En Costa Rica hay construcciones asociadas a este tipo de arquitectura, entre ellas, el edificio anexo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos, la Contraloría General de la República, el Archivo Nacional y el Museo del Banco Central (debajo de la Plaza de la Cultura), entre otros.
Pero también hay tres templos católicos que poseen este estilo arquitectónico: la Catedral de Limón, el Templo Votivo al Sagrado Corazón de Jesús y el Templo Nuestra Señora de Fátima, en Los Yoses, San Pedro de Montes de Oca.
El Templo Votivo
Ubicado en el Barrio Francisco Peralta, en San José, el Templo Votivo al Sagrado Corazón de Jesús fue construido en 1977 y diseñado por Raúl Goddard (quien también hizo el de la Contraloría y el Edificio Franklin Chang Díaz). Destaca por su fachada, donde se puede apreciar el concreto expuesto y el vitral más grande que hay en el país.
Justamente, merece un comentario particular el gran y hermoso vitral en la parte frontal (casi 19.000 piezas de vidrio montadas en 252 paneles), inspirado en las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa María de Alacoque. Esta obra, a cargo de Sylvia Laks, genera una atmósfera de acogida, principalmente por las tardes.
El arquitecto, Marco Tulio Murillo Quesada, señala que la altura juega un papel importante dentro del concepto de proporción en la arquitectura. “Genera una linealidad hacia el costado del templo, con lo cual busca enmarcar la cruz que está en el altar, es decir, “el centro del templo no es el centro”.
Detalla además, que el crucifijo se encuentra a la derecha, esto para enmarcar el sentido de “Jesús a la derecha del padre”, lo que “se refuerza más por la linealidad que se genera a nivel de cubiertas y cielos”.
Catedral de Limón
Después del terremoto de 1991, la Catedral de Limón quedó destruida, por lo que hubo que construir una nueva. La “nueva” catedral fue construida en 2010 tras muchos esfuerzos. Fue diseñada por Raúl Goddard (el mismo que hizo el diseño del Templo Votivo) y se tomaron en cuenta las pautas surgidas a partir del Concilio Vaticano II.
Se caracteriza porque no existen columnas internas y en sus paredes no hay imágenes ni confesionarios. El altar está al mismo nivel del resto y no hay ningún tipo de barrera o balaustrada. Esto, al parecer, con la idea de generar una mayor cercanía con los fieles.
El templo tiene un área de 1600 metros cuadrados con capacidad para 600 personas sentadas y la ventilación consiste en un sistema natural mediante aperturas de paredes.
Esteban Castro, arquitecto y profesor del Instituto Tecnológico (ITCR), destaca una particularidad de estos templos: “Más que implantaciones estilísticas de otras latitudes, procuran adaptar (tropicalizar) una tecnología constructiva eficiente y disponible localmente, a condiciones culturales y climáticas de nuestro contexto”.
Nuestra Señora de Fátima
El Templo Nuestra Señora de Fátima fue terminado en 1969. El diseño lo realizó Alberto Linner, el mismo que diseñó el edificio de la CCSS. Cuenta con un estilo moderno e influenciado por Le Corbusier, uno de los máximos representantes del Brutalismo. Se caracteriza por el uso del arte y la escultura, las palmas en el encofrado del concreto, y los vitrales, cuya luz genera una sensación de acogida y recogimiento muy especial.
El Padre Pascual, carmelita descalzo y fundador de Nuestra Señora de Fátima, contó sobre el proceso de construcción en un video producido por la Universidad LCI Véritas. “Estábamos en Barrio Cuba y estaba ahí Alberto (Linner), amigo mío por cuestiones de cristiandad, cogió una servilleta, zas-zas dobló las esquinas, y dijo: “Esto será la iglesia”, recordó el sacerdote.
El Cristo es de hierro, hecho por Rubén Martínez, artista salvadoreño. También hay una imagen hecha con moneditas de centavos salvadoreños. El sagrario y los vitrales con vidrio soplado fueron hechos por el fraile Gerardo Montes. En el 2015, la Iglesia Nuestra Señora de Fátima fue declarada Patrimonio Histórico Arquitectónico.
Castro apunta que gran parte de la materia prima del concreto se produce en Costa Rica, y la masa térmica de los muros pesados y sólidos del concreto son una excelente forma de refrescar el interior de los espacios.
El arquitecto y profesor del Instituto Tecnológico (ITCR) explica que la penumbra asociada a las pocas perforaciones hacia el exterior, no sólo reducen la incidencia térmica sino que evoca atmósferas espaciales que tienden a ser más simbólicas, emotivas o sensoriales, perfectos para ser utilizadas en espacios religiosos que trascienden a la materialidad terrenal.
"La austeridad asociada al material y a la ausencia de decoraciones, a veces considerada como una cualidad minimalista del brutalismo, se identifica con ideas de simpleza y rechazo a lo banal, para con ello priorizar en lo esencial de la arquitectura, el vacío, en otras palabras el espacio, y la reacción emotiva de quienes lo experimentan", comentó Castro.