Face
Insta
Youtube
Whats
Miércoles, 01 Mayo 2024
Suscribase aquí

“La Iglesia es como una orquesta, cada instrumento es necesario”

By Julio 28, 2023

El Padre Luis Alberto Aguilar, del clero de la Diócesis de Limón, es el Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Laicos de la Conferencia Episcopal. Como tal, celebra el establecimiento de un Día Nacional para los laicos en Costa Rica, pero más allá, resalta la conciencia actual, en clave sinodal, de que los laicos deben asumir su responsabilidad y participación activa en la vida política, económica, cultural buscando la manera de llevar el Evangelio a la sociedad desde su propia realidad. Con él conversamos desde España, donde se encuentra estudiando. Este es un extracto del diálogo.

 

Ya desde el Concilio, pero el proceso sinodal animado por el Papa Francisco lo ha hecho todavía más evidente, hay un clamor por la corresponsabilidad de los laicos en la vida de la Iglesia, ¿qué futuro tiene esa comprensión?

La Iglesia quiere estar en constante renovación, hace lectura de la realidad y se deja guiar por el Espíritu Santo, el cual debe ser el protagonista de todo proceso eclesial y por ende del proceso sinodal. Por lo tanto, si de verdad existe el convencimiento que el Espíritu guía a la Iglesia, se debe asumir en serio la corresponsabilidad de todos los miembros y no continuar viendo y tratando a los laicos como colaboradores de los presbíteros; esto es una exigencia de la auténtica comunión. La diferencia entonces radica, en lo específico de su vocación, que no hace a uno más que el otro, sino que deben llevar a contemplar la Iglesia, como una orquesta dónde cada instrumento es necesario para que la sinfonía tenga armonía, que hará que esta orquesta sea creíble en el concierto del mundo en el que vivimos, he aquí una función vital de la corresponsabilidad.

 

¿Es el clericalismo el principal obstáculo para que realmente sea esta la “hora de los laicos”?

Si y no. Es necesario hacer distinción entre el clericalismo sano y propio de todo proceso guiado por un clérigo, al cual la Iglesia le encomienda una misión, y está el clericalismo autoritario, del que tanto ha hablado el papa Francisco. El clericalismo autoritario a lo largo del tiempo ha generado mucho daño, por un lado una deformación del poder, asumido como jefatura y no como poder-servir y por otro lado, una zona de confort en algunos laicos, que han vivido su trabajo de manera pasiva, unos, e incluso hay quienes prefieren que eso siga así, pero este clericalismo autoritario les imposibilitó y lamentablemente sigue impidiendo todavía hoy tener un papel protagónico, en lo que se conoce como la “hora de los laicos”. Pero sería injusto no mencionar a muchos laicos que han desarrollado un trabajo valioso, hombres y mujeres que ha llevado adelante procesos pastorales, comunidades sostenidas por ellos, movimientos apostólicos llenos de vida, y todos ellos liderados por el laicado. También se ha dado el caso de laicos que han caído en un autoritarismo y esto hiere la vida comunitaria, son pocos, pero no falta quien se siente dueño de la comunidad y de la verdad. Desde mi punto de vista, no se pretende buscar culpables, sino renovar nuestra comprensión de la Iglesia como comunidades de comunidades, Cuerpo de Cristo, familia de hijos de Dios, hermanos todos; con la conciencia clara de la misión de ser discípulos desde las diferentes realidades pastorales. Por eso un error en el que se debe evitar caer es pensar que si por años los clérigos son los que han “mandado”, ahora es el turno de los laicos, eso sería un grave error y una falsa comprensión del ser eclesial; decir hoy que es la hora de los laicos, si, pero tiene sus matices, porque siempre ha sido la hora de los laicos, o mejor aún siempre debería serlo, y aunque lamentablemente en momentos de la historia se hayan visto como cristianos de segunda categoría; hablar de la “hora de los laicos” no implica que ahora son más necesarios qué los clérigos. Yo diría que esta es la hora de los discípulos-misioneros, es decir de todos los que nos hemos encontrado con el Señor (laicos y clérigos), porque todos somos necesarios para el bien de los demás (para el  bien de la Iglesia) , según la misión encomendada.

 

¿Cómo definiría clericalismo y cuáles serían las vías para “caminar juntos” tal y como lo pide el Santo Padre con tanta insistencia?

Creo que la primera parte de la pregunta ya la he respondido, y he señalado lo que significa un clericalismo mal entendido. La medicina para ese tipo de clericalismo es la sinodalidad; no obstante, aunque la sinodalidad no es un concepto nuevo, es necesario, como bien señaló el cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga en la Asamblea Eclesial Latinoamericana, celebrada en México en el 2021: “hacer pedagogía sobre una sinodalidad aún desconocida por muchos fieles, temida por quienes prefieren hacerse a un lado para mantener estructuras y llena de esperanza para quienes soñamos con una Iglesia de puertas abiertas” y lograr así la participación de todo el pueblo de Dios en la misión eclesial, que se funda en la corresponsabilidad bautismal, de ello da razón el Código de Derecho Canónico cuando afirma: “Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo” (CIC 208).

 

Caminar juntos no es sinónimo de uniformidad ni hacer de la Iglesia un parlamento, ¿cuál sería una correcta comprensión de la relación entre pastores y laicos?

