Face
Insta
Youtube
Whats
Jueves, 09 Mayo 2024
Suscribase aquí

Se trata de dos propuestas expositivas: la primera, en torno a la historia de la Diócesis de Alajuela; la segunda, una muestra de arte sacro del escultor e imaginero alajuelense Manuel “Lico” Rodríguez Cruz. 

 

El 16 de febrero de 1921, con la creación de la Provincia Eclesiástica de Costa Rica, el Papa Benedicto XV erigió como tal a la Diócesis de Alajuela, la Arquidiócesis de San José y el Vicariato Apostólico de Limón.

Por eso, dentro del marco del Año Jubilar decretado por los obispos, estamos a las puertas de la gran celebración del Centenario de existencia de estas Iglesias particulares.

En el caso de la Diócesis de Alajuela, dichas celebraciones comenzarán con la apertura de dos exposiciones conmemorativas en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría (MHCJS), a partir del próximo 19 de enero y hasta el 14 de marzo.

La primera muestra ofrecerá una síntesis histórica de la Diócesis de Alajuela. Se mostrarán retratos de los siete obispos, entre 1921 y 2021; atuendos, reliquias y otros elementos de interés.  

La segunda exposición consiste en una minuciosa selección de obras de arte religioso, elaboradas por el escultor e imaginero alajuelense, Manuel “Lico” Rodríguez Cruz (1833-1901), que han sido prestadas por los distintos templos y parroquias de la diócesis que las custodian para la veneración de los fieles.

La iniciativa es apoyada por la Comisión de Cultura y Educación (CONACE) de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.

En la madrugada, cuando aun no ha salido el sol, en el templo se escuchan las voces de Los Madrugadores, quienes le cantan a Nuestra Señora. Se trata de padres, esposos, solteros, trabajadores, hijos, estudiantes, quienes se reúnen cada 15 días temprano en la mañana para dar gracias, orar y pasar un tiempo fraterno.

Estos grupos nacieron en Chile hace 31 años. Se trata de una corriente de vida, con iniciativa Pastoral-Laical, que surge del Movimiento Schoenstatt, por iniciativa de laicos y que no excluye a ningún hombre.

En Costa Rica comenzaron hace 13 años, actualmente hay aproximadamente 700 integrantes, divididos en 25 comunidades, según informó, Carlos Alfaro, coordinador nacional de Madrugadores Costa Rica.

De acuerdo con Alfaro, el grupo representa “una gran oportunidad para los varones que se han alejado de la Iglesia”, al tiempo que es una oportunidad para “meditar, rezar, cantar y compartir con otros”.

Los encuentros se realizan usualmente cada 15 días, inician temprano en la mañana, entre las 5:00 a.m. y las 6:00 a.m., dependiendo de cada comunidad. Al ingresar, el templo permanece en silencio, no hay iluminación y al momento se expone el Santísimo Sacramento.

 

¿Quiere ser un madrugador?

Los interesados en formar parte de Los Madrugadores pueden contactar al grupo de su parroquia, escribir al Facebook: Madrugadores Costa Rica, o comunicarse con Carlos Alfaro al 8389-9021.

 

La prisión federal de Terre Haute, en Indiana, Estados Unidos, es el último lugar donde pasan sus días los condenados a morir en ese país. En realidad, mucho más que días, pueden pasar años en medio de la incertidumbre y la soledad.

Corredor de la muerte es el nombre que se le da a la celda de los condenados a muerte, a menudo es una sección de una prisión, donde se encuentran las celdas de los individuos que esperan la ejecución.

Luego de que un individuo es encontrado culpable de un crimen y sentenciado a muerte, permanecerá en el corredor de la muerte mientras continúa cualquier procedimiento de apelación, y luego el tiempo necesario para la ejecución.

La administración Trump reactivó con fuerza estas ejecuciones desde el 14 de julio anterior, luego de una pausa de 17 años y solo tres muertes desde 1964.

De hecho, del 10 de diciembre al 15 de enero, cinco días antes de la fecha prevista para la toma de posesión de Joe Biden, hay programadas otras cinco, incluida la de Lisa Montgomery, la primera mujer ejecutada desde 1953.

Uno de los últimos ejecutados fue William LeCroy, quien murió el pasado 22 de setiembre, en la sexta de las ocho ejecuciones llevadas a cabo desde verano por el Gobierno federal. LeCroy fue condenado por la violación y el asesinato de una mujer en 2001.

