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¿Cuándo empieza uno a ser hijo de Dios?

By Mons. Vittorino Girardi S. Enero 29, 2021

“Muchas gracias, Monseñor, en nombre de todos los lectores del Eco por sus iluminadoras respuestas que nos ofrece. Esta es mi duda: ¿Cuándo empieza uno a ser hijo de Dios? ¿Cuando se nace o cuando se nos bautiza? Con mi respeto y mi saludo”.

Luis Esteban Chaverri - San José

 

A la pregunta: ¿Cuáles son los efectos del Bautismo?, el  compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 263, contesta: “El Bautismo perdona el pecado original, todos los pecados personales y todas las penas debidas al pecado; hace participar de la vida divina trinitaria mediante la gracia santificante, que es la gracia que incorpora a Cristo y a su Iglesia; hace participar del sacerdocio de Cristo y constituye el fundamento de la comunión con los demás cristianos; otorga las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. El bautizado pertenece para siempre a Cristo: en efecto queda marcado con el sello indeleble de Cristo (carácter)”.

Como podemos apreciar, son muchos los efectos (gracias) del Santo Bautismo. De mi parte subrayo la expresión: “hace participar de la vida divina trinitaria”. Y es que eso equivale a decir que el Bautismo nos hace hijos de Dios. Como nuestro nacimiento natural hace que “participemos”, es decir, que tengamos la vida, la misma vida, de nuestros padres y que seamos sus hijos, así, de manera semejante, por el Bautismo recibimos la vida divina (nos volvemos templos del Espíritu Santo, diría San Pablo) que nos hace hijos de Dios. Como le llamamos Padre a aquel que nos ha comunicado la vida humana (su vida), así le llamamos Padre (Abbá) a Dios que nos ha comunicado la suya, la vida divina, y nos ha hecho (por haber renacido del Agua y del Espíritu- cfr. Jn 35) sus hijos.

Esto no quita que podamos llamar hijos de Dios también a los que aún no han sido bautizados. En este caso la palabra hijo no tiene el mismo e idéntico sentido, pero quiere expresar que Dios ama a todos y a todos quiere como a hijos, y que ha destinado a todos a la salvación, participando de su vida.

Por último, estimado Luis Esteban, hay  que recordar que además del Bautismo de Agua, hay lo que los teólogos llaman “Bautismo de deseo”, propio de todos aquellos que bajo el impulso de la gracia, aún sin conocer a Cristo y a su Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad (cfr. n° 262 del Compendio del Catecismo). Ellos también, como todo bautizado, gozan de la vida divina y son (aún sin saberlo) hijos de Dios, como nosotros.

No olvidemos, que como podemos perder la vida natural (por la muerte) o deteriorarla (enfermedades), así podemos perder la vida divina por el pecado mortal o deteriorarla y debilitarla, por los demás pecados. Hay que ser “ramas” vivas - diría el mismo Jesús – bien injertadas en la vid o en el tronco, viviendo de su misma savia (cfr Jn 15), símbolo de la vida divina.

 

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