El Papa Francisco nos recuerda que la paz no es sólo la ausencia de guerra, sino la presencia de la justicia, el respeto por la dignidad humana y el reconocimiento del otro como hermano. Orar por la paz es implorar a Dios que nos conceda corazones capaces de perdonar, de reconciliarse, y de trabajar incansablemente por un mundo donde reine la fraternidad.
El ayuno nos ayuda a purificar el corazón y a solidarizarnos con los que sufren a causa de la guerra, la violencia y la opresión. A través del ayuno, ofrecemos nuestras renuncias como un signo de conversión, pidiendo a Dios que nos transforme en artesanos de la paz en nuestras familias, comunidades y en nuestra nación.
En muchos lugares del mundo, nuestros hermanos y hermanas sufren las terribles consecuencias de la guerra, la persecución y la injusticia. Como Iglesia en Costa Rica, no podemos ser indiferentes a este dolor. Estamos llamados a unirnos a ellos con nuestra oración y a pedir a Dios que ilumine a los líderes de las naciones, para que busquen caminos de diálogo, justicia y reconciliación.
Desde nuestra realidad, también debemos reflexionar sobre las pequeñas y grandes violencias que afectan a nuestras comunidades, nuestras familias y nuestras relaciones personales. Que esta jornada sea una ocasión para revisar nuestras propias actitudes, promoviendo siempre la paz en cada uno de nuestros entornos.
Como Conferencia Episcopal de Costa Rica, acogemos este llamado del Papa Francisco, y exhortamos a todas nuestras diócesis, parroquias, comunidades religiosas, familias y fieles a unirse en esta jornada, confiando en que la oración y el ayuno son armas poderosas para transformar los corazones y construir la paz. Que resuene con fuerza el clamor de la paz por intercesión de nuestra Madre del Rosario que celebramos ese día.