Para vivir en sinodalidad es sumamente importante superar los conceptos equívocos de la Iglesia, porque ella no es suma de partes, sino comunión de “totalidades”: al respecto, Ricardo Blázquez recuerda que “no es simplemente la congregación de fieles que, como un todo unitario, está presidida por el Obispo de Roma; es también esa congregación universal de fieles agrupada en iglesias locales presididas por los obispos en comunión con el de Roma”, llamada a vivir en un auténtico ejercicio de escucha y discernimiento que trasparente el paradigma del “Buen Samaritano” (Lc 10, 25-37) en todo su ser y quehacer pastoral.

 

Como responsable de la Comisión Nacional de Laicos, ¿cómo es su experiencia del trabajo con los laicos?, ¿cuáles son esos rasgos que destacaría como riqueza para la misión?

Yo no sé cuánto he aportado como secretario de la Comisión, pero si estoy seguro de cuánto ellos me han aportado a mí. Pese a que he estado estos dos años fuera del país, no hemos dejado de reunirnos y no niego que en algunos momentos me ha costado levantarme para la reunión mensual (primeros miércoles a las 7 p.m. hora de Costa Rica, 3 a.m. hora de España), pero nunca lo he visto como una carga, sino como una oportunidad para compartir y crecer juntos. He tenido la oportunidad de conocer personas maravillosas, que aman la Iglesia y dan alma vida y corazón por el Reino. Muchos de ellos después de jornadas laborales, otros con sus enfermedades, algunas con sus labores maternales, y no han tenido reparo para reunirse y proyectar el trabajo de la comisión, que poco a poco va tomando forma; por ese motivo ¿cómo no va uno a caminar con ellos?

Por eso destaco como rasgo propio y riqueza para la misión de la Iglesia, el valor de la escucha, de caminar juntos y discernir. No podría dejar de lado el papel de Monseñor Javier Román, como obispo responsable del Comisión, no solo ha confiado en el trabajo que hacemos, sino que ha sabido hacer presencia, escuchando sin imponer, y decidiendo sin autoritarismo, dejando trabajar; dicho de otra manera, ha sabido ser cabeza con todo lo que esto implica.

El camino que está por delante es hermoso, y hemos podido ir configurando al interno la Comisión, con diferentes áreas de trabajo; ahora mismo tenemos entre manos la proyección de un Congreso Nacional de Laicos, pronto tendremos noticias al respecto.

           

Ante la dramática disminución de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, la masiva salida de creyentes hacia otras iglesias y el indiferentismo, ¿son los laicos el futuro de la Iglesia?

Hablamos de corresponsabilidad y he señalado que más que hablar de la “hora de los laicos”, hablaría de la “hora de los discípulos-misioneros”, creo que esta es una clave para hacer frente a la indiferencia religiosa; pero no tenemos movernos por miedo, ni por búsqueda de números, hacerlo de esta manera, nos hace perder el horizonte. En pastoral vocacional, se insiste hoy mucho en el término “cultura vocacional”, como un término amplio que no se limita solo a pensar en el concepto de vocación, solo referido a sacerdotes y vida religiosa, sino a mirar los diferentes estados de vida. Por otra parte, no implica que, para responder a la escasez de sacerdotes, tengamos que clericalizar a los laicos (sería una contradicción con la sinodalidad) y pienso que una falta de respeto a la vocación laical que no es más, ni menos que la vocación de los ministros ordenados. Es mirar la totalidad del cuerpo eclesial y repensar nuestra manera evangelizar, de aunar esfuerzos y reconocer que la época de cristiandad ya pasó. Por lo tanto, implica asumir nuestra condición bautismal, porque en el bautismo entramos a formar parte de la vida de Jesús y somos con él una sola cosa. Recibimos en el Bautismo el mismo Espíritu que movió a Jesús a darse a los pobres y dar su vida por los pecadores. Y quiere que sea así también para todos los bautizados.

 

En particular, las mujeres laicas reclaman un nuevo protagonismo, ¿estamos preparados para ello?, ¿qué ejemplo nos ofrece el Papa Francisco?

Negar el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad sería no solo un error, sino que mostraría la incapacidad para valorar que nuestras comunidades son sostenidas en su inmensa mayoría por ellas. Dicho lo anterior no podemos perder de vista que la vocación es un don que recibe el cristiano, es dado por medio del Espíritu Santo, no para provecho personal sino para ponerlos al servicio de los demás. Los carismas son dones espirituales que la persona recibe desde el momento de su bautismo y que los pone al servicio de la Iglesia y de la evangelización.

En este camino sinodal, es importante escuchar a que se refieren por mayor protagonismo femenino; este protagonismo no debe ser leído como meras conquistas de poder, sino como la valoración positiva, del papel que pueden y deben desempeñar en la Iglesia, y que en las primeras comunidades cristianas dan ejemplo de ello, cuando no tenían problema para delegar responsabilidades en la vida comunitaria. Aquí volvemos a un tema anterior y es la necesidad de impulsar el compromiso pastoral y misionero, que conduce a revisar y potenciar los ámbitos de participación y de corresponsabilidad que favorezcan la participación integral y efectiva de todos los bautizados; así como el fomento de una adecuada.

Estar preparados o no, para un protagonismo femenino, creo que no me corresponde a mi dar una valoración al respecto; pero lo que si creo es que estamos en deuda, y no tenemos por qué tener miedo, el Papa Francisco nos ha dado un gran ejemplo de ello.

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad