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Lunes, 13 Mayo 2024
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Es el Papa Francisco quien la ha dado a conocer al mundo. Se trata de la Virgen Desata Nudos, una advocación mariana invocada como intercesora para casos imposibles.

Esta devoción nació hace muchos años en Alemania y en Costa Rica ya tiene su primera capilla, en la Parroquia de San José de la Montaña.

Su párroco, el Padre Eladio Solano, recibió el lienzo como obsequio del Santuario de la Virgen María Desatadora de Nudos en Cancún, México, el pasado 10 de junio. Fue donado por la familia Bernardi Mustieles, fieles de la Virgen en este lugar.

Dicha pintura fue entronizada en una pequeña capilla preparada especialmente para ella, recién el pasado 29 de junio. El cuadro tiene unas medidas de 1.87 m de altura y 1.29 m de ancho. Fue enmarcado quedando de 2.20 m de alto y 1.59 m de ancho.

Es la Patrona de los Padres Redentoristas y su icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso. Esta imagen recuerda el cuidado de la Virgen por Jesús, desde su concepción hasta su muerte, y que hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.
 
Se dice que en el siglo XV un comerciante adinerado del Mar Mediterráneo tenía la pintura del Perpetuo Socorro, aunque se desconoce cómo llegó a sus manos. Para proteger el cuadro de ser destruido, decidió llevarlo a Italia y en la travesía se desató una terrible tormenta.
 
El comerciante tomó el cuadro en alto, pidió socorro y el mar se calmó. Estando ya en Roma, él tenía un amigo, a quien le mostró el cuadro y le dijo que un día el mundo entero rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Después de un tiempo, el mercader enfermó y, antes de morir, le hizo prometer a su amigo que colocaría la pintura en una iglesia ilustre. Sin embargo, la esposa del amigo se encariño con la pintura y este no realizó su promesa.
 
Nuestra Señora se le apareció al hombre en varias ocasiones pidiéndole cumpliera, pero al no querer disgustar a su mujer, enfermó y murió. Más adelante la Virgen habló con la hija de seis años y le dio el mismo mensaje de que deseaba que el cuadro fuera puesto en una iglesia. La pequeña fue y se lo contó a su madre.
 
La mamá se asustó y a una vecina que se burló de lo ocurrido le vinieron unos dolores tan fuertes que solo se alivió cuando invocó arrepentida la ayuda de la Virgen y tocó el cuadro. Nuestra Señora se volvió a aparecer a la niña y le dijo que la pintura debía ser puesta en la iglesia de San Mateo, que quedaba entre las Basílicas Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. Finalmente, así se hizo y se obraron grandes milagros.
 
Siglos después, Napoleón destruyó muchas iglesias, entre ellas la de San Mateo, pero un padre agustino logró llevarse secretamente el cuadro y más adelante fue colocado en una capilla agustiniana en Posterula.
 

En junio, otra de las celebraciones más queridas en la Iglesia es la memoria del Inmaculado Corazón de María, una devoción que dirige la atención a la vida de la Santísima Virgen y su amor maternal por Jesús y por todos los hombres.

Se celebra al día siguiente de la fiesta  del Sagrado Corazón, y por eso se vive con la intención de demostrar que estos dos corazones son inseparables y que María siempre lleva a Jesús en su corazón.

Su fundamento está basado en que el corazón de María intercede -con su amor maternal- por todos los humanos que el propio Jesús le confío antes de morir en la figura del discípulo amado. Por esta razón su Inmaculado Corazón es venerado y se le solicita su ayuda durante el camino que lleva hacia su Hijo.

La celebración,  fue establecida por el Papa Pío XII en 1944 para que por medio de la intercesión de María se obtenga “la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.

San Juan Pablo II declaró que esta festividad en honor a la Madre de Dios es obligatoria y no opcional. Es decir, que debe realizarse en todo el mundo católico.

La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de su Madre, por eso nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María. Ella nos invita a confiar en su amor maternal, y dirige nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.

