Según los registros de los Fondos Antiguos del Archivo Eclesiástico Arquidiocesano de San José, la historia de fe de lo que hoy conocemos como la Parroquia San Juan Bautista Norte comenzó a gestarse en 1892.
Las visitas pastorales, los informes del sacerdote del Curato de Santa María de Dota y las constantes cartas de los vecinos dirigidas a Monseñor Bernardo Augusto Thiel marcaron el inicio del camino hacia la erección de esta comunidad parroquial.
Inicialmente, los fieles de San Juan de Tobosi y sus alrededores se reunían en una pequeña capilla ubicada en el caserío llamado San Juan de Minas, al norte de donde hoy se levanta el templo parroquial. Esta ermita, bajo la advocación de San Blas, dependía pastoralmente del Curato de Santa María de Dota. Así lo indican los relatos transmitidos oralmente de generación en generación.
El interés de los vecinos por construir un templo nuevo para la adecuada celebración de los sacramentos y el apoyo del sacerdote del Curato, quien solicitó la separación del territorio pastoral, fueron determinantes para que, el 8 de marzo de 1909, el obispo de origen alemán Juan Gaspar Stork Werth erigiera la comunidad como coadjutoría provisional. El sacerdote Juan Lorenzo Elcoro fue nombrado el primer administrador espiritual de esta naciente estructura eclesial.
El libro de Acuerdos N.º 8, del 8 de marzo de 1909, recoge las palabras del obispo: “Con el objeto de facilitar la cura de las almas y que los fieles puedan con mayor facilidad cumplir con sus deberes de cristianos, hemos determinado nombrar y con firma del presente acuerdo al Señor Pbro. Juan Lorenzo Elcoro para la administración de San Juan de Tobosí, conforme a los acuerdos y prerrogativas que en nuestra diócesis tienen los coadjutores en territorio separado”.
Primer templo (San Juan de las Minas).
El territorio inicial de la coadjutoría comprendía San Juan de Tobosí, Corralillo, Los Frailes, San Cristóbal y el caserío de El Rosario, que anteriormente pertenecía a la Parroquia de Desamparados.
Tras completar la construcción de la nueva ermita y con informes favorables de las autoridades eclesiásticas, que confirmaban la colaboración activa de la feligresía, se erigió oficialmente la Parroquia de San Juan de Tobosi el 15 de mayo de 1910.
En sus inicios, la parroquia contaba con 15 filiales, entre ellas Corralillo, San Cristóbal Norte, Los Frailes, Llano de Los Ángeles, Bustamante, Copalchi y El Rosario. Con el tiempo, y a medida que surgían nuevas comunidades, se agregaron más filiales bajo su guía pastoral.
Debido a la extensión del territorio parroquial, en varias ocasiones los párrocos solicitaron al obispo una reestructuración. Como resultado, nacieron tres parroquias hijas: San Cristóbal Norte, Los Frailes y Corralillo, dejando como filiales de San Juan Bautista Norte a El Rosario, Loma Larga, El Alumbre, El Manzano, Chirogres, Guadarrama y San Juan Sur. Posteriormente, se incorporaron Río Conejo, La Joya y Quebrada Honda.
Aunque inicialmente la parroquia estuvo bajo el patronato del Sagrado Corazón de Jesús, con el paso del tiempo se nombró a San Juan Bautista como nuevo patrono, figura que da nombre a la parroquia hoy.
Cuenta la historia que un día como hoy, pero de 1224, hace exactamente 800 años, Francisco de Asís, tras un intenso período de actividad apostólica, se retiró al Alverna para realizar una cuaresma de ayuno y oración, como era su costumbre. Precisamente en este contexto de silencio y oración, el Poverello recibió la visita del Serafín alado, ya que sólo el silencio permite escuchar y acoger al que habla.
En el Alverna, el profundo deseo que animaba al Poverello a seguir a Cristo y a conformarse totalmente con Él, se hizo realidad en el encuentro con el Crucificado, imprimiendo los signos del amor en su corazón y en su cuerpo. San Buenaventura resume así la experiencia de Francisco: «El verdadero amor de Cristo había transformado a este amante suyo en la misma imagen del Amado» (Leyenda mayor 13, 5). El encuentro con el Amado se convierte en canto de alabanza; por eso Francisco, tras el encuentro con el Crucificado, compone las Alabanzas del Dios Altísimo, una oración que brota de un corazón enamorado, totalmente centrado en el Tú divino: «Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo…» (Alabanzas del Dios Altísimo 1-2).