Hace poco, conversando con un amigo que ultimaba los detalles de su boda, me confesó que estaba preocupado por los gastos que esto implicaba. Sin dudarlo, le dije: “Deja tus preocupaciones en manos de San José” y le sugerí que escribiera una carta encomendándole su necesidad. Sorprendido, exclamó: “¡No lo puedo creer!”, a lo que respondí intrigado: “¿Pero por qué?”
Con emoción, me contó: “¡Vieras que sí lo hice! Hace dos semanas estuve en España y ni te imaginas lo que me pasó. Caminábamos por un parque en Barcelona y, como sabes, me encanta entrar a las iglesias. Pues bien, entré a una dedicada a San José, el Real Santuario de San José de la Montaña, y descubrí que tiene una capilla exclusiva para él, donde la gente puede escribirle cartas y dejárselas pidiendo su intercesión”.
Intrigado por su experiencia, decidí investigar más sobre este santuario y me encontré con una historia fascinante sobre su origen, marcada por la fe inquebrantable de Madre Petra de San José, una religiosa con profunda devoción al santo.
Son tres días de reflexión en torno a la figura de la Virgen María. De esta forma, la Iglesia en nuestro país celebra la primera Jornada Mariológica, la cual cuenta con la participación de Fray Stefano Cecchin, OFM, presidente de la Pontificia Academia Mariana Internacional (PAMI) y un reconocido mariólogo a nivel mundial.
El informe Percepción de la Población Costarricense sobre Valores y Prácticas Religiosas 2024, publicado por la Universidad Nacional, no es una sorpresa. Más bien, es un espejo en el que la Iglesia Católica en Costa Rica se niega a mirarse.
Hoy, apenas el 49,8% de los costarricenses se identifican como católicos, mientras que el 30,8% pertenecen a iglesias evangélicas. Más preocupante aún: solo el 35% de los jóvenes entre 18 y 24 años siguen en la Iglesia. Los demás se han ido, y la pregunta es inevitable: ¿qué hicimos para espantarlos?
Y no, no es culpa del “sesgo” del informe. Ese es el refugio cómodo de quienes prefieren negar la realidad en lugar de afrontarla. Mientras nos entretenemos en disputas institucionales, la Iglesia sigue perdiendo fieles.
La Iglesia Católica en Costa Rica parece estar desconectada. Como si estuviera en “modo avión”: con la apariencia de estar activa, pero sin recibir ni enviar señales. Lo que por definición es un cuerpo vivo, vibrante y misionero, hoy parece un sistema burocrático agotado, más preocupado por su propia estructura que por el anuncio del Evangelio.
Los programas pastorales son más de lo mismo: reciclaje de esquemas que dejaron de funcionar hace décadas. No hay creatividad, no hay audacia, no hay ganas de incomodar. Y lo peor: no hay escucha.