
Mensaje de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar a la Persona Viuda en ocasión del Día Internacional de las Viudas.
“La muerte es una experiencia que toca a todas las familias, sin excepción. Forma parte de la vida; sin embargo, cuando toca los afectos familiares, la muerte nunca nos parece natural.”1
Desde la ONU se celebra el 23 de junio el Día Internacional de las Viudas consiente de que, para muchas mujeres, la devastadora pérdida de su pareja se ve magnificada por una lucha a largo plazo por sus derechos básicos y su dignidad. Este ha sido el mismo sentir presente en la Sagrada Escritura que ya desde el Antiguo Testamento pide al pueblo creyente velar por el cuidado de la viuda y de sus hijos.
El Señor mismo las sustenta (cf. Sal 146,9), les rinde su justicia (Cf. Ex 22, 21; Dt 10, 18) y escucha sus súplicas cuando se lamentan (Cf. Si 35,17). Sus opresores (Ez 22, 8) y los que no cumplen con su deber hacia ellas (Jb 24, 21; Is 10, 1-2) merecen castigo. En el Evangelio también notamos un particular aprecio del Señor Jesús por las viudas “¿Quién no se acuerda del gesto de compasión y de ternura del Señor para con la viuda de Naím, a la que devolvió vivo a su hijo que acababa de morir? (cf. Lc 7, 11-15), ¿o la mirada llena de admiración de Cristo a la generosidad de la pobre viuda (cf. Lc 21, 1-4)? Y ya en los inicios de la Iglesia la preocupación por la atención a las mujeres viudas se hace notar (cf. Hch 6, 1). Esta atención a las viudas en las diferentes comunidades cristianas ha sido percibida siempre como un ejercicio particular de la caridad evangélica, dado que estas mujeres vivían una realidad humana y espiritual profundamente marcada por el misterio de la cruz.”2
“Monseñor, todos sabemos que las primeras páginas de la Biblia nos dicen que Dios creó al hombre y a la mujer, distintos físicamente, pero iguales en dignidad. ¿Por qué entonces, a lo largo de la historia se ha desarrollado e impuesto una visión contraria, según la cual se ha considerado a la mujer inferior al varón? ¿Ha habido causas filosóficas, sociales y religiosas? ¿Y por qué también en la Iglesia se ha ido aceptando esa concepción contraria a la enseñanza de la Palabra de Dios?”
Margarita Rivera A. – Heredia
Usted, estimada Margarita, apunta a varias causas que han podido concurrir a esta injusta situación de la mujer en relación con el varón. Sin embargo, lo primero que hay que tener siempre presente, es que este hecho hace parte de un fenómeno más amplio y muy injusto y doloroso. Nos referimos a la tendencia general de marginación y de atropello del ser más débil, de parte de aquel que se considera más fuerte y que, entonces, “golpea” al más débil, al pobre, al indefenso, al minusválido, al anciano, al extranjero, al que posee poca o ninguna educación formal… Nos basta pensar en el fenómeno por todos conocido, del “bulling”, tan común en nuestros centros educativos.
Recientemente se anunció acerca de la posible donación de un millón y medio de vacunas, unidosis, de la farmacéutica Johnson & Johnson, por parte del gobierno de Estados Unidos, tras una gestión realizada por el Colegio de Médicos y Cirujanos, institución que forma parte del Mesa Patriótica Unidos por la Vida.
Este martes 15 de junio, autoridades gubernamentales y miembros de la Mesa Patriótica llevarán a cabo un segundo encuentro de la Mesa Bipartita, la cual tiene como fin alcanzar acuerdos entre el gobierno y sectores sociales para agilizar la vacunación de los ciudadanos, así como buscar alternativas para la adquisición de más vacunas.
En esta reunión el Dr. Mauricio Guardia, presidente del Colegio, ampliará sobre las gestiones realizadas y hablará sobre el apoyo inmediato requerido por parte de las autoridades, para avanzar en las negociaciones y en la aplicación de las dosis.
Mediante un comunicado de prensa, la Mesa Patriótica Unidos por la Vida, señala que se espera contar con el aval del Gobierno para que los sectores de la Mesa Patriótica, que han mostrado su interés y capacidad para colaborar, puedan brindar apoyo logístico que acelere el proceso de vacunación.
