“En medio de tantas palabras diarias, necesitamos escuchar esa Palabra que no nos habla de cosas, sino que nos habla de vida”. Lo recordaba el Papa Francisco el 26 de enero del año 2020, con ocasión de la primera celebración del Domingo de la Palabra de Dios. Para escuchar y comprender la Palabra del Señor, recomienda el Papa, hay que empezar por las pequeñas cosas, como leer “algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo o en el bolso, veámoslo en la pantalla del teléfono”.
En su homilía del 24 de enero de 2021, el Papa Francisco repite que la Palabra de Dios “es la carta de amor escrita para nosotros por Aquel que nos conoce como nadie más. Leyéndola, sentimos nuevamente su voz, vislumbramos su rostro, recibimos su Espíritu. La Palabra nos acerca a Dios”. El Pontífice volvió sobre la cercanía de Dios: “Dios no está -como muchas veces estamos tentados de pensar- allá arriba en los cielos, lejos, separado de la condición humana, sino que está con nosotros”. Una cercanía que se hace concreta:
La Palabra de Dios nos permite constatar esta cercanía, porque -dice el Deuteronomio- no está lejos de nosotros, sino que está cerca de nuestro corazón (cf. 30,14).
Acciones pastorales
El Domingo de la Palabra de Dios pretende subrayar la presencia del Señor en la vida de las personas. Mons. Valentino Bulgarelli, subsecretario de la Conferencia Episcopal Italiana, explica de qué instrumentos dispone la Iglesia para alcanzar este objetivo: “En su tradición, la experiencia de la comunidad cristiana, entre otras cosas relanzada con la constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II, nos recuerda que la esencia del hecho cristiano es un Dios que se revela, que se entretiene con los hombres como con amigos.
Dentro de esta experiencia, la comunidad cristiana ha entendido que todas sus acciones pastorales están necesariamente vinculadas a la Palabra: pienso en la liturgia, en lo que podría ser también la riqueza de la homilía, que es en realidad el compartir, la ruptura de la Palabra dentro de un contexto celebrativo comunitario. Pienso en la catequesis, que es el resonar de esta Palabra, pero más en general en toda la vida de la comunidad: debe ser el eco de esta Palabra de vida que se comunica y se ofrece”.
“Creo” -continúa Bulgarelli- “que este domingo es una oportunidad para recordar los cambios de paradigmas que se están produciendo, generaciones que quizás no han tenido la suerte también de encontrarse, conocer y profundizar en la Palabra de Dios, para llamar la atención sobre esta fuente que es la primera fuente por excelencia de la vida cristiana.
Celebremos en familia
Por supuesto que la celebración por excelencia del Domingo de la Palabra ha de ser en la Eucaristía, donde la Iglesia nos nutre con la Palabra de Dios, expuesta en los textos sagrados y en la mesa del Pan de Vida que es Cristo. Cada domingo es un domingo de la Palabra. Pero, una forma estupenda de hacerlo y darle relevancia, puede ser en familia. Pues la familia un lugar privilegiado para la transmisión y recepción de la fe, pues es la propia familia donde, de generación en generación, se comparte desde la experiencia lo recibido, es decir, las convicciones y certezas que surgen de la propia vida.
Por eso, el Centro Nacional de Catequesis, pone a disposición una celebración familiar de este domingo, que lo pueden encontrar en su página web, digitando: cenacat.org. Luego: “Recursos”, siguiendo en Sección de Animación Bíblica de la Pastoral y bajando este subsidio (Domingo de la Palabra 2024). Es una propuesta que quiere enfatizar la responsabilidad de los padres en la transmisión de la fe y en el encuentro personal de sus hijos con Jesucristo, demostrando la importancia de acoger la Palabra de Dios, tanto para los padres como para los hijos, porque la Palabra no puede transmitirse si no ha sido recibida primero.
Como enseñaba el Papa San Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Ecclesia en América: La Palabra de Dios, leída asiduamente en la familia, la constituye poco a poco como iglesia doméstica y la hace fecunda en humanismo y virtudes cristianas; allí se construye la fuente de las vocaciones (E A 46)