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Viernes, 26 Abril 2024
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Mirando la cruz

Febrero 21, 2024

Con el miércoles de ceniza hemos iniciado este tiempo tan hermoso que la Iglesia nos ofrece, un tiempo de conversión, ayuno, abstinencia, pero ante todo de oración. Tiempo en el cual nos preparamos para la gran fiesta de la pascua, es el camino que recorremos junto a Jesús en cuarenta días contemplando su pasión y muerte, para reunirnos luego como una sola iglesia para pregonar unánimes la resurrección.

Es un caminar con Cristo, con su cruz, sin ella no tendrá sentido este caminar. Se nos pide mortificarnos, incomodarnos y pues bueno no solo de visible o físico (no comer carne, “dejar de comer” o reducir las porciones etc.) sino también desde lo interior. Por nuestra humanidad caemos fácilmente en el mal, en el pecado, una y otra vez, pero nos cuesta mucho acercarnos al sacramento de la reconciliación, sacramento por el cual el Señor perdona nuestras muchas faltas, nos muestra su gran misericordia; pues bien, este es el tiempo favorable este es el tiempo de la salvación 2Cor 6,2, es acercarnos con un corazón contrito y humillado que busca la salvación, el amor y la reconciliación con Dios.

A través del signo de la ceniza se nos da un preámbulo de lo que viviremos posteriormente ya que con fuego se ha dispuesto dicho signo y con fuego celebraremos la resurrección de Jesucristo, venciendo la muerte en la cruz.

De regreso al Seminario

Febrero 21, 2024

Dice la Ratio Fundamentalis, que la formación del seminario es única, integral, comunitaria y misionera. Después de un tiempo de descanso y de compartir con los familiares, amigos y demás fieles de la parroquia de origen, llega el momento de volver a la casa de formación, el seminario, pues es la casa de aquel que sigue a su Maestro y configura su vida con los sentimientos del Buen Pastor. Algunos en sus primeros años, otros a la mitad de vivir en el seminario y los que van concluyendo su vivencia en la casa de formación.

El Seminario, lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, tiene esta doble realidad, pero se convierte en el espacio donde el Señor habla y llama, así como lo experimentó Moisés en la zarza ardiente. Es un lugar sagrado para profundizar y perseverar en el encuentro con el Señor, para continuar con el proceso de discernimiento y formación, cultivado en la oración.

Desde nuestra condición de bautizados estamos llamados a la conversión. Estar en la casa de formación se convierte en el camino por el cual somos llevados por su gracia para que Dios siga hablando al corazón y volvamos nuestra mirada hacia Él, pese a nuestras limitaciones y debilidades. Implica poner todo nuestro empeño confiando en que el Señor hace su obra en medio de nosotros.

No todos los seminaristas hablaban español, sin embargo, el amor demostró ser el idioma universal.

Un grupo de 30 seminaristas estadounidenses vivió la semana pasada una experiencia misionera en la Diócesis de Limón, como parte de su proceso formativo hacia el sacerdocio.

Se trató de jóvenes del Notre Dame Seminary, de Nueva Orleans, uno de los dos más grandes del país norteamericano, que en total posee 48 casas de formación sacerdotal. Su visita fue gestionada a través del Padre Pablo Escrivá, sacerdote misionero español que actualmente sirve en la Diócesis de Limón.

Acompañados por el vicerrector el Padre Joseph Krafft y las colaboradoras laicas Lauren Lagarte y Stacy Pellerin, desarrollaron distintas actividades, desde el diálogo con el obispo, sacerdotes y seminaristas, el encuentro con las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa, hasta la visita y presencia misionera en varias comunidades indígenas de la diócesis.

En sus palabras de bienvenida, Monseñor Javier Román les agradeció escoger esta Iglesia particular para su experiencia de misión. Les habló de sus proyectos y de cómo ha aprendido que lo importante de ser sacerdote es estar con el pueblo de Dios, “ser uno más de ellos, caminar a su lado y sentir con ellos todas sus alegrías y tristezas”.

Junto a las Hermanas de la Caridad, los seminaristas conocieron el servicio que se ofrece a personas en vulnerabilidad del centro de la provincia, como son los habitantes de la calle. Las apoyaron en la cocina, la limpieza y el orden en general de la casa.

En todo momento, vestidos con su camisa y cuello clerical, como se acostumbra que lo hagan los seminaristas en Estados Unidos, demostraron voluntad de servicio y ganas de entregarse como futuros sacerdotes, tal y como fue agradecido por las propias religiosas.

 

El lenguaje del amor

 Luego el grupo se preparó para ingresar al territorio indígena de la diócesis. Específicamente se dirigieron a las comunidades de Alto Cohen, Arrocera y Bellavista. Hasta un punto determinado llegaron en vehículos de colaboradores de la diócesis y posteriormente tuvieron que caminar durante varias horas para llegar a su destino.

Ya instalados, los jóvenes cumplieron uno de sus sueños: poder desarrollar una misión entre las familias indígenas. No todos hablaban español, sin embargo, el amor demostró ser el idioma universal: junto a la celebración de los sacramentos, como la Eucaristía, compartieron con los habitantes, les ayudaron en sus tareas, les sirvieron alimentos y hasta jugaron con los niños.

En una ferretería, una panadería, una fábrica o una oficina parroquial, como meseros, sacristanes o ingenieros. Al finalizar el año lectivo en el Seminario Nacional, como parte de su formación, los muchachos deben realizar una experiencia laboral durante las vacaciones.

Esta semana los seminaristas están de misión en las ocho diócesis del país. Por esa razón, en estos días ellos brindarán su apoyo a proyectos de Pastoral Social y realizarán encuentros con diversos grupos parroquiales, entre otras actividades.

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