La Diócesis de San Isidro que recibe a su nuevo obispo este 25 de enero es una Iglesia viva y activa, con un laicado formado y comprometido, que ha recorrido junto a sus pastores un camino de paulatina consolidación eclesial, desde el 19 de agosto de 1954, cuando fue erigida.
La diócesis fue creada bajo el patrocinio de San Isidro Labrador, pues así lo quisieron pobladores humildes, labriegos campesinos, que hace ya más de 70 años habitaban la zona. Fue el Papa Pío XII quien erigió la Diócesis de San Isidro mediante la bula “Neminem Fugit”.
Tuvo como primer obispo a Monseñor Delfín Quesada Castro, poaseño que fue nombrado el 22 de octubre de 1954 pero ordenado obispo en Alajuela hasta el 18 de enero de 1955, ejerció su ministerio hasta la muerte acaecida el 17 de octubre de 1974 en San Isidro de El General; en esta primera etapa, con un escaso clero se establecieron las bases de lo que sería la incipiente diócesis, además de inaugurar dos emisoras para la evangelización.
Posteriormente, Mons. Ignacio Trejos Picado pastoreó la diócesis desde el 22 de diciembre de 1974 y hasta el 31 de julio del 2003. Durante su episcopado se preocupó de formar a los laicos como agentes de pastoral y se dio el auge de los delegados de la Palabra.
Con la ordenación episcopal de Mons. Guillermo Loría Garita, el 1 de octubre del 2003, se promovió la formación del clero, impulsó los consejos de pastoral parroquial como órgano necesario para la acción eclesial, e impulsó la conformación de una incipiente y básica Curia Diocesana, entre otros aportes.
El 24 de diciembre del 2013, el Papa Francisco hizo público el nombramiento de Mons. Fray Gabriel Enrique Montero Umaña como IV obispo diocesano, recibiendo su ordenación el 1 de marzo del siguiente año, durante su episcopado impulso la conformación y formación de los Consejos de Evangelización Parroquial, se preocupó por consolidar la Curia Diocesana y se caracterizó por la cercanía con todos. Finalmente, el Papa Francisco ha nombrado el pasado 13 de noviembre del 2021, a Mons. Juan Miguel Castro Rojas como V Obispo de la Diócesis de San Isidro.
Organización pastoral
La diócesis está estructurada en 5 Vicarías Foráneas y 26 parroquias, las cuales conforman la totalidad del territorio diocesano. Además, la Diócesis cuenta con el Santuario Diocesano dedicado a la Divina Misericordia, ubicado en la comunidad de Morazán en Pérez Zeledón.
El clero de la diócesis está integrado por: 50 sacerdotes diocesanos, 9 sacerdotes religiosos (de los cuales 4 son de una congregación diocesana) y en diciembre se unirán 7 diáconos permanentes; la diócesis cuenta con 3 obispos eméritos y vive en la jurisdicción el arzobispo emérito de San José y oriundo de San Isidro de El General.
La diócesis cuenta además con once comunidades religiosas distribuidas en distintas parroquias.
Hay 14 seminaristas en el Seminario Nacional y 2 jóvenes que se preparan en el Centro Vocacional de Casa Santa María y se cuenta con más de 15.000 laicos “quienes son sin duda la gran riqueza y fortaleza de nuestra diócesis porque, respondiendo a su vocación bautismal, se han comprometido en todos los campos del quehacer pastoral llevando la Buena Noticia de la salvación por valles, llanuras, montañas y zona costanera, esta última constituida en zona de misión”, como resumió el Padre Elí Quirós, responsable diocesano de comunicación y director de Radio Sinaí.
Población y acción social
Un pastor que escucha. Así se podría trazar el perfil del nuevo obispo de San Isidro, Mons. Juan Miguel Castro, un hombre que busca amar y servir, amparado en la oración constante, como él mismo expresó a Eco Católico. A continuación, un extracto de la entrevista con el nuevo prelado costarricense:
¿Qué tipo de obispo pueden esperar los fieles de San Isidro con la llegada de Mons. Juan Miguel Castro?
Yo seguiré siendo el mismo que hasta el momento he sido, no voy a cambiar. Procuraré siempre llevar la presencia de Dios y que Él me ilumine en las cosas que deba hacer. En los evangelios, siempre me ha gustado ver Jesús que pasa haciendo el bien, por donde anduviera Jesús hacía el bien, siempre he considerado que esa es la misión nuestra. Seguiré con esa intención de hacer el bien. Estoy convencido que estamos llamados a eso, si no hacemos el bien la vida cristiana no tiene ningún sentido, y para hacerlo hay que valorar a los demás, tener cercanía con los demás, escuchar a las personas, acercarse, estar en momentos de dolor y de alegría. Es un poco todo esto.
Si tuviera que describirse con tres palabras, ¿cuáles serían?
Orar, amar y servir. De hecho, mi lema episcopal será: “Amar y servir”. Para amar y servir debemos llevar una vida de oración, he procurado en mi vida sacerdotal hacer esto. La oración me fortalece, es mi vida, me llena de esa presencia de Dios y me ayuda a acercarme a Él y confiar en la grandeza de Él.
El pasado sábado 13 de noviembre, la Iglesia Católica en nuestro país amaneció con la noticia de que el Papa Francisco había nombrado un nuevo obispo para la Diócesis de San Isidro de El General, el Padre Juan Miguel Castro, del clero de la Diócesis de Ciudad Quesada. Este martes 25 de enero es ordenado obispo en la Catedral de San Isidro, en una misa presidida por Mons. José Manuel Garita, y concelebrada por los demás obispos del país, clero, religiosos, religiosas y laicos.
