Es probable que en la próxima Vigilia Pascual, vea personas que reciben el Sacramento del Bautismo, así como la Confirmación y la Eucaristía. Se trata de hermanos que, por algún motivo, no han recibido los sacramentos de la Iniciación Cristiana y expresan su deseo de profesar la fe católica.
Se les dice catecúmenos porque así llamaban los primeros cristianos a las personas que se convertían y llevaban un proceso formativo, donde aprendían sobre el mensaje de Cristo, así una vez comprendido y aceptado, podían entrar a formar parte de la comunidad.
Por ejemplo, pueden ser personas cuyos padres no eran católicos y, por lo tanto, no los bautizaron de niños o no los llevaron a la catequesis con el fin de prepararlos para la Primera Comunión.
El catecumenado de adultos es un proceso de formación para las personas que desean vivir la fe y aún no han recibido los sacramentos. Pueden ser también adultos que desean ser bautizados o que están bautizados pero que carecen de algunos de los otros sacramentos.
Cabe aclarar que estos son diferentes a los también llamados catecúmenos, miembros del Camino Neocatecumenal, un movimiento de la Iglesia que consiste en un itinerario de formación permanente.
Etapas del catecumenado para adultos
Elvia Abarca, del Centro Nacional de Catequesis, explica que en Costa Rica la formación dura un año y tres meses, dividida en varias etapas: el precatecumenado (tres meses) busca que el “candidato” tenga conciencia de cómo ha sido la propia vida y el camino de encuentro con el Señor. Luego viene la etapa catecumenal, que es la instrucción en la fe católica, para la cual se establecen 23 encuentros. La tercera etapa es conocida como Purificación e Iluminación y está unida al Tiempo de Cuaresma.
Esta etapa culmina con el Bautismo, cuando renacen a una nueva vida en Cristo. Justamente, por eso la Vigilia Pascual y el Tiempo de Pascua son momentos oportunos para celebrar los Sacramentos de Iniciación Cristiana, sobre todo el Bautismo.
Asimismo, existe el Ritual de Iniciación Cristiana para Adultos. Entre sus signos destaca el agua, símbolo de purificación y vida; la vestimenta blanca (revestidos en Cristo); y el crisma (don del Espíritu Santo), así como un padrino o madrina. Una vez bautizados, los catecúmenos pasan a ser neófitos, es decir, personas recién integradas a la comunidad eclesial.
Llegan así a la última fase, conocida como mistagogía, en la cual se hace un recuento de los aprendizajes y las vivencias que han tenido, de las cosas que han dejado atrás y las que han recibido. También sirven para guiar a la persona, así como a ayudarle a mantener y reavivar su fe.
Rescatado del ateísmo
En la Parroquia de San Ana, en San José, hay varios adultos que se preparan para recibir los Sacramentos de la Iniciación Cristiana en la próxima Vigilia Pascual. Uno de ellos es Emmanuel León, quien creció en una familia que asistía a una iglesia cristiana no católica.
Durante su infancia tuvo un fervor religioso muy fuerte, recuerda que hasta se sabía historias de la Biblia. Sin embargo, en la adolescencia comenzó a tener dudas, no encontraba respuestas y se volvió ateo.
Estudió Historia y comenzó a trabajar, aunque sentía interés por la historia de la Iglesia y hasta admiración por ella como institución, a pesar de no ser creyente. Pasó momentos difíciles, donde “sentía que no había salida”, mencionó que en ese tiempo fue a la Parroquia de Santa Ana y oró: “Aquí estoy, estoy aquí porque creo que existes y te pido para que me saques de este hueco”.
Cuenta que poco a poco Dios lo ayudó a salir adelante. Un primo suyo colaboraba con Obras del Espíritu Santo y lo invitó a participar, así comenzó a ir los domingos a la misa en Barrio Cristo Rey. Conoció a un diácono, quien le aconsejó llevar el proceso de formación de iniciación cristiana.
“No solo me siento, estoy lleno de vida, en plenitud con Cristo, aunque en esa conversión constante que Dios nos manda a hacer. Estoy contento con mi trabajo y mi familia, trato de leer el Evangelio todos los días, meditar en mis errores para evitar caer en ellos nuevamente”, comentó.
“Estoy convencido que la Iglesia es Santa, Católica y Apostólica, es a la que Cristo le dio las llaves espirituales en este mundo. Estoy muy agradecido con Cristo por haberme rescatado, en el ateísmo uno no le ve sentido a la vida, hoy gracias a Dios tengo una perspectiva muy diferente”, concluyó.
Quería ser madrina
Laura Ávila, de 28 años edad, también es catecúmena. Ella fue bautizada de niña, sin embargo, sus papás se volvieron evangélicos, por lo que no hizo la Primera Comunión ni la Confirmación.
Hace un tiempo, una de sus primas le pidió que fuera la madrina de su hijo. Entonces, decidieron averiguar qué posibilidades había. La joven reconoce que al principio solo quería cumplir un requisito, sin embargo, ha disfrutado el proceso y se ha sentido llena.
Subraya que el resto de su familia es católica, particularmente su abuela ha tenido influencia en ella, por lo que tampoco era algo del todo desconocido. “Estoy muy agradecida con mis catequistas, hemos hecho un grupo muy bonito, todo esto ha tenido un propósito, siento que también he servido de herramienta para incluir a mi prima y nos sentimos muy felices”, comentó.
Siente el amor de Dios
Yariela Cedeño también es catecúmena. Ella narra así su historia: “Cuando era bebé, niña y adolescente mis papás eran de religión evangélica, por ende nunca tuve la posibilidad de tener bautizo, Primera Comunión y Confirmación, con el paso de los años siempre quise tener sacramentos".
"A mis 25 años -agregó- me pidieron ser madrina del bebé de una amiga y así fue como llegué hasta acá, ha sido un camino donde he reforzado mi fe, donde conocí y aprendí muchísimas cosas sobre Dios y continúo aprendiendo, donde me recibió una comunidad súper linda y donde he podido sentirme libre y sentir el amor de Dios cada día más cerca”.