El Corazón de María expresa y simboliza, pues, un amor que es, a la vez creado, redimido y corredentor, humano y sobrenatural, inmaculado, virginal, nupcial,  maternal y glorificado frente a las Personas divinas, angélicas y humanas.

La madre de Jesús

Noviembre 13, 2020

María simboliza al pueblo de Israel que, en el Antiguo Testamento, es presentado muchas veces, como novia o esposa de Israel.

Muchas veces hemos escuchado, tanto en la predicación, las homilías, la catequesis y en especial, en la celebración del sacramento del matrimonio, el bello relato de las bodas de Caná, en donde aparece y destaca la madre de Jesús. A ella hoy queremos referirnos:

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”.

Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días (Jn 2,1-12).

 

¿Es María?

 

Tantas veces hemos escuchado este relato de las bodas de Caná, que estamos acostumbrados a pensar que allí, efectivamente, estaba la Virgen María en aquella celebración de novios, preocupada para que, en el momento apropiado, poder intervenir y propiciar el cambio del agua en vino, en aquel primer milagro realizado por su Hijo Jesucristo. Pero llama la atención que ella no es nombrada por su nombre propio, pero es llamada “mujer” por su Hijo, cuando tuvo que haberla llamado “mamá” o “madre” y cuando el mismo San Juan, conocía el nombre de José, el padre adoptivo de Cristo (Jn 1,45; 6,42).

Además, no se dice que ella fuera invitada, sino “que estaba allí” (Jn 2,19). Es como si ella formara parte de la fiesta, del ambiente y lugar en que se celebraba el matrimonio. En cambio, de Jesús se dice “que fue invitado con sus discípulos”. Es decir, que no había sido invitado, sino que llegó de afuera. Y, como si fuera poco, es extraño que Jesús la llamara mujer, como ya hemos visto. Además, no existe ningún pasaje de la Biblia, en el que un hijo se dirija a su madre biológica, llamándola mujer.

De manera que María, en este relato, tiene una fuerte carga simbólica. Recordemos que entre nosotros, como también en Israel, el término “mujer” no solamente se refiere a una persona del sexo femenino, sino que denota a la esposa o a la novia. De allí que muchas veces los maridos, al hablar de sus esposas, las llaman “mujer” (“Mujer ¿ya está el almuerzo?”; “apúrate mujer”; “voy a hablar con mi mujer”; “la mujer de Fulano”, etc). Es decir, es la esposa y por eso, en las bodas de Caná, María simboliza al pueblo de Israel que, en el Antiguo Testamento, es presentado muchas veces, como novia o esposa de Israel. Es por eso que en el esta bella narración, no se nombra a la esposa o la novia. Porque la novia es el pueblo elegido de Dios, quien muchas veces, aparece presentado como el Esposo fiel, que quiere desposarse con su pueblo en una alianza de amor (ver Os 1-2; Jer 2,2; 3,1-12; Is 54,4-8; 62,4-5).

 

“Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2,5)

 

A lo largo del relato aparecen nuevos personajes, los sirvientes, y la madre de Jesús les dice que se pongan a la completa disposición de él. Ella no conoce los planes de su Hijo, pero afirma que hay que aceptar su programa sin condiciones y estar preparado para seguir cualquier indicación suya. En el contexto de la alianza de bodas, en que se desenvuelve la escena, la frase de María a los sirvientes adquiere todo su significado. Su frase hace alusión a la que pronunció el pueblo en el Sinaí, comprometiéndose a cumplir todo lo que Dios les mandase (Éx 19,8: "haremos cuanto dice el Señor").

María, representando al verdadero Israel, comprende por las palabras de Jesús que la antigua alianza ha caducado y que el Mesías va a inaugurar una alianza nueva; por eso pide a los sirvientes que den su fidelidad a la alianza que Él va a promulgar. Ella aquí simboliza al nuevo Israel, a la esposa fiel de Jesucristo, el enviado divino, que viene a revelar su gloria como Mesías y a realizar el sueño de los profetas, de las bodas de Dios con su pueblo (Os 2,16-25; Jer 2,1-2; Ez 16; Cantar de los Cantares).

 

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