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¿Estamos viendo señales del fin del mundo?

By Mons. Vittorino Girardi S. Febrero 03, 2021

“Soy un joven seminarista y por causa de la pandemia, como todos mis compañeros, no pasé el semestre en el Seminario, sino en una parroquia. Es natural que los fieles me hayan propuesto inquietudes y comentarios sobre temas religiosos. Pues bien, una pregunta que me ha llegado con cierta frecuencia se refería al… fin del mundo. ¿No será, me dicen, que la incontrolable pandemia del Covid-19, la rápida y mortal difusión del narcotráfico, la aumentada violencia, las leyes anti vida que se imponen en el mundo, los ataques constantes en contra de la familia natural, la absurda ideología de género, etc., etc., son acaso señales del próximo fin del mundo?”.

Melvin H. C. - Costa Rica

 

En el Nuevo Testamento aparecen descritos y unidos entre ellos tres acontecimientos finales: “la segunda venida de Jesús un día en su gloria”, conocida como Parusía; el juicio final, cuando en la presencia de Jesús glorioso “se presentarán todas las naciones” (Mt 25, 32) y, el fin de este mundo.

Desde el comienzo de la historia de la Iglesia, han ido apareciendo con cierta frecuencia, afirmaciones e inclusive supuestas profecías acerca de una próxima segunda venida de Jesús, vinculada con el fin del mundo.

Recuerdo aquí sólo dos ejemplos. El primero: San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses, no pocos de los cuales estaban convencidos de que Jesús “llegaría pronto”, habían abandonado los normales compromisos laborales que les correspondían, les escribe: “Hermanos, en cuanto al regreso de nuestro Señor Jesucristo, y a nuestra reunión con Él les rogamos que no cambien fácilmente de manera de pensar ni se dejen asustar por nadie que diga haber tenido una revelación del Espíritu […]. No se dejen engañar de ninguna manera” (2 Tes 2, 1-3).

San Pablo y los apóstoles no sabían, pues, cuándo acontecería la segunda venida del Señor. Sí tenían cierta “sensación” de que ésta podía ser inminente, y se servían de esta posibilidad para exhortar a sus primeros cristianos, a estar preparados. He aquí al respecto, un texto de la segunda carta de Pedro: “El día del Señor vendrá como un ladrón […] y la tierra con todo lo que hay en ella, será sometida al juicio de Dios” (2 Pe 3, 10).

He aquí el segundo ejemplo: En el siglo pasado, algunos, como en los tiempos de San Pablo, pretendían haber recibido una revelación acerca de la próxima venida de Jesús. Se trata del caso del señor Carlos Russell, iniciador de los Testigos de Jehová. Él “profetizó” que la segunda venida del Señor (de lo cual, por cierto, y desafortunadamente no reconocía la divinidad) iba a acontecer en el año 1914… pero nada aconteció.

Él murió en 1916, y los Testigos de Jehová fueron postergando la fecha en varias ocasiones.

En conclusión: ¿cuál debe ser nuestra actitud? Nos la sugiere Jesús mismo, quien habla de su segunda venida con una fuerza que no admite duda alguna, pero dejando en la absoluta indeterminación el tiempo de la misma. En el Evangelio de San Mateo, en efecto, leemos: “En cuanto al día y a la hora (de su venida) nadie lo sabe -dijo Jesús- ni aun los ángeles del cielo ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre” (Mt 24, 36).

Hay pues, que dejar de cuestionarnos en torno al “cuándo” del fin del mundo. Lo que sí vale la pena, es el detenernos en aquel encuentro nuestro con el Señor, que coincide con el momento de nuestra muerte. Para el que muere, este mundo pierde toda su consistencia e importancia; ya no cuenta para nada… No exageramos si decimos que este mundo material y visible, como que termina para el que muere, encontrándose éste en la eternidad. Es a este “fin” al que debemos prepararnos y del cual no sabemos ni el día ni la hora, pero sabemos igualmente, por más “larga” que pueda ser nuestra vida terrenal, que va a ser más bien cercano.

Volviendo a la expresión “fin del mundo”, de la lectura de la Sagrada Escritura, no debemos entenderla como desaparición o destrucción de este mundo maravilloso, aunque a veces, con expresiones trágicas (terremotos, huracanes, tsunami…), sino como “transformación” del mismo mundo creado. Lo afirma San Pablo en su carta a los Romanos, diciendo: “La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; las creaturas todas abrigan la esperanza de quedar ellas a su vez libres de la esclavitud” (8, 19-21).

Para concluir, es reconfortante recordar lo que leemos en el último libro de la Sagrada Escritura, el Apocalipsis. Ahí se nos presenta a Cristo resucitado y juez de la historia, quien responde a la súplica confiada de la Iglesia, “Ven Señor Jesús”, proclamando: “Vengo y hago un mundo nuevo” (21, 1.6).

 

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