Radio Sinaí (103.9 FM), emisora católica de la Diócesis de San Isidro, volvió al aire este miércoles 11 de setiembre, luego de una semana sin poder transmitir debido a un grave percance eléctrico sufrido en sus instalaciones en Pérez Zeledón.
“Monseñor, en los últimos números del Eco he visto que comenta algún caso matrimonial. Eso me ha animado a que le presente el mío. Tengo ya varios años de casada. Con lo que voy sabiendo ahora acerca del necesario coloquio prematrimonial, a lo mejor mi matrimonio no se hubiese debido celebrar. Mi novio, bautizado cuando niño, había militado en un movimiento de protesta en contra de la misma Iglesia, su poder y sus normas. Y aunque con tono que parecía más de burla que en serio, me decía que era ateo. Él quería casarse, o más bien, convivir, pero por la presión de sus padres (hace años, lo normal era casarse por la Iglesia) aceptó el matrimonio religioso. Yo estaba enamorada y esperaba que por la convivencia él se hubiera acercado a la práctica religiosa. Desafortunadamente, eso no sucedió, más bien él llegó a burlarse de mis prácticas religiosas. La convivencia ya nos resultó demasiado dura y nos separamos. Aunque ya no tan joven, he conocido a un buen hombre y quisiera casarme con él y por la Iglesia. ¿Me será posible?”
Paula S. V. – Heredia
Para iluminar su caso, estimada Paula, conviene tener bien presente nuestra doctrina católica acerca del matrimonio. Ha quedado muy bien expuesta en el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (1992). En su número 1601 leemos: “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí una comunión de toda la vida, ordenada por su misma naturaleza, al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo nuestro Señor a dignidad de Sacramento entre los bautizados”.
Esto significa que entre bautizados, el matrimonio es verdaderamente matrimonio sólo cuando es celebrado “por la Iglesia”, en una ceremonia religiosa. Con otras palabras, Jesús convirtió el matrimonio cristiano en signo (como lo son los otros Sacramentos) y fuente de aquella gracia especial con la que el amor natural es elevado a una mayor perfección, confirmando la unidad indisoluble de los esposos. Todo queda muy expresado por la conocida afirmación: “Lo que Dios une no lo separe el hombre”.
Lo que acabamos de transcribir del Nuevo Catecismo, es lo que quedó formulado en el famoso Concilio de Trento, (1545-1565): “Si alguno dijera que el matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los siete Sacramentos de la ley evangélica instituida por Cristo Señor, sino, inventado por los hombres, sea anatema”.
Estas afirmaciones, estimada Paula, no dejan en sombra, sin embargo, la naturaleza del matrimonio como contrato, que debe implicar todas las necesarias condiciones para que lo sea verdadera y auténticamente.
Ahora bien, como ya lo afirmamos, para los bautizados, el contrato matrimonial es verdadero matrimonio, cuando libremente se acepta celebrarlo “en la Iglesia”, religiosamente. Esto implica necesariamente, que si los contrayentes bautizados, o uno de ellos, excluyen la dignidad sacramental de su boda, no contraerían el verdadero matrimonio querido por Cristo para los bautizados y, por consiguiente, en cuanto que cristianos, no estarían celebrando un matrimonio válido.
“Tengo ganas, sí”: con estas palabras, el Papa Francisco confirma su disposición de realizar un viaje apostólico a China, en una entrevista concedida al Padre Pedro Chia, director de la Oficina de Prensa de la Provincia de China de la Compañía de Jesús.
El diálogo de casi diecisiete minutos fue publicado en las redes sociales de la congregación y grabado en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano el 24 de mayo, memoria de Nuestra Señora Auxiliadora, patrona del santuario de Sheshan. El Pontífice manifiesta su deseo de visitar dicho santuario, en Shangái, y comenta que tiene una imagen de esta advocación mariana en su residencia, en Casa Santa Marta.
No puede pasar desapercibido el liderazgo moral del Papa Francisco alrededor del tema de la Inteligencia Artificial, esa auténtica revolución cognitiva-industrial a cuyas puertas estamos y que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social.
Así quedó demostrado con la intervención del Pontífice en el Foro Intergubernamental del G7 realizado en Italia hace pocas semanas, en el que los líderes de los países más ricos debatieron sobre los efectos de la Inteligencia Artificial en el futuro de la humanidad.
A pesar de que este tema suscita por igual adeptos y detractores, el Papa recordó que tanto la ciencia como la tecnología son productos del extraordinario del potencial creativo que poseemos los seres humanos y que nos ha sido dado por Dios.
Un potencial que, en este caso, tiene implicaciones en numerosas áreas de la actividad humana: de la medicina al mundo laboral, de la cultura al ámbito de la comunicación, de la educación a la política, por lo que es normal suponer que su uso influirá cada vez más en nuestro modo de vivir, en nuestras relaciones sociales y en el futuro, incluso en la manera en que concebimos nuestra identidad como seres humanos.
Como toda herramienta, el uso de la Inteligencia Artificial será el que determine si se orienta al bien o si, por el contrario, lo hace al mal.
Por ejemplo, la inteligencia artificial podría permitir una democratización del acceso al saber, el progreso exponencial de la investigación científica, la posibilidad de delegar a las máquinas los trabajos desgastantes; pero, al mismo tiempo, podría traer consigo una mayor inequidad entre naciones avanzadas y naciones en vías de desarrollo, entre clases sociales dominantes y clases sociales oprimidas, poniendo así en peligro la posibilidad de una “cultura del encuentro” y favoreciendo la “cultura del descarte”.
En todos los pueblos del mundo (y Costa Rica no es la excepción), encontramos lugares ligados a acontecimientos. Por ejemplo, Los Ángeles en Cartago gracias al hallazgo de la imagen de la Patrona de Costa Rica, Nuestra Señora de los Ángeles. El Codo del Diablo, un lugar de Siquirres, Limón, donde ocurrió un terrible crimen de seis presos políticos, un 19 de diciembre de 1948. En la capital, San José, el famoso Paseo de los Estudiantes, por citar alguno de tantos. Es uno de los bulevares más transitados diariamente en San José, pero pocas personas conocen el porqué de su nombre. En 1937 se le llamó así para reconocer el esfuerzo que hicieron los estudiantes josefinos, en la lucha contra la dictadura del presidente Federico Tinoco, junto con trabajadores y otros personajes importantes de la tradición costarricense. En la actualidad, es más reconocido como “Barrio Chino”, pero es importante recordar el valor histórico que este lugar representa para el país. Y así por el estilo. Tienen un valor simbólico para todos nosotros.