Cuando hay una procesión en honor a la Santísima Madre de Jesús o a algún santo, a menudo, especialmente en redes sociales, aparece alguien que acusa a los católicos de “idólatras” y usualmente el comentario va acompañado de la cita bíblica de Éxodo 20,3-5.
No obstante, cualquier católico con un mínimo de formación sabe que no debe adorar imágenes, sean pinturas, estampitas, estatuas o íconos. En realidad estos son utilizados simplemente como medios para acercarse a Dios y recordar el camino de santidad que debe recorrer como cristiano.
Pero antes, es importante releer el famoso pasaje de las Escrituras: “No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso” (Éx. 20, 3 - 5).
Sucede que algunas personas extraen el versículo (“no te harás estatua ni imagen”), lo sacan de contexto y hacen una lectura fundamentalista o literal. Sin embargo, como explica el reconocido apologista Padre Pedro Núñez, la Palabra se refiere a aquellas imágenes que toman el lugar de Dios (“No tendrás dioses fuera de mí”, dice al inicio).
Si un católico adorara a una persona, una imagen, una piedra o cualquier otra cosa, caería en la idolatría.
Es decir, Dios no prohíbe las imágenes que representan o apuntan hacia Él, sino las que son utilizadas para ocupar su lugar como Dios. “En aquellos tiempos había muchísimos “dioses” y la gente hacía imágenes de cada uno de ellos. En el pasaje bíblico, entonces, Dios les dice a las personas: “No sirvan a esos “dioses” porque son dioses falsos, yo soy celoso, soy el único y verdadero Dios”, detalla el Padre Núñez.
Pero si esta explicación no es suficiente, cabe mencionar que resultaría paradójico que Dios mismo mande a hacer unas imágenes tan solo cinco capítulos después, en Éxodo 25, 18: “Asimismo, harás dos querubines de oro macizo, y los pondrás en las extremidades de la cubierta”.
Y, justamente, cuando el Padre envía a hacer estos dos querubines (estatuas de oro macizo), para poner encima del Arca de la Alianza, es para apuntar hacia Él, comenta el apologista en un video.
Otro ejemplo conocido, es cuando Dios manda a Moisés a fabricar una serpiente de bronce para que “cuando alguien sea mordido por una serpiente, mire hacia la serpiente del asta, y se salve” (Núm. 21,8-9).
¿Prohibidas o permitidas?
El Padre Mario Montes, biblista de la Comisión Nacional de Catequesis, agrega que en las Sagradas Escrituras también hay otros momentos donde se prohíbe a los hebreos fabricar imágenes y figuras, tanto del Señor como de cualquier otra divinidad. “No se harán ídolos ni imágenes, ni colocarán piedras sagradas para postrarse ante ellas” (Lev 26,1).
Asimismo pueden mencionarse otros pasajes bíblicos como Deuteronomio 4,16-18 y 27,15, donde hay prohibiciones bastante categóricas. No obstante -aclara el Padre Mario- en otros momentos el Pueblo Hebreo tiene permitido construir figuras e incluso Dios lo ordena, como ya se vio en Éxodo 25,18 y también 25,33.
De igual manera, hay un momento bastante curioso donde Dios llena de su Espíritu al artista Besalel y le concede habilidad y pericia para crear figuras (Éx 31,1-5). En otro relato, Gedeón fabricó con anillos y otros objetos una figura de Yahvé, a la que los israelitas le daban culto (Juec 8,24-27). Miká hizo una efigie de plata de Yahvé y estableció un santuario para tributarle culto (Juec 17,4-5; 18,30-31). Hasta el mismo rey David tenía en su casa sin escrúpulos imágenes divinas (1 Sam 19,13).
Y ni qué decir del Templo de Jerusalén, el cual estaba decorado con imágenes y símbolos como describe el Libro de Reyes, apuntó el Padre Mario. El profeta Ezequiel, incluso, tiene una visión del futuro, donde describe los querubines y palmeras que iban a adornarlo (Ez 41,18).
Cristo, imagen de Dios
El Padre Montes también reflexiona que Dios, antes “oculto”, se hace “visible” por medio de Jesucristo: “Cristo, la imagen de Dios” (2 Cor 4,4), “(Cristo) es la imagen de Dios invisible” (Col 1,15), “El que me ve a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,18).
