Celebrar la Anunciación del Señor nos permite contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, pero también admirar la entrega libre y total de María. El Papa Francisco nos recuerda que hay un estilo mariano en la vida de fe: “Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52-53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).” [1]
El estilo mariano contrasta de manera significativa con varias formas erróneas de ser Iglesia que a menudo prevalecen en la vida cristiana contemporánea.
Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal en la Jornada de la Vida por Nacer:
Hoy, 25 de marzo, conmemoramos la Solemnidad de la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen María y la encarnación en ella del Hijo de Dios. María, una joven comprometida con el justo José, enfrenta una situación de escándalo, queda embarazada sin la intervención de un varón, por obra del Espíritu Santo. Un embarazo en crisis, marcado por el dolor y la incertidumbre según los hombres, pero acontecimiento en el que Dios sale al encuentro de María y José, iluminando el corazón de él a través de un sueño, en el que el ángel le revela la grandeza del misterio que está sucediendo.
Coincidiendo con la solemnidad de la Encarnación del Señor celebramos la Jornada de la Vida por Nacer. Elevamos hoy nuestra voz para proclamar con alegría y convicción la dignidad inviolable de toda vida humana desde el momento de la concepción. La vida es un don sagrado de Dios, un regalo que hemos de acoger, proteger y promover con amor y responsabilidad.
En una sociedad donde la cultura del descarte amenaza especialmente a los más vulnerables, queremos reafirmar nuestro compromiso inquebrantable con la vida, particularmente con aquella que está por nacer y que muchas veces no tiene quien la defienda. La Iglesia, fiel al Evangelio de la vida, sigue proclamando que cada ser humano, sin importar su condición o etapa de desarrollo, es un hijo amado de Dios y merece ser acogido con respeto y ternura.
"Busca primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura". Esta cita bíblica, de Mateo 6,33, inspira la vocación del joven Albán Ulate Benavides, quien será ordenado diácono para la Diócesis de San Isidro este sábado 22 de marzo, en la Parroquia Santuario Diocesano de Nuestra Señora de la Cueva Santa, en Santa María de Dota.
Albán es hijo de Roxana Benavides Lizano y José Ángel Ulate Montero. A lo largo de su formación, asegura que ha sentido en todo momento la mano de Dios que lo sostiene y fortalece. Por su testimonio de entrega, piedad y fidelidad, admira a sacerdotes como el Padre Johnny Monge y Francisco Morales, así como a su obispo Monseñor Juan Miguel Castro.
Aunque Albán comenzó formándose como parte de la Diócesis de Ciudad Quesada, hizo opción por la Iglesia generaleña. Por eso, algunas de las comunidades en las que ha servido como acólito son del norte del país, tales como San José de Aguas Claras, Santo Domingo de Guzmán, en Monterrey, la parroquia Catedral de Ciudad Quesada y la de San Roque.
Actualmente sirve en la Parroquia Nuestra Señora de la Cueva Santa, recientemente nombrada Santuario Diocesano en San Isidro. En ella recibirá el ministerio del diaconado este sábado, por imposición de manos y oración consecratoria del propio Monseñor Juan Miguel Castro. Lo acompañará su familia, amigos y formadores, quienes desde ahora elevan oraciones a Dios por su servicio.
Hace poco, conversando con un amigo que ultimaba los detalles de su boda, me confesó que estaba preocupado por los gastos que esto implicaba. Sin dudarlo, le dije: “Deja tus preocupaciones en manos de San José” y le sugerí que escribiera una carta encomendándole su necesidad. Sorprendido, exclamó: “¡No lo puedo creer!”, a lo que respondí intrigado: “¿Pero por qué?”
Con emoción, me contó: “¡Vieras que sí lo hice! Hace dos semanas estuve en España y ni te imaginas lo que me pasó. Caminábamos por un parque en Barcelona y, como sabes, me encanta entrar a las iglesias. Pues bien, entré a una dedicada a San José, el Real Santuario de San José de la Montaña, y descubrí que tiene una capilla exclusiva para él, donde la gente puede escribirle cartas y dejárselas pidiendo su intercesión”.
Intrigado por su experiencia, decidí investigar más sobre este santuario y me encontré con una historia fascinante sobre su origen, marcada por la fe inquebrantable de Madre Petra de San José, una religiosa con profunda devoción al santo.