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Preservar la vida humana, de toda persona en toda circunstancia

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar UJPll / Diplomado en Gerontología CIESS Febrero 05, 2024

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la eutanasia como aquella “acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente”.

Esta definición resalta la intención del acto médico, es decir, el hecho de querer provocar voluntariamente la muerte de otro.

La eutanasia se puede realizar por acción directa: proporcionando una inyección letal al enfermo, o por acción indirecta: no proporcionando el soporte básico para su supervivencia.

En ambos casos, la finalidad es la misma: terminar con una vida enferma. Esta acción sobre el enfermo, con la intención de sacarle la vida, se llamaba, se llama y debería continuar llamándose homicidio.

La información y el conocimiento del paciente sobre su enfermedad y su demanda libre y voluntaria de poner fin a su vida, el llamado suicido asistido, no modifica el hecho que sea un homicidio, ya que lo que se propone entra en grave conflicto con los principios que han regido el derecho y la medicina hasta nuestros días. Mi madre, el pasado 15 de enero cumplió 90 años de vida, con una salud frágil por el paso de los años, lleva años sufriendo las inclemencias del Alzheimer y ha sobrevivido a varios infartos cerebrales y cardiacos, estos últimos en el año 2007. En estos últimos días de enero fue hospitalizada en la Unidad Coronaria del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia, desde su llegada a emergencias fue tratada con dignidad respeto y consideración en todo momento la calidez humana del Capital Humano hospitalario se demostró, me explicaron la gravedad de la situación y sobre todo de las consecuencias y riesgos que conlleva a su edad la colocación del marcapasos, en todo momento sentí el verdadero interés de ayudarla a sobrevivir. El proceso de colocarle un marcapasos a sus 90 años y con Alzheimer fue exitoso, ahora tendrá una mejor calidad de vida.

Como cristiano vino de inmediato a mi mente la situación que en muchos países viven personas adultas mayores en las mismas condiciones de mi madre y personas con enfermedades mentales crónicas, en esos países la solución que ofrecen   es la eutanasia algo incompatible con nuestros valores cristianos.

La eutanasia es un acto que busca provocar la muerte a una persona enferma, que comporta graves consecuencias familiares, sociales, médicas, éticas y políticas.

Su despenalización modificará desde sus raíces las relaciones entre las generaciones y los profesionales de la medicina.

El informe Remmelink sobre la práctica de la eutanasia en Holanda rebela la cifra de mil muertos por eutanasia involuntaria (sin consentimiento) durante el año 1990. Estos mil pacientes eutanasiados son mil razones poderosísimas para oponerse a la eutanasia activa.

Igualmente, en los casos en que la eutanasia la solicita el paciente, existe un grave problema ético porque se trata de una derrota social y profesional ante el problema de la enfermedad y la muerte.

Los casos extremos y la autonomía personal, que siempre son indicados por los partidarios de la eutanasia para su despenalización, no han de generar leyes socialmente injustas, que confrontan el deseo individual con el deber ineludible del Estado a la protección de la vida física de cada ciudadano.

En el debate de la eutanasia están presentes tres cuestiones complejas: el consenso democrático, la dignidad de la persona humana y la autonomía personal. Como país hemos tenido y tenemos la dicha de que personas en fase terminal cuenten con unidades de cuidados paliativos, donde un equipo interdisciplinario de la salud lucha por darle calidad de vida a las personas en condición paliativa, también a nivel universitario se cuenta con una robusta oferta de capacitación a nivel de maestría en Cuidados Paliativos, como el de la Universidad Católica y la Especialización en Orientación Integral de la Universidad Juan Pablo ll, que procuran la formación de profesional basados en los más solidos valores cristianos que potencien ese llamado a decir si a la vida.

El hecho de nacer y el de morir no son nada más que hechos y sólo hechos, adornados naturalmente con toda la relevancia que se quiera.

Precisamente por esto mismo no se pueden considerar dignos o indignos según las circunstancias en que se produzcan, por la sencilla y elemental evidencia de que el ser humano siempre, en todo caso y situación, es excepcionalmente digno, tanto si está naciendo, viviendo o muriendo.

Decir lo contrario es ir directamente en contra de aquello que nos singulariza y cohesiona la sociedad. Legalizar la eutanasia es una declaración de derrota social, política y médica ante el enfermo que no acabará con las perplejidades de la vida, ni de la muerte, ni con las dudas de conciencia de los médicos, de los pacientes y de los familiares.

“El derecho a morir no está regulado constitucionalmente; no existe en la Constitución la disponibilidad de la propia vida como tal, Si existiera este derecho absoluto sobre la vida, existirían otros derechos como la posibilidad de vender los propios órganos o de aceptar voluntariamente la esclavitud.

La autonomía personal no es un absoluto. Uno no puede querer la libertad sólo para sí mismo, ya que no hay ser humano sin los otros.

Nuestra libertad personal está siempre vinculada a la responsabilidad por todos aquellos que nos rodean y la humanidad entera.

La convivencia democrática nos obliga a someternos y aceptar los impuestos, las normas y leyes, que en ningún momento son cuestionados como 3/8 límites a la libertad personal. ¿Por qué no queremos descubrir un bien social en la protección legal de la vida en su final? ¿Qué cultura dejaremos a nuestros hijos si les transmitimos que los enfermos no merecen la protección de todos? Como personas creyentes en Dios, no podemos permitir que algo tan injusto se justifique mediante legislación los y las costarricenses debemos decir decididamente si a la vida en todo momento.

Todos y todas queremos una buena muerte, sin que nos alarguen artificialmente la agonía, ni nos apliquen una tecnología o unos medios desproporcionados a la enfermedad.

Todos queremos ser tratados eficazmente del dolor, tener la ayuda necesaria y no ser abandonados por el médico y el equipo de salud, cuando la enfermedad es incurable.

Todos y todas queremos ser informados adecuadamente sobre la enfermedad, el pronóstico y los tratamientos de que dispone la medicina; que nos expliquen los datos en un lenguaje comprensible, y participar en las decisiones sobre aquello que se nos hará.

Todos queremos recibir un trato respetuoso, que en el hospital podamos estar acompañados de la família y de los amigos sin otras restricciones que las necesarias para la buena evolución de la enfermedad y el buen funcionamiento del hospital.

El acto médico se basa en una relación de confianza en la que el paciente confía al médico su curación, aspecto primordial de su vida, de sí mismo.

En la relación entre los dos no puede existir el pacto de una muerte intencionada.

La eutanasia significará el final de la confianza depositada durante milenios en una profesión que siempre se ha comprometido a no provocar la muerte intencionadamente en ningún supuesto.

La eutanasia deshumanizará la medicina: sólo desde el respeto absoluto es posible concluir que todas las vidas humanas son dignas, que ninguna es indispensable o indigna de ser vivida.

La eutanasia frenará el progreso de la medicina: los médicos se irán volviendo indiferentes hacia determinados tipos de enfermedad, no habrá razones para investigar en los mecanismos patogénicos de la vejez, de la degeneración cerebral, del cáncer en estadio terminal, de las malformaciones bioquímicas o morfológicas, etc.

La solución pasa por dar una cura integral a quien morirá pronto, tratando sus sufrimientos físicos y psíquicos, sociales y espirituales.

Este es el fundamento de la medicina paliativa, que, desde la perspectiva del respeto absoluto que se debe a toda persona y delante los límites terapéuticos de la propia medicina, pasa a controlar los síntomas de la enfermedad, especialmente la presencia de dolor, y acompañar el enfermo hasta la muerte. Reitero dichosamente los y las costarricenses contamos con esos equipos interdisciplinarios de Paliativistas que un día sí y otro también dicen si a la vida de las personas que atienden con absoluta dignidad.

La solución a los sufrimientos que conlleva la enfermedad no ha de pasar por admitir matar o ayudar al suicidio de las personas enfermas.

Matar nunca es una solución y aún menos el suicidio.

El reto social y médico es desarrollar una medicina paliativa eficaz, que admita la condición de dolor del ser humano y que procure controlar este dolor y aliviar el sufrimiento.

La verdadera alternativa a la eutanasia y al encarnizamiento terapéutico es la humanización de la muerte. Ayudar al enfermo a vivir del mejor modo posible el último período de su vida.

Es fundamental expresarle el apoyo, mejorarle el trato y las curas, y mantener el compromiso de no abandonarlo, tanto por parte del médico como por parte de los encargados de la asistencia, de los familiares y también del entorno social.

Muchos casos de petición de eutanasia son debidos a una “medicina sin corazón”.

La eutanasia se basa en la desesperación y refleja la actitud de “ya no puedo hacer nada más por usted”.

Se ha de ayudar a vivir, pero no siempre es fácil; también se deberá dejar morir, pero matar es una solución demasiado sencilla.

 La respuesta ante la petición de eutanasia no es la legalización de ésta sino una mejor educación y atención sanitaria y social integral.

La medicina paliativa procura responder a cualquier necesidad de los enfermos cuando se encuentren en una fase avanzada de la enfermedad o en situación terminal.

La extensión de los servicios de Cuidados Paliativos en Costa Rica es muy importante para poder atender mejor a estos enfermos.

Agradezco el excelente trato humano del personalmente del Hospital. Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia para con mi madre, al capital humano de enfermería, asistentes etc., ustedes han demostrado los mejores valores con la que se debe basar la salud pública, que es la dignidad de la persona humana, igualmente, en   sucede en la Casa de Misericordia, Pbro. Carlos María Ulloa Pérez, donde reside mi madre, ahí se apuesta a la calidad de vida de sus residentes, con amor y dedicación, como debe ser, digamos siempre si a la vida. 

"No siempre se consigue la curación. Pero siempre podemos cuidar y acariciar al enfermo" Papa. Francisco.

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