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Viernes, 03 Mayo 2024
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La comunicación ha desempeñado un papel vital para promover la vida eclesial y para mantener una conexión significativa entre sus miembros. Su análisis y comprensión son fundamentales para discernir la dinámica de la Iglesia en el mundo. “La comunicación debe ser una gran ayuda para la Iglesia, para vivir concretamente en la realidad, favoreciendo la escucha e interceptando los grandes interrogantes de los hombres y mujeres de hoy”.[1]

Quienes han seguido este humilde aporte constatarán que hemos establecido algunos aspectos que nos permiten vislumbrar las motivaciones, los contextos y el manejo de la comunicación en la Iglesia naciente.

Primeramente, trazamos una ruta a partir de los Evangelios, el libro de los Hechos de los Apóstoles y de algunas cartas neo testamentarias que, junto a otros autores claves en los primeros siglos de la Iglesia, nos permiten entender tanto la comunicación en las primeras generaciones cristianas, como los procesos de instauración de las Iglesias y algunos atisbos sobre la vivencia de su fe y el orden “institucional” en las mismas.

Un acercamiento comunicacional, de orden técnico, enfrenta la particularidad de que, en ese camino recorrido reconocemos a Dios actuando en la historia: “Nuestra salvación, la que Dios quiso para nosotros, no es una salvación ascética, de laboratorio sino histórica y Dios, hizo un camino en la historia con su pueblo”[2]. La Iglesia es “pueblo de Dios” y no una simple sociedad de personas que coinciden en un proyecto común.

Al considerar a Dios como la variante fundamental de nuestro proceso, no olvidamos que la Iglesia “es católica incluso en el sentido de que nada de lo que es humano le puede ser extraño”[3], antes bien ella lo constata, y a veces con dolor, en carne propia.

“Ángel de la guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, ni en las horas de mi última agonía”. Así dice la popular oración. Precisamente, según la tradición católica, los ángeles custodios son considerados como protectores y guías de cada persona a lo largo de la vida terrenal.

En el año 1978 inicié mi escolaridad. Antes pasé por la etapa del Prekínder y Kínder, donde tuve educadoras maravillosas, con una creatividad fuera de serie para enseñarnos. Aprendimos a leer y a escribir en el kínder, ya en primer grado sabíamos leer y escribir perfectamente.

En mi caso vengo de familia de maestras, quienes hicieron lo propio para enseñarme a leer y escribir, Yolanda Madriz, una creativa costurera, me enseñó a perfeccionar la comprensión de lectura a escribir en letra cursiva, a dominar las Matemáticas, Ciencias y los Estudios Sociales, Yola, como cariñosamente la llamábamos, era una maestra innata.

Sabiamente, la Dra. Ana Katharina Müller Castro, ministra de educación, ha cambiado de manera certera y oportuna la directriz que dejaba pasar el primer grado escolar sin que los aprendientes, leyeran y escribieran, grave error de quienes tomaron esa decisión. Sólo durante el último decenio el concepto de “lectoescritura” ha adquirido un rol central en la educación temprana.

Anteriormente, los expertos raramente consideraban la lectoescritura como un aspecto esencial del crecimiento y desarrollo sano entre los niños y niñas. 

La tasa actual de problemas de lectoescritura entre los escolares continúa siendo inaceptablemente alta. Mi hijo, en el año 2020, realizó su primer grado escolar cuando estábamos en lo mejor de la pandemia de Covid-19, ese primer grado fue todo un desastre, aunque mi compromiso como padre me hizo buscar opciones no virtuales para su educación. Al final, terminó su primer grado sin lograr escribir ni leer y sus docentes me decían que no era necesario que aprendiera lectoescritura en primer grado, que cada niño y niña aprender a su tiempo. Este año cursa su tercer grado y gracias a la excelencia académica de sus educadoras ha logrado aprender a leer y escribir.

Este domingo 24 de setiembre la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante. A propósito de ello, los responsables de la Pastoral Social-Caritas y de la Pastoral de Movilidad Humana de la Iglesia Católica en nuestro país dirigen un mensaje centrado en la actual crisis humanitaria que sufren miles de migrantes que atraviesan nuestro país provenientes especialmente de Sudamérica.

“¡Que locura vivir esta lógica de Dios!”, dice entre risas el joven Andrés Constantino Azofeifa, quien celebra su Ordenación Diaconal este sábado 23 de setiembre, a las 10:00 a.m, en el templo parroquial San Francisco de Asís en Tabarcia de Mora, de donde es oriundo.

Su respuesta al llamado del Señor fue gradual. Desde pequeño experimentó el amor de Dios a través del testimonio de sus padres y hermanos. Con 15 años participó en un retiro kerigmático, que describe como un pozo de cual aun saca agua para refrescarse y reponer fuerzas.

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