribeth Mora.

 

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Tanto ayer como hoy, la Iglesia está llamada a evangelizar, invitar a la conversión y liberar de toda esclavitud a quienes anuncie el mensaje de la salvación redentora de Cristo.

El domingo anterior conocimos a Lidia, la primera cristiana de Europa convertida por la palabra de San Pablo, estando en Filipos, Grecia y cómo ella le abrió las puertas de la fe a Cristo y las de su casa a San Pablo y a su compañero Silas. Pues bien, estando en Filipos sucedió lo siguiente:

Un día, mientras nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha poseída de un espíritu de adivinación, que daba mucha ganancia a sus patrones adivinando la suerte. Ella comenzó a seguirnos, a Pablo y a nosotros, gritando: “Esos hombres son los servidores del Dios Altísimo, que les anuncian a ustedes el camino de la salvación”. Así lo hizo durante varios días, hasta que al fin Pablo se cansó y, dándose vuelta, dijo al espíritu: “Yo te ordeno en nombre de Jesucristo que salgas de esta mujer”, y en ese mismo momento el espíritu salió de ella.

Pero sus patrones, viendo desvanecerse las esperanzas y de lucro, se apoderaron de Pablo y de Silas, los arrastraron hasta la plaza pública ante las autoridades, y llevándolos delante de los magistrados, dijeron: “Esta gente está sembrando la confusión en nuestra ciudad. Son unos judíos que predican ciertas costumbres que nosotros, los romanos, no podemos admitir ni practicar”.

La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. Después de haberlos golpeado despiadadamente, los metieron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies con cadenas (Hech 16,16-24).

 

La adivina o pitonisa

 

Un día, mientras nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha poseída de un espíritu de adivinación (literalmente: “espíritu pitónico”). Así nos lo cuenta San Lucas. Pitón era el nombre de una serpiente que, en un principio, había pronunciado los oráculos en Delfos, y que fue muerta por Apolo, quien la sustituyó en su función de vaticinar. De ahí el nombre de Apolo Pitio, dado a este dios; y el de pitonisa, para designar a la sacerdotisa de Delfos, que pronunciaba sus oráculos en nombre de Apolo. A veces, en algunos escritores griegos, se llama “pitón” al ventrílocuo, desde cuyo vientre se creía que hablaba y vaticinaba el  espíritu.

Pues bien, el  espíritu pitón permitía a la muchacha “tener un discurso inspirado”, lo que daba a sus amos mucho dinero. El espíritu seguía a Pablo y a sus compañeros gritando: “Esos hombres son los servidores del Dios Altísimo, que les anuncian a ustedes el camino de la salvación”. La expresión “Dios altísimo” era usada tanto por los judíos como por los paganos. Pablo se enfrenta al espíritu y, en nombre de Jesucristo, le ordena salir de la muchacha.

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