“Cristo cura las divisiones, pero debemos tener la fe humilde del centurión para implorar este don. Oremos a la Virgen María Nuestra Señora de los Ángeles, al patriarca San José y a los santos Cornelio y Cipriano para que el Señor aumente nuestra fe”.
Con estas palabras se dirigió el nuevo Nuncio Apostólico en nuestro país, Monseñor Mark Gerard Miles en su primera homilía oficial en nuestro país, esta mañana en la Catedral Metropolitana Santuario Nacional San José.
Gracias a un convenio entre la Conferencia Episcopal de Costa Rica, la Universidad Católica y la Universidad Pontificia de Salamanca, en España, un grupo de 23 sacerdotes ha comenzado el proceso de formación para obtener su licenciatura en Derecho Canónico.
El grupo está compuesto por 20 presbíteros costarricenses, uno hondureño y dos panameños. Esta semana iniciaron clases presenciales en las instalaciones de la U Católica en Moravia.
El proceso de formación será de tres años, impartido completamente por profesores de la Universidad de Salamanca. Cada semestre, los estudiantes tendrán una semana intensiva juntos, luego clases virtuales y de nuevo una semana presencial de exámenes. Al final de los tres años (en el 2027), deberán viajar a España para completar su tesis, rendir exámenes finales y la respectiva graduación.
Es la primera vez que se ofrece esta modalidad formativa en el país y en Centroamérica, gracias al acuerdo logrado con la Universidad de Salamanca. Hace tres años se llevó a cabo un programa como este en Puerto Rico y para el 2025, Chile estará iniciando un proceso similar.
La conmemoración del Día Mundial de Prevención del suicidio siempre es motivo para reflexionar, comprender y, sobre todo, actuar.
Este año, bajo el lema “Cambiar la narrativa sobre el suicidio”, la Organización Mundial de la Salud nos invita a replantear cómo abordamos esta cuestión tan sensible, cómo podemos contribuir a salvar vidas y, algo no menos importante, cómo podemos transformar el dolor en esperanza.
Ni debemos, ni podemos negar la evidencia y la magnitud del problema. Como país y de toda sociedad, de mayor o menor desarrollo, la situación es preocupante, pero también nos brinda una perspectiva clara sobre la importancia de la acción inmediata y mantenida.
La clave para abordar esta crisis es reconocer que, aunque el problema es relevante, no es insuperable. Cambiar la narrativa sobre el suicidio significa, antes que nada, transformar el miedo y el estigma en diálogo y acción.
Exige entender que cada intento, cada pensamiento suicida, es un grito silencioso pidiendo ayuda, un grito ante el que es obligado responder adecuadamente, en tiempo y forma.
“Monseñor, en los últimos números del Eco he visto que comenta algún caso matrimonial. Eso me ha animado a que le presente el mío. Tengo ya varios años de casada. Con lo que voy sabiendo ahora acerca del necesario coloquio prematrimonial, a lo mejor mi matrimonio no se hubiese debido celebrar. Mi novio, bautizado cuando niño, había militado en un movimiento de protesta en contra de la misma Iglesia, su poder y sus normas. Y aunque con tono que parecía más de burla que en serio, me decía que era ateo. Él quería casarse, o más bien, convivir, pero por la presión de sus padres (hace años, lo normal era casarse por la Iglesia) aceptó el matrimonio religioso. Yo estaba enamorada y esperaba que por la convivencia él se hubiera acercado a la práctica religiosa. Desafortunadamente, eso no sucedió, más bien él llegó a burlarse de mis prácticas religiosas. La convivencia ya nos resultó demasiado dura y nos separamos. Aunque ya no tan joven, he conocido a un buen hombre y quisiera casarme con él y por la Iglesia. ¿Me será posible?”
Paula S. V. – Heredia
Para iluminar su caso, estimada Paula, conviene tener bien presente nuestra doctrina católica acerca del matrimonio. Ha quedado muy bien expuesta en el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (1992). En su número 1601 leemos: “La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí una comunión de toda la vida, ordenada por su misma naturaleza, al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo nuestro Señor a dignidad de Sacramento entre los bautizados”.
Esto significa que entre bautizados, el matrimonio es verdaderamente matrimonio sólo cuando es celebrado “por la Iglesia”, en una ceremonia religiosa. Con otras palabras, Jesús convirtió el matrimonio cristiano en signo (como lo son los otros Sacramentos) y fuente de aquella gracia especial con la que el amor natural es elevado a una mayor perfección, confirmando la unidad indisoluble de los esposos. Todo queda muy expresado por la conocida afirmación: “Lo que Dios une no lo separe el hombre”.
Lo que acabamos de transcribir del Nuevo Catecismo, es lo que quedó formulado en el famoso Concilio de Trento, (1545-1565): “Si alguno dijera que el matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los siete Sacramentos de la ley evangélica instituida por Cristo Señor, sino, inventado por los hombres, sea anatema”.
Estas afirmaciones, estimada Paula, no dejan en sombra, sin embargo, la naturaleza del matrimonio como contrato, que debe implicar todas las necesarias condiciones para que lo sea verdadera y auténticamente.
Ahora bien, como ya lo afirmamos, para los bautizados, el contrato matrimonial es verdadero matrimonio, cuando libremente se acepta celebrarlo “en la Iglesia”, religiosamente. Esto implica necesariamente, que si los contrayentes bautizados, o uno de ellos, excluyen la dignidad sacramental de su boda, no contraerían el verdadero matrimonio querido por Cristo para los bautizados y, por consiguiente, en cuanto que cristianos, no estarían celebrando un matrimonio válido.
“Tengo ganas, sí”: con estas palabras, el Papa Francisco confirma su disposición de realizar un viaje apostólico a China, en una entrevista concedida al Padre Pedro Chia, director de la Oficina de Prensa de la Provincia de China de la Compañía de Jesús.
El diálogo de casi diecisiete minutos fue publicado en las redes sociales de la congregación y grabado en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano el 24 de mayo, memoria de Nuestra Señora Auxiliadora, patrona del santuario de Sheshan. El Pontífice manifiesta su deseo de visitar dicho santuario, en Shangái, y comenta que tiene una imagen de esta advocación mariana en su residencia, en Casa Santa Marta.