Se trata de una efeméride única en la historia eclesial de Costa Rica, destacó Mons. José Francisco Ulloa, obispo emérito de Cartago, al pronunciar la homilía.
Mons. Trejos celebró este momento en la comunidad de donde es originario y donde reside actualmente, Guadalupe de Cartago. Este 8 de marzo, también cumple 54 años de su Ordenación Episcopal.
El obispo emérito de San Isidro, quien cumplirá 94 años de vida el próximo 31 de julio, se mostró sumamente agradecido con Dios y con quienes compartieron con él esta celebración.
La ceremonia tuvo lugar en el marco del Año Jubilar en esta parroquia, con motivo de los 490 años de la Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, por esa razón, Mons. Trejos hizo una oración particular al frente de lienzo con la imagen de la Patrona de América.
Como dato curioso, en la ceremonia estuvieron presentes otros dos obispo eméritos de San Isidro, Mons. Guillermo Loría y Mons. Gabriel Enrique Montero, así como el actual obispo, Mons. Quesada.
Monseñor Trejos recibió como regalo un libro con sus memorias, editado por Bernal Martínez. El obispo emérito bromeó: "Me lo sé de memoria" y agradeció especialmente a su amigo, el autor del libro. En ese preciso momento, comenzó a sonar el mariachi. El prelado apagó las velas del queque y recibió con alegría otros presentes que le entregaron amigos y familiares.
Sobre Monseñor Trejos
Mons. Trejos es originario de Guadalupe, Cartago. Nació un 31 de julio de 1928, en el seno de una familia de arraigados valores cristianos. Desde pequeño sintió el llamado a la vocación. Un día, al regresar del cafetal, se encontró con un amigo que lo motivó a ingresar al Seminario.
Después de un proceso de orientación y discernimiento vocacional, entró al Seminario en 1946. Era un estudiante destacado, por lo que fue enviado a Roma, Italia, para concluir sus estudios teológicos.
Recordó, en una entrevista a Radio Sinaí, que Mons. Víctor Sanabria, le advirtió que no volvería a ver a su mamá, pues ella había sufrido un derrame cerebral. “Es un dolor muy grande, pero había que asumir la voluntad de Dios, porque ante todo la vocación”, dijo el obispo emérito.
Recibió la Ordenación Presbiteral por imposición de manos de Mons. Carlo Carinci, en la capilla del antiguo Pío Latinoamericano, en Roma, el 8 de marzo de 1952. Inició su servicio en la Basílica de los Ángeles y luego en la Parroquia de Pavas. Sirvió en otras parroquias y fue nombrado juez del Tribunal Eclesiástico Arquidiocesano.
En 1965 fue nombrado rector del Seminario Central de Costa Rica. En 1968 fue electro Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de San José, la ordenación episcopal tuvo lugar el 8 de marzo de ese año por imposición de mano del Nuncio Apostólico de entonces, Mons. Paulino Limongi, en la Basílica de los Ángeles.
Después del fallecimiento de Mons. Delfín Quesada, fue nombrado obispo de San Isidro, Diócesis de la cual tomó posesión el 22 de enero de 1975. En casi tres décadas de episcopado, destacó por su impulso a las vocaciones (ordenó a 49 sacerdotes para el servicio diocesano) y la formación del laicado, así como por alzar la voz en contra de la injusticia social y defensor del medioambiente.
Se recuerda particularmente una carta que dirigió en 1980 a los traficantes y un artículo publicado en 1994, titulado Todos somos los culpables, en el que hace una fuerte denuncia en contra del narcotráfico y hace un llamado a los gobernantes para combatir este lastre. En 1990, en un documento titulado Urgencia de la misión evangelizadora, levanta la voz en favor de los indígenas.
Este tipo de acciones le valieron críticas. Ante esto escribió en una ocasión: “En todos estos años podrán atacarme en más de una cosa, pero no de comportarme como perro mudo, por cálculo, ante determinadas irresponsabilidades en el acontecer nacional”.
“Jesús eligió a unos pescadores, para el Señor no hay clases sociales, para el mundo los pescadores son unos desgraciados, para Cristo no…; ciertamente no eligió políticos, ni profesionales con títulos, pensó en lo que no vale para el mundo… fíjate, yo llegué a ser obispo”, dice Monseñor con humildad.
Y agrega que: “La Iglesia trata de ser fiel, todos me conocen en San Isidro, en 30 años conocen todos mis defectos, pero saben que todo lo que yo hice en el Valle es buscando el bien de las almas; si uno se pusiera a complacer el mundo, a ver si dicen bien o mal de uno, no haría nada (…) por eso, hay que luchar contra corriente”.