Como siempre sucede en la misión, es el misionero quien termina siempre evangelizado, aprendiendo y creciendo todavía más que lo que puede hacer por los destinatarios de la misión. Fue así como los jóvenes conocieron de los valores de la cultura indígena, sus tradiciones, su visión del mundo, en armonía con la naturaleza, su fe en Dios-Sibú, su alegría y su paz en medio de muchísimas necesidades materiales.
Comieron con ellos los alimentos que con humildad se les ofreció: plátano sanchochado, arroz, frijoles y algo de carne. Al llegar la noche se acomodaron en la Casa de la Misericordia que la diócesis posee en Alto Cohen y durmieron en el suelo sin ninguna comodidad. Se sumaron al grupo los cuatro seminaristas que actualmente posee la Diócesis de Limón, quienes también aportaron desde su experiencia y deseo de ser sacerdotes servidores de todos.
En los ratos libres, la interacción con las familias siempre fue muy respetuosa pero cargada de amor. Los jóvenes les obsequiaron estampas de santos y organizaron actividades para compartir la fe en Cristo.
Para crecer en la fe
Wesley Castañeda, de 26 años, está en primero de teología. Para él, la idea de una misión en nuestro país lo motivó desde el inicio, pues la última vez que vivió una experiencia sí, Dios movió muchas cosas en su vida. “Tuve un encuentro con Él en la Eucaristía, la misión es estar en posición para crecer en la fe, abrir el corazón y estar dispuesto a cambiar”, dijo.
Para él, se trata de una oportunidad para ver la Iglesia Universal, “porque nosotros solo vivimos una parte de la Iglesia de Estados Unidos no de otras partes”. “Conocer nuevas personas y países junto a Dios es hermoso. La fe en Estados Unidos se vive distinto porque es un país muy grande. De donde yo soy suelen ser personas más adultas mayores y hay muchos que no están involucrados en la Iglesia, se retiran de la fe muy rápidamente, gracias a Dios recientemente he visto muchos universitarios que empiezan a involucrarse y tienen un corazón misionero, deseoso de compartir el amor, hay mucho trabajo que hacer en los Estados Unidos, tenemos que rezar para que la gente conozca a Dios”, dijo.
Para Wesley, venir como misionero a Limón le ha hecho reflexionar que la vida no es tan complicada como muchas veces se ve en Estados Unidos, donde sin querer se adopta un estilo de vida materialista, sin opciones para realizar servicios que permitan encontrar el valor de las personas como hijos e hijas amadas de Dios.
Este joven es de padres mexicanos migrantes, su abuela es indígena, por lo que su presencia en medio de las familias de Talamanca fue una conexión con sus raíces más profundas.
Salir de nosotros mismos
Jesús Alfredo Tovar nació en la costa caribeña de Colombia y desde el 2019 forma parte también del Notre Dame Seminary. En su país tuvo la oportunidad de hacer varias misiones, sin embargo nunca se había adentrado en la selva al encuentro de los hermanos indígenas.
“Acá se evalúan dos factores, por una parte, nos permite crecer más como personas y también cuestionarnos si en verdad nos sentimos llamados a este servicio”, dijo.
“Me pregunto ¿por qué ç estoy aquí?, y en el fondo creo que es la llamada del corazón, el cual nos motiva a que hay que salir de nosotros mismos, aunque de pronto no nos gusten las cosas, es darse como Jesús se dio por nosotros”, agregó. Y la recompensa -agregó- es grande cuando se entrega todo, y cuando a través de esa entrega se mata el orgullo.
Similar piensa el joven seminarista Roberto Carlos Herrera, quien desde pequeño sintió la inquietud al sacerdocio.
“Mi inquietud por el seminario empezó porque mi familia es católica y mi abuelita me llevaba mucho a los rosarios, desde pequeño aprendí a rezar con mi abuela, a la edad de 15 años entré en México, después estuve en formación en Aguas Calientes pero lo dejé y me fui a vivir a Estados Unidos, actualmente pertenezco a la Diócesis de Dallas”, contó.
Como una experiencia fuerte en su vida, Roberto cuenta que recibió un trasplante de riñón de su hermano, una experiencia que lo marcó para siempre y que le confirmó que Dios le estaba dando otra oportunidad en su vida. “Aprendí que por más lejos que corra del llamado del Señor, siempre va a estar ahí, y la mejor forma de pagarle al Señor es con un sí, dándome a los demás”, dijo.
Para él la formación es muy importante, pero el contacto con las personas es lo que aviva la vocación. “El contacto que tenemos es maravilloso, la práctica y la experiencia están afuera, uno se da cuenta de que esta es la gente con la que quiere trabajar y esta es la gente por la que quiero entregar mi vida”, agregó.
Sacerdotes de la Iglesia universal
Para el vicerrector, el Reverendo Joseph Kraff, la oportunidad de hacer misión es fundamental dentro de la formación sacerdotal, pues “tienen que aprender que son sacerdotes para la iglesia universal, y por eso deben de conocer la importancia de un sacerdocio para todos”.
Explicó que el seminario ofrece esta experiencia misionera desde hace 20 años, y que hoy es incluso un requisito fundamental para la ordenación. Por mucho tiempo se llevó a cabo en Nicaragua, sin embargo, por la situación política de ese país ya no es posible. Por eso se buscaron opciones y la Diócesis de Limón representó todo lo que necesitaban para vivirla a plenitud.
El próximo año celebraremos el aniversario número 100 de nuestro seminario, en los Estados Unidos hay 48 seminarios mayores y nosotros somos el segundo en número de seminaristas, hay 135 muchachos, y para ellos es que estamos formando esta nueva misión en Costa Rica, en la Diócesis de Limón, la gente acá es muy amable y les agradecemos todo lo que han hecho por nosotros”, concluyó.