Se trata precisamente de encuentros superficiales que vacían y que enfrían las sanas y normales relaciones entre parejas. No hay que ser “supermoralistas” para admitir toda la ambigüedad de esas relaciones y “chateos” por internet. En efecto, con demasiada facilidad se pasa de ese “juego” a actitudes y palabras, gestos, que hieren y humillan a la propia esposa y al propio marido de parte de aquellas mujeres inmaduras que tontamente (¡perdónenme!) aceptan tal “juego”. Además, la distancia física facilitada por la computadora, no nos mantiene lejos de la seducción del adulterio, más bien, la facilita por la atmósfera de cierta impersonalidad y anonimato que nos ofrece la misma computadora…
Bien sabemos que Jesús en el Evangelio, nos recuerda que el adulterio se comete alimentando el deseo y el sueño erótico con una persona que no es la propia pareja. Yo he constatado personalmente, a través de mi apostolado sacerdotal, cuánto daño puede causar el uso impropio del internet y de otros medios tecnológicos.
Una vez más, estimada Elena, se impone, y con urgencia, entre usted y su marido la necesidad del diálogo franco, llevado adelante con toda honestidad y transparencia. Su marido está llamado a comprender que lo que está en “juego” no son unas bromas más o menos pesadas y de mal gusto con unas mujeres que no conoce y que no tienen vergüenza en prestarse al mismo “juego”, sino que lo que está en peligro es la confianza, la serenidad y la paz en la familia. Hay que estar ciego para no ver que no hay proporción entre lo primero y lo segundo… La santidad del matrimonio cristiano, la necesaria atmósfera de serenidad y cordialidad entre padre y madre, para asegurar lo necesario para una adecuada y fructuosa educación de los propios hijos, bien valen el conveniente autodominio y renuncia de parte de los dos.
Y me brota, estimada Elena, invitarla a momentos fuertes de oración, por una parte, para agradecer que Dios le haya concedido un marido que usted describe como “bueno y amable”, y a la vez en que se une con muchos a quienes nos interesa el supremo bien de la familia, para que todos tengamos la ayuda necesaria de Dios para no dañarla de ningún modo.