Ese día, al atardecer, funcionarios de la prisión federal amarraron al prisionero a una camilla y le inyectaron una dosis mortal del fármaco pentobarbital. Testigos informan que los párpados de LeCroy se cerraron y su abdomen se agitó sin control durante varios minutos antes de que sus labios se pusieran azules y se quedara quieto. LeCroy fue declarado muerto poco después de las 9 de la noche, hora local.

 

Presencia católica

 

A pesar de lo crudo y lo inhumano de su muerte, LeCroy no estuvo solo. Las Hermanas de la Providencia de Saint-Mary-in-the-Woods, a las que pertenece Battista, llevan años atendiendo a los internos católicos de la prisión federal de Terre Haute (Indiana), incluidos los del corredor de la muerte.

Un estudio de la universidad de Oxford[1] asegura que, por la automatización, en poco más de una década, el 47% de los empleos existentes se podrían extinguir. Si hubiese leído esa investigación antes del covid19, diría que los pastores de almas teníamos, a Dios gracias, nuestros trabajos garantizados, pero, estos nueve meses de pandemia, sujetos a circunstancias adversas e inusitadas, me han sembrado incertidumbre.

Parroquias virtuales, misas transmitidas a la hora que quiera y con celebrantes según mi gusto y necesidad, amén de aplicaciones para rezar, entre muchas opciones, deben disparar las alertas de frente a un futuro en el que la demanda pastoral también cambiará.

Recordemos que no debe “ponerse vino nuevo en odres viejos”[2] y el Papa Francisco, al comentar este texto enseña: “la Iglesia nos pide a todos nosotros algunos cambios. Nos pide que dejemos de lado las estructuras anticuadas: ¡no sirven! Y que tomemos odres nuevos, los del Evangelio”.[3] Sin embargo, los cambios sustantivos no se dan, la “conversión pastoral” sigue siendo un enunciado y nos aferramos al cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”.[4]

Los Seminarios, como estructura eclesial, sí o sí, deben entrar en esta lógica. Los seminaristas son jóvenes de este tiempo, miembros de una sociedad cada vez más secularizada y relativista y viven en una época que está generando una verdadera emergencia formativa, tanto en los principios teóricos como del comportamiento.[5]

Desde el año 1992, Pastore Davo Vobis planteaba la urgencia de retomar una formación sacerdotal adecuada a las presentes circunstancias eclesiales y culturales, salvaguardando siempre la identidad sacerdotal. “En realidad, las nuevas generaciones de los que son llamados al sacerdocio ministerial presentan características bastante distintas respecto a las de sus inmediatos predecesores y viven en un mundo que en muchos aspectos es nuevo y que está en continua y rápida evolución. Todo esto debe ser tenido en cuenta en la programación y realización de los planes de formación para el sacerdocio ministerial.”[6]

La formación sacerdotal debe ser integral, “haciendo especial hincapié en todo lo que permite una visión histórica, simbólica y ética, que enmarque las dimensiones más analíticas del saber científico.” [7]

No reniego de mi formación sacerdotal, más bien agradezco a cada uno de mis formadores su aporte, pero esa instrucción respondía a una Costa Rica distinta, a la de 30 años atrás y aquel pensum académico, para todo efecto prehistórico, poco ha variado en contenidos. 

“El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas”.

Así fue como San Juan Pablo II dio inicio a la Encíclica Evangelium Vitae, el 25 de marzo de 1995. Al mismo tiempo, advertía: “La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida”, (numeral 58).

El Magisterio señala el aborto como un delito abominable. Lamentablemente, esta mentalidad y esta crisis moral llegó hace muchos años a Costa Rica, y ahora se materializa con la aprobación del “Protocolo de Atención Clínica para el procedimiento médico vinculado con el artículo 121 del código penal: Interrupción Terapéutica del Embarazo”.

Ya hace un año el Poder Ejecutivo había aprobado la Norma que facultaba lo que es el mal llamado “aborto terapéutico” en dirección contraria a lo que han sido los valores y la cultura de la vida por la cual abogó siempre nuestra nación.

En este espacio de Fermento, hace escasos días, les hablaba de que 32 países firmaron el pasado 22 de octubre la Declaración de Ginebra: Consenso sobre el fomento de la salud de las mujeres y el fortalecimiento de la familia.

Entonces indicaron estas naciones: “que no existe un derecho internacional al aborto, ni recae sobre los Estados una obligación internacional de financiar o facilitar los abortos, en consonancia con el consenso

internacional de larga data de que cada nación tiene el derecho soberano de implementar programas y actividades coherentes con sus leyes y políticas”. Lamentablemente Costa Rica no figuró en esa lista de países signatarios, y más bien tomó la ruta contraria.

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad