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Miércoles, 17 Septiembre 2025
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Pedro Ballester, un joven que buscó la santidad en lo cotidiano

By Septiembre 17, 2025
Pedro tuvo la oportunidad de conocer y conversar con el Papa Francisco Pedro tuvo la oportunidad de conocer y conversar con el Papa Francisco

Pocos días antes de fallecer, en cama, con el dolor y el sufrimiento provocado por la enfermedad, le preguntó a un amigo si era feliz, este respondió que sí y le devolvió la pregunta, a lo que contestó con una sonrisa: ¡Nunca he sido más feliz!

Pedro Ballester, siervo de Dios, fue un joven que falleció en el año 2018, apenas a los 21 años de edad, víctima de un osteosarcoma (un tipo de cáncer en los huesos). Su vida es considerada un ejemplo de esfuerzo por la santidad cotidiana. Vivir en lo ordinario lo extraordinario del amor de Dios…

Actualmente, Pedro tiene abierta una causa de canonización. El sacerdote español, Jorge Boronat, quien fue postulador de la causa y escribió una biografía sobre este joven, estuvo recientemente en Costa Rica para participar en actividades de la prelatura del Opus Dei y compartir el testimonio de vida de Pedro, a quien conoció personalmente.

Pedro Ballester falleció a los 21 años de edad, pero dejó una huella imborrable en quienes lo conocieron. 

 

La santidad cotidiana

En el hogar con su familia, en el colegio y la universidad con sus compañeros y profesores, en el barrio con los vecinos, en la calle con transeúntes, en el hospital con los pacientes y el personal… Pedro fue un muchacho dispuesto a servir y a escuchar, que dejó una huella imborrable en quienes lo conocieron.

Era hijo de padres españoles, el mayor de tres hermanos. Nació en Manchester, Inglaterra, en 1996. En el hogar, se respiraba un ambiente de fe, todos los días se hacía una oración conjunta por la mañana y, por las noches, él tomó como hábito hacer una oración que servía de examen de conciencia.

Era un niño activo, practicaba deportes, tenía amigos y era un estudiante destacado. En general, siempre estaba atento a otros, si podía ayudarlos en algo lo hacía, con discreción, sin esperar nada a cambio, a veces las personas ni se daban cuenta. Ya fuera jugar con un pequeño niño solitario o conversar con un adulto mayor.

Daba testimonio de fe donde estuviera. Una vez, durante un viaje estudiantil de varios días expresó su deseo de asistir a la Santa Eucaristía el domingo, el profesor le explicó que eso iba a ser difícil porque él era el único estudiante católico que había hecho tal solicitud.

Entonces, Pedro invitó a sus amigos, quienes no eran católicos pero aceptaron la invitación para que él pudiera ir.

La enfermedad

A partir de los 14 años de edad comenzó a asistir a un centro del Opus Dei en Manchester, llamado Greygarth. A los 17 años pidió su incorporación como numerario, es decir, un miembro célibe que se dedica al servicio de la obra. Esta vocación lo impulsó más a servir.

Pedro también hacía voluntariado en zonas menos desfavorecidas, por ejemplo, asistía a otros chicos con sus estudios, a veces incluso invitaba a compañeros de su colegio para que le echaran una mano.

Según relata en su libro el Padre Jorge, Pedro era consciente de que era privilegiado. “Dios había derrochado en él abundantes gracias. Si Dios le daba lo que no había dado a otros, también le pediría lo que no le había pedido a otros. Se sabía y se sentía un predilecto de Dios y eso exigía más. Cuando Dios da más, más pide, y cuando más pide es porque puede dar más”.

Entró a estudiar Ingeniería Química en el Imperial College, en Londres. En apenas tres meses hizo muchos amigos y emprendió una especie de apostolado universitario. Todo le iba de maravilla. Considerando eso, una vez se le ocurrió una oración, la cual consistía en pedir al Señor una Cruz, que pudiera servir de “pago” por todo lo que había recibido.

Tiempo después empezó a sentir dolores de espalda, pasaba días sin dormir, no lograba pasar más de 15 minutos acostado o sentado, por lo que estudiaba de pie. A pesar del dolor, no se quejaba, al menos no frente a otras personas.

Tras varios estudios, encontraron un tumor de hueso en la pelvis de más de 15 cm. Cuando sus padres entre lágrimas le dieron la noticia, él aguantó sus lágrimas en ese momento y se acercó a su madre, le dijo: “Mamá siempre me habéis enseñado que Jesús le da la Cruz a sus amigos, yo ya le he entregado mi vida a Él con mi vocación”.

Pedro abrazó la Cruz y ofreció su dolor por el Papa, la Iglesia y las almas. Aun en medio de todo esto, conservaba su buen humor. En el primer ciclo de quimioterapia perdió 20 kilos, los médicos valoraron ponerle una sonda, a lo que él se oponía.

Al día siguiente, cuando lo pesaron nuevamente, la enfermera notó que había ganado peso: “¿Cómo lo hiciste?”, le preguntó, él respondió: “Con esto” (y sacó dos piedras de sus bolsillos) y ambos se echaron a reír.

No pudo continuar con sus estudios en la universidad, pero para no quedarse más atrás decidió estudiar filosofía por su cuenta en el Centro del Opus Dei y, al mismo tiempo, servir a otros.

El cáncer avanzaba y parecía que no había nada más que hacer, solo quedaba la opción de un tratamiento experimental en Alemania. A pesar de los obstáculos, se logró conseguir el dinero para que lo recibiera.

