Hace más de 8 años, a María de los Ángeles Oviedo, una amiga que servía como ministra extraordinaria de la Comunión le pidió que la acompañara al Hospital Calderón Guardia. Aceptó la invitación pero dejó claro que solo iba a asistirla.
Recuerda muy bien cuando su amiga, Ilse, abrió con una llavecita el cajoncito donde estaban los relicarios que contenían las hostias. Luego le entregó la llave y le dijo: “Se la doy por si necesito que usted me lleve algo”.
Días después, Ilse tuvo que ser sometida a una operación, pero hubo complicaciones y falleció. Pasó el funeral y la novena. Un día, María de los Ángeles encontró la llave, había olvidado devolverla.
Entonces, decidió ir al Hospital, buscó al capellán, le explicó que era la llave de su amiga y él le respondió: “Pero esta llave usted no me la puede devolver, no a mí”. El sacerdote llevó a María de los Ángeles a la capilla, la puso al frente de Jesús Sacramentado.
En ese momento, el presbítero le dijo: “Tiene que devolvérsela a Él, porque si ella (Ilse) le dio la llave a usted fue para que usted continuara, pero es su decisión, si ve que no puede servir al Señor de esta manera nada más deje la llave sobre el sagrario”.
María de los Ángeles se quedó allí, pensativa. Aquello representaba un gran compromiso y ella ya servía como formadora. Sola, frente al sagrario, en oración, decidió quedarse con la llave y tomar el puesto que había dejado su amiga.
Había servido como catequista en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en la Trinidad de Moravia. Luego fue llamada para recibir una formación en Liturgia, con la idea de que ella preparara a otros servidores como, por ejemplo, ministros extraordinarios de la comunión, por eso, cuando aceptó servir como tal, no tuvo que llevar la formación porque ya la tenía.
Precisamente, a Ilse y a ella se les encomendó la misión de formar a un joven asiático que quería bautizar a sus hijas. Fue en esos días cuando su amiga comenzó a servir en el Hospital y la invitó a participar.
María de los Ángeles dice que servir en el hospital como ministra extraordinaria de la Comunión ha sido una experiencia muy bella y enriquecedora. “Sacar a Jesús Sacramentado del sagrario y llevarlo a otros es algo extraordinario, uno dice: “Yo no soy digna de hacer esto”. Me siento bendecida por Dios”, afirma.
Al iniciar su labor, María de los Ángeles pide permiso al Señor y ora para que Él sea recibido con amor. “Empiezo el recorrido de acuerdo al sector que me corresponde, conforme me traslado por los pasillos voy orando, pido que bendiga a todas las personas”, añade.
Creo -menciona- que todos por donde uno pasa reciben su bendición, todos, los que limpian, los que no comulgan, las enfermeras, los doctores… Le digo: “Yo sé que Tú llegas a los corazones de todas las personas”.
María de los Ángeles reconoce que en el Hospital ha experimentado momentos de dolor y de felicidad, desde la pena por la enfermedad o la muerte hasta la alegría por la sanación o el nacimiento de un bebé.
También, expone que muchas personas esperan con ansias recibir la comunión, sienten alivio y paz, y agradecen la posibilidad. También reconoce la labor que desempeñan quienes trabajan en el hospital, desde el personal de seguridad, enfermería, medicina, limpieza y demás.
Comenta que la pandemia tuvo un impacto fuerte en este servicio laical, para poner un ejemplo, de 24 colaboradores pasaron a estar apenas cuatro. Por lo tanto, invita a los laicos que deseen a ir al hospital, dirigirse al capellán y exponer su deseo de servir.
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