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Viernes, 26 Julio 2024
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Luchó contra el cáncer durante 10 años, la enfermedad iba y venía, regresaba cada vez con más fuerza. Tenía el cuerpo con quemaduras y la piel se le arrancaba a causa de las tantas sesiones de radioterapia. Recibió un diagnóstico de infertilidad. Fue desahuciada dos veces.

Hoy Pamela Arguedas tiene 31 años de edad y un hijo, que para ella representa un arco iris tras aquellos largos días de oscuridad. Los últimos exámenes mostraron que ya no hay rastros de células cancerosas en su cuerpo y ella agradece al Señor por esto.

Esta joven contó su testimonio en el Podcast En Libertad, un proyecto creado por jóvenes católicos. Usted puede escuchar los episodios en la plataforma Spotify (/En libertad) o en YouTube (@EnLibertadbyTeAmoDeVerdad).

¿Por qué a mí si yo te ayudé?

El primer episodio de En Libertad se titula “Mi turno de tocar la campana”. Precisamente, es la historia de Pamela, vecina de Atenas. Esta joven sirvió durante mucho tiempo en la Pastoral Juvenil. A partir de sus 20 años de edad, vivió un calvario tras recibir su diagnóstico de cáncer (linfoma de Hodgkin).

Al principio, los médicos le informaron que se trataba de un caso manejable. Recibió tratamiento, pero al poco tiempo el cáncer regresó más violento. Se sometió de nuevo a terapia.

Esta vez comenzó a perder el cabello, las uñas y las pestañas, todo lo que comía lo vomitaba, sentía mucho dolor y gran debilidad. Fue entonces, admite, cuando quiso rendirse. Empezó a pelear con Dios. “¿Yo te ayudé? ¿Por qué a mí? ¿Qué hice?”, preguntaba. “Hubo tres meses que dije: “Salado Dios, Él no quiere que esté con Él, no vuelvo a la Iglesia”.

Era tanto el dolor que le decía al Señor: “O me ayuda  o me lleva, pero no puedo estar así”. No obstante, una noche se sentía muy mal y pensó: “¡Qué tonta! El único que me puede ayudar es Dios”. Pidió perdón. Tiempo después tuvo una mejoría.

Dios creó al hombre y a la mujer a imagen y semejanza, esto quiere decir que les otorgó una dignidad. Únicamente basta con ser humanos para tener esta dignidad, es decir, no importan las circunstancias, su condición de vida o características particulares, simplemente si se es humano ya se tiene esta dignidad y ni siquiera uno mismo puede renegar de esta.

Esta es la idea fundamental que se desprende de la reciente Declaración Dignitas Infinita del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. En el documento, la Iglesia explica el significado de la dignidad humana y menciona trece violaciones a esta en el mundo actual.

Se trata de temas también presentes en la realidad costarricense, como el aborto, la pobreza, la desigualdad entre hombres y mujeres, los abusos sexuales (incluso dentro de la Iglesia), la ideología de género, la trata de personas y la violencia digital.

También hay otros que representan amenazas, pues son promovidos por ciertos sectores, como la eutanasia y el llamado suicidio asistido.

El próximo miércoles 20 de marzo a las 6 p.m., abierto al público.

“Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas,

pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa”. Rut, 3, 11

 

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, manifestamos nuestro profundo afecto, respeto y admiración hacia todas las mujeres. Nos inspira la Sagrada Escritura, especialmente en el libro de Rut, cuyas protagonistas son unas mujeres extraordinarias que decidieron ser solidarias, entre ellas, después de haber quedado viudas.

Cristo reconoció siempre la dignidad de las mujeres, su servicio y entrega, y las hizo partícipes de su plan de salvación: su encuentro con la mujer samaritana, a quien revela su condición mesiánica (Jn 4: 4-42); llama “hija” y reconoce la fe de la mujer enferma que toca su manto y queda curada de inmediato (Mc 5: 25-34); con Marta de Betania, a quien interroga y obtiene de ella una respuesta de fe y su reconocimiento como Hijo de Dios (Jn 11: 20-27); es a una mujer, María de Magdala, a quien se aparece y habla una vez Resucitado (Jn 20: 1-18).

Cristo, nos recuerda San Juan Pablo II, “fue ante sus contemporáneos el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esta dignidad” (Mulieris Dignitatem n° 12). Señala también que, en virtud de su vinculación con la Santísima Virgen, la mujer ha representado “la cercanía de Dios a las expectativas de bondad y ternura de la humanidad herida por el odio y el pecado, sembrando, en el mundo, las semillas de una civilización que sabe responder a la violencia con el amor” (Audiencia general, miércoles 6 de diciembre de 1995). Y el Concilio Vaticano II, en su mensaje a las mujeres señaló: “en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres, llenas del espíritu del Evangelio, pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga” (Mensaje del Concilio a las mujeres. 8 de diciembre de 1965).

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