No puede pasar desapercibido el liderazgo moral del Papa Francisco alrededor del tema de la Inteligencia Artificial, esa auténtica revolución cognitiva-industrial a cuyas puertas estamos y que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social.
Así quedó demostrado con la intervención del Pontífice en el Foro Intergubernamental del G7 realizado en Italia hace pocas semanas, en el que los líderes de los países más ricos debatieron sobre los efectos de la Inteligencia Artificial en el futuro de la humanidad.
A pesar de que este tema suscita por igual adeptos y detractores, el Papa recordó que tanto la ciencia como la tecnología son productos del extraordinario del potencial creativo que poseemos los seres humanos y que nos ha sido dado por Dios.
Un potencial que, en este caso, tiene implicaciones en numerosas áreas de la actividad humana: de la medicina al mundo laboral, de la cultura al ámbito de la comunicación, de la educación a la política, por lo que es normal suponer que su uso influirá cada vez más en nuestro modo de vivir, en nuestras relaciones sociales y en el futuro, incluso en la manera en que concebimos nuestra identidad como seres humanos.
Como toda herramienta, el uso de la Inteligencia Artificial será el que determine si se orienta al bien o si, por el contrario, lo hace al mal.
Por ejemplo, la inteligencia artificial podría permitir una democratización del acceso al saber, el progreso exponencial de la investigación científica, la posibilidad de delegar a las máquinas los trabajos desgastantes; pero, al mismo tiempo, podría traer consigo una mayor inequidad entre naciones avanzadas y naciones en vías de desarrollo, entre clases sociales dominantes y clases sociales oprimidas, poniendo así en peligro la posibilidad de una “cultura del encuentro” y favoreciendo la “cultura del descarte”.
En todos los pueblos del mundo (y Costa Rica no es la excepción), encontramos lugares ligados a acontecimientos. Por ejemplo, Los Ángeles en Cartago gracias al hallazgo de la imagen de la Patrona de Costa Rica, Nuestra Señora de los Ángeles. El Codo del Diablo, un lugar de Siquirres, Limón, donde ocurrió un terrible crimen de seis presos políticos, un 19 de diciembre de 1948. En la capital, San José, el famoso Paseo de los Estudiantes, por citar alguno de tantos. Es uno de los bulevares más transitados diariamente en San José, pero pocas personas conocen el porqué de su nombre. En 1937 se le llamó así para reconocer el esfuerzo que hicieron los estudiantes josefinos, en la lucha contra la dictadura del presidente Federico Tinoco, junto con trabajadores y otros personajes importantes de la tradición costarricense. En la actualidad, es más reconocido como “Barrio Chino”, pero es importante recordar el valor histórico que este lugar representa para el país. Y así por el estilo. Tienen un valor simbólico para todos nosotros.
Los diáconos permanentes de la Arquidiócesis de San José celebraron una santa misa para dar gracias a Dios por los diez años de su ordenación.
Este lunes 19 de agosto, la Diócesis de San Isidro celebró nada menos que 70 años de haber sido erigida. Por este aniversario, la Iglesia particular ha venido viviendo una serie de actividades dentro de un Año Jubilar, con momentos celebrativos y de fraternidad en todas sus parroquias y comunidades.
Concretamente, ese día celebró una santa misa en agradecimiento a Dios por el aniversario, en la Catedral diocesana a las 10 de la mañana, presidida por Monseñor Juan Miguel Castro, obispo diocesano, y concelebrada por varios obispos del país, el clero generaleño y fieles, que se espera lleguen en gran cantidad.
“Qué bendición para esta querida diócesis llegar a esta edad donde se han vivido infinidad de momentos lindos e importantes”, motiva la participación en la Eucaristía Mons. Castro.
Datos para la historia
El 19 de agosto de 1954, el Papa Pío XII erigió la Diócesis de San Isidro mediante la bula “Neminem Fugit”. Esta nueva jurisdicción eclesiástica es desmembrada de la Arquidiócesis de San José y de la Diócesis de Alajuela, comprendió los cantones de Dota, Tarrazú, y Pérez Zeledón de la Provincia de San José, y los cantones de Aguirre, Osa, Buenos Aires y Coto Brus de la provincia de Puntarenas, atendidos hasta ese momento por la Diócesis de Alajuela.
Después, con la creación de la Diócesis de Puntarenas, el 17 de abril de 1998, el territorio diocesano quedó modificado al separársele los territorios pertenecientes a los cantones de Aguirre y Parrita, así como los correspondientes a la Isla del Coco, al pertenecer al cantón de Puntarenas, geografía comprendida en la nueva jurisdicción.
La Diócesis de San Isidro de El General, está bajo el patrocinio de San Isidro Labrador, humilde santo madrileño, agricultor y jornalero que muere hacia el año 1130, y es canonizado por el Papa Gregorio XV, el 16 de junio de 1622.
La diócesis, está actualmente conformada por cinco vicarías foráneas, que agrupan 26 parroquias y más de seiscientas comunidades o filiales, distribuidas en los 7.857,04 km² de territorio, con una población estimada para el 2020, según datos del INEC, en 410.244 personas.
Catequesis en audiencia general, miércoles 12 de junio, 2024.
Continuamos nuestra catequesis sobre el Espíritu Santo, que guía la Iglesia hacia Cristo, nuestra esperanza. Él es el guía. La vez pasada contemplamos la obra del Espíritu en la creación; hoy lo vemos en la revelación, de la que la Sagrada Escritura es un testimonio autorizado e inspirado por Dios.
En la Segunda Carta de san Pablo a Timoteo figura esta afirmación: “Toda la Escritura está inspirada por Dios” (3:16). Y otro pasaje del Nuevo Testamento dice: «Hombres movidos por el Espíritu Santo han hablado de parte de Dios» (2 Pe 1:21). Esta es la doctrina de la inspiración divina de la Escritura, la que proclamamos como artículo de fe en el “Credo”, cuando decimos que el Espíritu Santo “habló por medio de los profetas”. La inspiración divina de la Biblia.
El Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras, es también el que las explica y las hace perennemente vivas y activas. De inspiradas, las vuelve inspiradoras. “Las Sagradas Escrituras…inspiradas por Dios - dice el Concilio Vaticano II - y redactadas una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles” (n. 21). De este modo, el Espíritu Santo continúa, en la Iglesia, la acción de Jesús Resucitado que, tras la Pascua, “abrió la mente de los discípulos para que comprendieran las Escrituras” (cfr. Lc 24,45).
Puede suceder, en efecto, que un determinado pasaje de la Escritura, que hemos leído muchas veces sin ninguna emoción particular, un día lo leamos en un clima de fe y de oración y, de repente, ese texto se ilumine, nos hable, arroje luz sobre un problema que vivimos, aclare la voluntad de Dios para nosotros en una situación determinada. ¿A qué se debe este cambio, sino a una iluminación del Espíritu Santo? Las palabras de la Escritura, bajo la acción del Espíritu, se vuelven luminosas; y en esos casos tocamos con nuestras propias manos lo cierta que es la afirmación de la Carta a los Hebreos: «… la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo; […]» (4,12).