En su mensaje para el Tiempo de Cuaresma que los católicos iniciamos hoy con el rito de la imposición de la ceniza, los obispos del país invitan a vivirlo renovando la fe, la esperanza y la caridad. recuerdan que este tiempo de gracia es como una escalada que nos lleva a la cima de nuestra fe, pues, en efecto, "celebraremos, al terminar este recorrido de 40 días, los misterios centrales de la redención como lo son la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo". Lo podremos hacer, reiteran, de mejor manera, abrazando el ayuno, la oración y la limosna.
A continuación su mensaje:
“Miren, estamos subiendo a Jerusalén”
Mensaje para el Tiempo de Cuaresma 2021 de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica.
A las puertas de este tiempo de gracia, penitencia y conversión, tomamos conciencia de que “La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 540).
Llegamos a este santo tiempo, y lo hacemos con esperanza, para recorrer junto a Jesús su camino hacia la cruz, al subir a Jerusalén. Conmemoramos su paso de entrega a la muerte, tras ser maltratado y azotado, pero después, como lo revela el Evangelio, resucitar al tercer día (cfr. Mateo 20, 18-19), lo que nos hace recordar que el camino cuaresmal es un itinerario o peregrinación espiritual hacia la Pascua.
Este gran momento celebrativo lo vivimos también acogiendo el llamado del Papa Francisco, quien titula su mensaje para este tiempo: “Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”.
Tras la pandemia que hemos vivido, y de la cual aún no hemos salido, renovamos nuestra esperanza en Aquel que no defrauda (cfr. Rom. 5, 5); lo hacemos con un espíritu llamado al amor fraterno y a la caridad, a sentir con nuestros hermanos que habitamos juntos una misma Casa Común, y que tenemos que cuidarnos mutuamente, mostrando un testimonio efectivo de amor y entrega, especialmente por los más pobres (cfr. Laudato Si’, 232).
La pandemia provocada por el Covid-19 nos ha mostrado, más que nunca, cuán conectados estamos en este mundo, nos ha hecho ver cuán frágiles somos como seres humanos. Hoy, el tiempo de la Cuaresma nos debe hacer conscientes del espíritu solidario que habita en nosotros para entregarnos a los demás, mediante gestos que son propios de nuestra vida cristiana.
De manera catequética el Santo Padre nos resume la fe activa que debemos convertir en obras: “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.
La Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza y culmina en la tarde del Jueves Santo, es como una escalada que nos lleva a la cima de nuestra fe, pues, en efecto, celebraremos, al terminar este recorrido de 40 días, los misterios centrales de la redención como lo son la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Lo podremos hacer, de mejor manera, abrazando el ayuno, la oración y la limosna.
Tras vivir este recorrido de Jesús hacia Jerusalén, podemos también ver su paso en nuestra vida, particularmente en momentos de dolor y de dificultad, pero con la certeza de que su compañía nos fortalece y anima. Jesús acompaña a los enfermos, a los que sufren de agresión, a los desempleados, a los más pobres, a quienes viven sin esperanza, a los que están solos. Jesús se compadece y actúa en la vida de todos, especialmente de los más vulnerables.
Por eso, nuestra vida, que está hecha para trascender más allá de este tiempo y espacio, pensada por Dios para la eternidad, debe también reflejar estas acciones de Jesús, dígase gestos de compasión, de ternura y solidaridad.
Recién, en diciembre, celebramos el misterio de la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios, y esta continuidad celebrativa nos ayuda a comprender el misterio de la fe para el cual hemos sido creados. Como decía San Atanasio de Alejandría: “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios”.
El tiempo de la Cuaresma nos recuerda que hemos renacido del agua bautismal, por ello se trata de un camino de renovación de nuestro bautismo. Vivamos este tiempo litúrgico fuerte con esa conciencia y actitud, pues si no nacemos del agua y del espíritu, no podremos ver el Reino de los cielos (cfr. Juan 3, 5). Para eso ha venido el Señor a nuestras vidas, para hacernos nacer de lo alto y poner nuestra mirada en los bienes eternos.