Cuando le preguntaron si el milagro podría ocurrir, Pedro contestó con una sonrisa: “Recemos, si no hay curación habrá cielo, cualquiera de las dos opciones es un éxito”. El tratamiento fue exitoso, quedaron secuelas y dolores, pero el joven pudo retomar sus estudios universitarios.

En el hospital, el salón donde estaba Pedro se convirtió en el más popular del centro médico. Los pacientes llegaban a conversar y rezar con él.

La sala más popular del hospital

Regresó a la Universidad con una sonrisa y dijo a sus compañeros: ¡Ha sido un año genial! Ante la estupefacción general, explicó: “Sí, ha sido un año terrible, pero genial”.

A pesar de la ilusión y la alegría de regresar más o menos a su vida normal, el cáncer volvió, y más agresivo. Según parece, alguna vez se cuestionó: “¿Por qué a mí?”, pero él mismo se respondió: “¿Por qué no yo que tengo fe y lo puedo ofrecer?

En el hospital, el salón donde estaba Pedro se convirtió en el más popular del centro médico. Los pacientes llegaban a conversar y rezar con él. Un enfermero del hospital, cuenta que los pacientes adolescentes se quejan continuamente de los dolores, pero le llamaba la atención que a Pedro nunca le escuchó la mínima queja.

En una ocasión, encontraron a Pedro dormido en su cama y a una paciente sentada en una silla. Cuando le preguntaron a la mujer si estaba hablando con él, respondió que Pedro estaba dormido, pero que ella estaba ahí porque le gustaba estar cerca de él y porque le daba paz. Incluso, padres y madres de familia de otros pacientes llegaban a hablar con él.

Pedro murió el 13 de enero de 2018, rodeado de sus padres, miembros del Opus Dei y residentes. Su funeral reunió a cientos de personas en el templo del Santo Nombre de Manchester.

Un modelo más para la juventud

Próximamente, la Iglesia proclamará como santos a los beatos Carlo Acusits y Piergiorgio Frassati, quienes han sido descritos como modelos para la juventud.

El Padre Jorge expone que Pedro también sería un ejemplo cercano para la juventud, pues recién falleció en 2021, era un joven que utilizaba redes sociales, que hablaba por WhatsApp y que estaba inmerso en la era digital. Otro aspecto que destaca es que se desarrolló en un país sumamente laico, como Inglaterra, y se relacionó con muchos no católicos, incluso ateos. De hecho, algunas personas que lo conocieron decidieron convertirse al catolicismo.

“Pedro evitaba ser el centro de atención, no disimulaba su fe, pero tampoco la vivía en modo exhibición, sino con naturalidad, provocaba que la gente dijera: “No hemos visto algo igual, ¿por qué sonríe? Es la única sonrisa en esta ala del hospital”.

“Siempre estaba atento a los otros. Preguntaba los nombres de los pacientes y enfermeras, y se los memorizaba. En una ocasión, en el hospital, comenzó a vomitar, llamaron a la enfermera, mientras ella le acercaba algo para limpiar, él le preguntaba: “¿Cómo le ha ido a tu hijo en el examen?”, es decir, en medio de esa situación, él se acordaba de detalles así”, recordó el sacerdote.

“Por cosas así, la gente le preguntaba: ¿Qué es lo que tienes? A lo que él respondía: “Tengo a Dios”. Y eso es lo que atraía a las personas, porque también querían lo que él tenía.

El Padre Jorge menciona que Pedro no era perfecto, tenía sus luchas. A veces, por ejemplo, cuando llegaban a animarlo y hacían mucho ruido, él se enojaba y los echaba de su habitación. Después les pedía disculpas por su reacción.

El sacerdote cuenta que antes de fallecer le pidieron que desbloqueara su celular, allí pudieron leer las anotaciones que hacía, particularmente sus notas de los exámenes de conciencia que hacía todas las noches.

“La gente cree que a él le salía natural hablar de Dios, pero como cualquier joven podía sentir vergüenza. Sobre esto, en una nota justamente escribe: “Le pido a Dios la valentía para no ser cobarde”.

También hacía apuntes sobre ser mejor hijo y hermano, tener más paciencia con alguna persona en particular. Por ejemplo: “Ser más cariñoso con mamá” o “ser mejor paciente con las enfermeras”. De acuerdo con el Padre Jorge eran como pequeños propósitos, pues era un joven que tenía una pasión por mejorar como persona.

Para el Padre Jorge, si algún día Pedro llega a los altares, representaría mucha esperanza, pues lo conoció mucho y considera que si Pedro pudo entrar al cielo, él también puede. “Ser santo es cuestión de querer. Pienso en Pedro, si la santidad es esto, tampoco es tan difícil, es colaborar con Dios”.

 

 

 

En el hospital, a los jóvenes pacientes terminales les conceden un último deseo, por así decirlo. Cuando a Pedro le preguntaron cuál era el suyo, respondió que no deseaba nada más, pero ante la insistencia y respondió que le hacía ilusión ver al Papa Francisco.

Entonces se logró organizar una viaje a Roma y, a través del vicario del Opus Dei, se consiguió una audiencia con el Pontífice. Fue un momento muy emotivo. Se dirigió al Sucesor de Pedro y le dijo que oraba por él y por sus intenciones. Esto conmovió profundamente al Santo Padre.

 

 

 

 

Danny Solano Gómez

Periodista, licenciado en Producción de Medios, especializado en temas de fe católica, trabaja en el Eco Católico desde el año 2009.

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