El Papa León XIV contó que tomó su nombre en referencia a León XIII, quien afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran Revolución Industrial. Justamente, la Encíclica Rerum Novarum cumple 134 años de haber sido publicada.
El recién electo pontífice dijo: “Hoy la Iglesia ofrece a todos su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”.
Rerum Novarum, de León XIII, es un documento trascendental, considerado fundamento del magisterio social moderno de la Iglesia y, 134 años después, su mensaje aun tiene vigencia en el mundo de hoy.
Contexto
La Revolución Industrial comenzó a mediados del siglo XVIII y trajo consigo grandes cambios en todos los ámbitos, como el social, político y económico.
Se pasó de una producción de pequeña escala y artesanal a una de gran escala. Cobraron fuerza ideologías políticas y económicas como el liberalismo y el socialismo. Hubo incluso importantes cambios demográficos, por ejemplo, familias enteras que migraron del campo a la ciudad, incluso transportados en los barcos o los trenes a vapor de la época.
Con las ventajas de la industrialización, unos pocos lograron acumular mucha riqueza, mientras que muchos otros vivían en condiciones inhumanas. Jornadas extenuantes de más de 16 horas diarias, salarios miserables, nula seguridad social, trabajos esclavizantes, que aguantaban hombres, mujeres y hasta niños en fábricas y minas, entre otros atropellos.
Por entonces también, los socialistas y marxistas se alzaban como los defensores de los trabajadores (oprimidos), motivaban la lucha de clases, atizaban la furia contra los patronos (opresores) y surgían numerosos actos de violencia.
León XIII, electo Papa en 1878, observaba atento estas realidades, miraba las injusticias que sufrían tantos trabajadores, los peligros de las ideologías y decidió que era momento de brindar un mensaje que trascendiera las conciencias.
No es que la Iglesia permaneciera indiferente, de hecho, ya por entonces había importantes iniciativas católicas que buscaban responder a las necesidades de los trabajadores. Un ejemplo, es el aporte de Wilhelm Emmanuel von Ketteler, un obispo alemán que en su obra La cuestión obrera y el cristianismo de 1864, ya hablaba del derecho a asociación, salario justo, y rol del Estado.
¿Qué dice la encíclica?
De inicio, Rerum Novarum analiza el contexto: Riqueza en manos de pocos, pobreza en la inmensa mayoría; de esto se sirven hombres turbulentos y astutos para torcer el juicio de la verdad e incitar a la violencia.
“Un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”, dice el numeral 1.
En el siguiente agrega: “Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes”.
El Papa León XIII observa ya entonces los peligros de la eliminación de la propiedad privada, pues señala que no soluciona los problemas, sino que más bien puede aumentarlos. “Debe rechazarse de plano esa fantasía del socialismo de reducir a común la propiedad privada, pues que daña a esos mismos a quienes se pretende socorrer” (Num 11)
Además -expone-, se trata de un derecho natural, es decir, que está arraigado a la naturaleza del hombre. “El animal encuentra en la naturaleza lo necesario; el hombre lo transforma, lo adapta, lo conserva”, explica la encíclica.
Aclara, eso sí, que la propiedad privada debe servir para el bien común. El numeral 17 es claro en ese sentido: “Distinguir entre la recta posesión del dinero y el recto uso del mismo”.
Añade: “Poseer bienes en privado, según hemos dicho poco antes, es derecho natural del hombre, y usar de este derecho, sobre todo en la sociedad de la vida, no sólo es lícito, sino incluso necesario en absoluto”.
“Si se pregunta cuál es necesario que sea el uso de los bienes, la Iglesia responderá sin vacilación alguna: “En cuanto a esto, el hombre no debe considerar las cosas externas como propias, sino como comunes; es decir, de modo que las comparta fácilmente con otros en sus necesidades. De donde el Apóstol dice: `Manda a los ricos de este siglo... que den, que compartan con facilidad`”, escribe.
Asimismo, León XIII apunta que si una familia se encuentra en una situación de extrema angustia, “es justo que los poderes públicos la socorran” (Num. 10).
No había límites ni regulaciones
Precisamente, en el contexto de la época, las ideas liberales de entonces estaban en boga y promulgaban básicamente que el Estado no debía intervenir en la economía. Así, las empresas y las fábricas muchas veces no tenían límites ni regulaciones, por lo que podían cometer abusos, explotar a los trabajadores y someterlos a condiciones miserables, sin ningún tipo de consecuencia.
La encíclica también hace sus señalamientos en este sentido. “Si la clase patronal oprime a los obreros con cargas injustas o los veja imponiéndoles condiciones ofensivas para la persona y dignidad humanas; si daña la salud con trabajo excesivo, impropio del sexo o de la edad, en todos estos casos deberá intervenir de lleno, dentro de ciertos límites, el vigor y la autoridad de las leyes” (Num. 26).
En numeral 32, por ejemplo, señala: “Si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta, aun no queriéndola, una condición más dura, porque la imponen el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia, contra la cual reclama la justicia”.