Desde el momento de la encarnación las cosas son distintas, como explica el sacerdote: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre (Jn 1,14), es de manera perfecta “la imagen (literalmente: “icono”) del Dios invisible” (2 Cor 4,4; Col 1,15). Él podrá decir con plena verdad: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Por eso la Iglesia -desde sus mismos orígenes- aceptó las imágenes y representaciones. Sin embargo, apunta el biblista, este mandamiento sigue siendo sustancialmente válido para los cristianos.
“Quizá hoy no tengamos tanto peligro de confundir a Dios con determinadas representaciones plásticas (esculturas, pinturas...), pero sí que es fácil confundirlo con determinadas representaciones intelectuales o imaginativas nuestras. En este sentido, el segundo mandamiento nos recuerda que Dios es siempre más, que sobrepasa infinitamente lo expresado por toda imagen, que no tenemos derecho a reducir a Dios a lo que nosotros podemos entender, imaginar y experimentar de Él”, afirma.
“Esta es la razón por la que no debemos apoyarnos en nuestras ideas o imaginaciones acerca de Dios, que han de ser trascendidas y matizadas continuamente, pues Dios es siempre más, infinitamente más... En este sentido el mandamiento sigue siendo válido: “No te harás escultura ni imagen alguna... No te postrarás ante ellas ni les rendirás culto...”.
De lo contrario, “nos haremos un Dios a la medida de nuestra corta inteligencia o a la medida de nuestros deseos e inclinaciones, un Dios ficticio, completamente distinto del Dios vivo y verdadero, una creación de nuestra fantasía o, lo más grave y peligroso, un Dios que podemos manipular… Por otra parte, la Escritura nos hace entender que la verdadera imagen de Dios es una imagen viviente. Si Cristo es la imagen perfecta, todo hombre, creado a su imagen y semejanza (Gén 1,27) y modelado por la gracia del Hijo encarnado, está llamado a transformarse en una imagen cada vez más perfecta de Dios (2 Cor 3,18; Col 3,10).
En síntesis: lo que Dios prohíbe es la adoración (lo que sólo se le debe a Él), pero no la elaboración de imágenes, como se puede ver en otros textos de la Sagrada Escritura. Pues, como se dijo, Dios mismo, en ciertas ocasiones, es quien ordena la fabricación de imágenes (Núm 21,8). Dios no se puede contradecir, no podría decir sí y no al mismo tiempo, pues ya no sería perfecto y por tanto no sería Dios. Pero si entendemos el verdadero sentido de la Biblia, descubrimos que lo que Dios prohíbe es el adorar las imágenes, es decir, rendirles culto como si se trataran de Dios mismo, cosa que ningún buen católico hace.
Quizá hoy no tengamos tanto peligro de confundir a Dios con determinadas representaciones plásticas, pero sí que es fácil confundirlo con representaciones intelectuales o imaginativas. Pero Dios es siempre más, sobrepasa infinitamente lo expresado por toda imagen y no podemos reducirlo a lo que podemos entender, imaginar o experimentar de Él.
Solo se adora a Dios
Comúnmente, una manera sencilla de explicar la función de las imágenes es ilustrarlo con las fotografías que las personas conservan de un ser querido, se sabe que este no está presente y que solo está su imagen impresa en un papel, pero precisamente sirven como un recuerdo de ese ser querido.
En la Iglesia Católica hay tres grados de culto: la adoración (latría), única y exclusiva a Dios; la veneración a los santos (dulía) y la veneración especial a María, la Madre de Jesús (hiperdulía).
La adoración consiste en reconocer a Dios como Ser Supremo, tal como dice el Pimer Mandamiento y el Evangelio de San Mateo 4, 10: “Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo servirás”. Por otro lado, en la fe católica, la veneración tiene que ver con rendir homenaje, respeto o tener cariño a una persona, por ejemplo, los santos, quienes, entre otras cosas, recuerdan el llamado de todos los cristianos a la santidad.
Si un católico adorara a una persona, una imagen, una piedra o cualquier otra cosa, caería en la idolatría. De hecho, como menciona el Padre Núñez, en la actualidad hay quienes otorgan el lugar de Dios a otros dioses, como el dios dinero, dios drogadicción, dios sexo, dios pornografía, entre otros.