Es con la misericordia de Dios que podemos vencer el pecado, sólo en Él está nuestra esperanza. El sacramento de la penitencia es el ámbito privilegiado para vivir esa misericordia y reafirmar nuestra esperanza. Al respecto nos dice el Papa Francisco: La Reconciliación sacramental no es sólo una hermosa oportunidad espiritual, sino que representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno. En ella permitimos que Señor destruya nuestros pecados, que sane nuestros corazones, que nos levante y nos abrace, que nos muestre su rostro tierno y compasivo (Spes non confundit 23). Busquemos a Dios en este sacramento, Él no se cansa nunca de perdonarnos.
El Papa Francisco nos recuerda también que “es indispensable para la santidad del sacramento y para la libertad de conciencia del penitente, que debe estar seguro, de que el coloquio sacramental permanecerá en el secreto del confesionario, entre su conciencia que se abre a la gracia y Dios, con la mediación necesaria del sacerdote. El sello sacramental es indispensable y ningún poder humano tiene jurisdicción, ni puede reclamarla, sobre él» (Discurso a los participantes del XXX Curso sobre el Foro Interno organizado por la Penitenciaría Apostólica (29 de marzo de 2019).
- Los demás esperan misericordia de nosotros como agentes de reconciliación
Muchas personas esperan encontrar misericordia de parte de nosotros. En efecto, quien ha sido amado por Dios debe también, ser capaz de amar. Entonces, si el Señor nos ha mirado con benevolencia ¿a quiénes debemos mirar también con ojos de misericordia y contribuir a reconciliar y sanar? El Papa Francisco nos señalaba algunas personas en concreto: los presos, enfermos, migrantes, jóvenes, ancianos y los pobres (cf. Spes non confundit 10-15). Cada uno puede pensar en personas concretas que tenga cercanas. En todos ellos tenemos una gran oportunidad para practicar el amor de Dios y convertir las obras de misericordia en actos de esperanza.
- Cultivemos juntos en esta Cuaresma la virtud de la esperanza
Sentimos la fuerza destructora del mal encarnado en nuestras estructuras sociales, en la desintegración familiar y el deterioro de relaciones, en tantas manifestaciones de desprecio por la vida, en los altos índices de violencia, en la pobreza y la exclusión creciente que deteriora la dignidad humana… Ante este panorama, es decisivo cultivar las virtudes de la fe, esperanza y caridad ya que forman el tríptico de las “virtudes teologales”, que expresan la esencia de la vida cristiana. En su dinamismo inseparable, la esperanza es la que, por así decirlo, señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana (Spes non confundit 18).
Con la esperanza, podemos iluminar todas las realidades difíciles de la vida, ya que esta virtud nos recuerda la meta hacia la cual nos dirigimos; no existe realidad o situación crítica, por oscura que parezca, que no se pueda iluminar bajo la mirada de la esperanza. Cultivemos durante la Cuaresma estas virtudes que Dios nos da para vivir nuestra vida cristiana y caminemos hacia la Pascua con los ojos fijos en el Señor esperando su misericordia. Esta esperanza nunca nos va a defraudar (Cf. Rm 5,5). Nuestra Madre María nos acompaña en este camino de reconciliación y de esperanza.
† Javier Román Arias
Obispo de Limón
Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
† Bartolomé Buigues Oller
Obispo de Alajuela
Secretario General de la Conferencia Episcopal de Costa Rica