Hacia el final, Rerum Novarum propone que los trabajadores tengan la posibilidad de desarrollarse y poseer bienes materiales, que sirvan de incentivo para hacer su trabajo. Esto, ayudaría a reducir la desigualdad y cegar “abismo entre las extremadas riquezas y la extremada indigencia” (Num. 33).
Impacto y actualidad
La Encíclica marcó un antes y un después. Se convirtió en fundamento de lo que hoy se conoce como el Magisterio Social de la Iglesia. Una referencia para otros documentos futuros.
Entre los sucesivos textos que también abordan la cuestión social están: Quadragesimo Anno (1931) de Pío XI, Mater et Magistra (1961) de Juan XXIII, y Centesimus annus (1991) de Juan Pablo II.
El Pbro. David Solano, sociólogo y director de la Escuela Social Juan XXIII, aclara que la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) obedece a un proceso de discernimiento de las realidades sociales desde los valores del Evangelio, esto la Iglesia lo ha hecho desde el Siglo I.
Incluso, pueden buscarse antecedentes de doctrina social en el Antiguo Testamento, particularmente en el Libro de Levítico, donde se encuentran pasajes sobre la justicia social, la explotación de los trabajadores y la protección de los vulnerables (Lv. 19, 9-10/ Lv. 25, 10 / Lv. 19,13).
No obstante, es hasta 1891 que ese proceso de discernimiento de larga data se concretiza en un documento escrito, Rerum Novarum (De las cosas nuevas, en latín). Con él, se inaugura lo que se conoce como Magisterio Social de la Iglesia, que incluye a todos los documentos en materia social de todos los papas siguientes.
La encíclica tuvo un impacto profundo y duradero. Por supuesto, no cayó bien entre los sectores liberales (por apoyar la organización de los trabajadores) ni entre los socialistas/marxistas (por defender el derecho a la propiedad privada). Sin embargo, fue muy bien recibida por los fieles y el clero.
De hecho, fue un impulso para movimientos de trabajadores cristianos y para la organización de sindicatos con valores cristianos. Hubo gobiernos que iniciaron reformas en busca de una mayor justicia en el ámbito laboral.
Sirvió también para demandar salarios justos, prohibir el trabajo infantil, reducir las horas de la jornada laboral y reconocer el derecho de los trabajadores a asociarse, primero el sindicalismo, pero luego surgen otras formas de organización como el cooperativismo e incluso en Costa Rica en la década de 1940 nació el solidarismo.
En nuestro país, por ejemplo, inspiró a Mons. Bernardo Augusto Thiel, II Obispo de San José, para publicar la Carta sobre el Salario Justo (1893), donde señaló injusticias que se daban en el territorio nacional con los trabajadores.
“Para mí Thiel hace esa genialidad, toma la Rerum Novarum y la adapta a la condición costarricense, incluso hace cálculos matemáticos para decir que el justo salario en Costa Rica en 1893 debe ser de tanto”, comentó el Padre David.
Luego también Mons. Víctor Sanabria, igualmente inspirado por todo este Magisterio, va a luchar a favor de la Reforma Social de los 40, que trae consigo la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social, las garantías sociales y el Código de Trabajo, entre otros avances.
Asimismo, Mons. Sanabria motivó la organización de trabajadores en sindicatos cristianos, uno de ellos es la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum (CTRN), que se mantiene activa hasta el día de hoy.
El Padre David, además, destaca la visión que tuvo León XIII y lo considera un precursor de lo que el Vaticano II llamará el diálogo Iglesia-Mundo.
De León XIII a León XIV
Efecto, León XIV habla que el mundo está frente a otra Revolución Industrial. Como señala el Padre David, estamos frente a una revolución tecnológica que no es la primera ni la última, pues hay quienes hablan de una quinta revolución tecnológica en curso.
“Me parece que el Papa es un hombre que está bastante informado de lo que está pasando en el mundo de hoy, cuando sale al paso y habla de que las condiciones de las familias de los trabajadores y del trabajo hoy exigen una palabra y una acción de la Iglesia. Esa es la motivación profunda para escoger el nombre de León”, expresó el sacerdote.
Como en la época de León XIII, hoy se producen grandes transformaciones en todos los ámbitos. Según apunta el Padre David, no se trata solo del impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en el campo laboral, sino de cuestiones más amplias, como la manera de relacionarse, quitar la gestionar el conocimiento, las oportunidades para las personas, las brechas que se generan, ya no solo salariales sino laborales y tecnológicas.
“El Papa es consciente de que la Inteligencia Artificial puede desplazar, por ejemplo, mano de obra y dejar a la gente sin trabajo, por consiguiente sin un salario, lo que lleva a desigualdades y pobreza pavorosas, así como a un deterioro de las condiciones de vida”, agregó.
Por otro lado, el entrevistado hace un llamado a evitar satanizar la Inteligencia Artificial y las nuevas tecnologías, pues se trata de avances científicos que pueden servir bastante incluso para la evangelización. Advierte que, a pesar del temor que puede haber por las consecuencias negativas, sino se aprovechan y se rechazan de plano, pueden convertirse en una herramienta para generar mal.
Así que motiva a apropiarse de las nuevas tecnologías y transformarlas para beneficio de la humanidad y del mensaje de Cristo.