El Padre Castro, un pastor por donde quiera que se le mire, ha desarrollado su vida sacerdotal siempre cercano a las personas, en las tareas cotidianas de la vida parroquial, en profunda unión a Jesús Sacramentado y obediente a las guías y orientaciones de sus obispos.
Hace algún tiempo, Eco Católico lo entrevistó para la sección Pastores, que pretendía perfilar a los sacerdotes que han dejado huella en sus comunidades. Compartimos un extracto de aquel diálogo.
El ejemplo de su tío
El Pbro. Juan Miguel Castro es uno de esos pocos hombres que desde niño sabía que quería ser sacerdote y hasta hoy, afirmó, no ha tenido dudas.
Recuerda con precisión que a los 8 años nació su inquietud al sacerdocio y nunca se apagó. “Tengo un tío sacerdote, Eladio Rojas Sancho, él ha sido un verdadero testimonio, fue mi motivación al verlo en su entrega, su generosidad y su alegría”, recordó.
Juan Miguel deseaba servir como monaguillo, lo que logró tan pronto hizo la Primera Comunión. “Yo estaba siempre cerca de los sacerdotes. Me alegraba estar con ellos”, dijo.
Durante su época de colegio, mantuvo la certeza de convertirse en presbítero algún día. “Era muy tranquilo, nunca andaba en fiestas, mis compañeros no me molestaban por querer ser sacerdote”, afirmó.
Con esa convicción a los 17 años participó en encuentros vocacionales, pero como no tenía la edad para ingresar al Seminario esperó un año más, en ese período pasó cuatro meses con su tío. “Fue una motivación servir en su parroquia en las Juntas de Abangares”, comentó.
Al cumplir los 18 pudo ingresar al Seminario. “Fue una etapa lindísima. Los formadores decían ‘el seminarista que no tiene crisis, hay que dudar de la vocación’, entonces cuando preguntaban yo decía que sí tenía; pero la verdad yo nunca tuve crisis. Nunca fue carga, lo disfruté mucho”, recordó. Finalizada la etapa del Seminario, dio el paso al diaconado “con mucha alegría”, lo mismo que al sacerdocio.
“Mis papás me dieron motivación y un apoyo total. Mis papás son muy religiosos y han sido modelo, me enseñaron el camino para acercarme a Dios, a rezar, a ir a misa, me inculcaron valores morales, espirituales, humanos. Igualmente, mis tres hermanos”, aseveró.
El Padre Juan Miguel es oriundo de Concepción de Naranjo, estudió en el Seminario por la Diócesis de Alajuela, siendo obispo Mons. José Rafael Barquero. Para entonces, muchas de las comunidades que hoy son parte de la Diócesis de Ciudad Quesada eran de Alajuela.
Al ordenarse, fue enviado a Pital, luego a Ciudad Quesada y a La Fortuna, allí se encontraba cuando se creó la nueva diócesis en 1995.
En ese momento, él podía elegir seguir en la Diócesis de Alajuela o integrarse a la de Ciudad Quesada. “Me quedé porque me gustaba”, dijo. Con la llegada Mons. Ángel Sancasimiro fue enviado a la Catedral San Carlos Borromeo, donde fue párroco durante 19 años.
Luego fue destinado a la comunidad de Aguas Zarcas donde recibió la noticia de su nombramiento para la diócesis generaleña.
Ofrecer el perdón y la misericordia
El Padre. Juan Miguel afirmó que disfruta “todo del ministerio sacerdotal”, pero admitió que pasa la mayor parte del tiempo atendiendo a la gente en confesión y en dirección espiritual. Labor a la que ha dedicado hasta 8 horas diarias. “Eso me encanta”, recalcó. “Disfruto celebrar la Eucaristía y visitar las comunidades”, agregó. Tareas que ha cultivado en Aguas Zarcas, porque la parroquia tiene 23 filiales y ha tenido que celebrar hasta 6 misas en un domingo.
“La vida sacerdotal ha sido muy linda, he procurado amar el ministerio. He procurado cada día buscar más la fidelidad, la forma de entregarme mejor, acercarme más a la gente”, dijo.
También habló de su devoción a Jesús Eucaristía. “En la casa cural tenemos el Santísimo. Todos los días hago Adoración Eucarística. Cuando paso tiempo frente a Él siento un descanso total, me da ánimo y fortaleza. Desde el Seminario ha sido mi fortaleza, así como el amor a la Virgen Santísima”.
Tallado en madera de caobilla, presenta en la parte del cayado o voluta a un San isidro en actitud orante, rodeado de un delicado ramo de lirios, símbolo de la pureza y en memoria del Año de San José.
Así es el diseño del báculo que la Parroquia San Antonio de Padua, en Pital de San Carlos, preparó como obsequio al obispo designado para la Diócesis de San Isidro, Pbro. Juan Miguel Castro.
La Ordenación Episcopal de Mons. Juan Miguel Castro Rojas, obispo designado para la Diócesis de San Isidro, se llevará a cabo este 25 de enero, a las 10:00 am, en la Catedral de San Isidro. Aunque ese día utilizará otro báculo se trata de un presente muy especial.
La Iglesia generaleña se prepara para la ordenación de 7 diáconos permanentes mañana sábado 11 de diciembre a las 10 a.m. en la Catedral San Isidro Labrador.
Ellos son: Lionel Fernández Hernández, Jorge Luis Porras Jiménez, Francisco Porras Navarro, Daniel Rodríguez Ledezma, Giovanni Montoya Fernández, Salvador Zeledón Villalobos y Pablo César Granados Mora.