
“Tengo una compañera que en varias ocasiones me ha comentado que ella cree en Dios, que le pide perdón cuando ha fallado en algo y que pide su ayuda y su protección para ella misma y su familia. Me dice que ha llegado a esa conclusión después de haber visto que también en Costa Rica hay varias religiones, varias sectas, que se dicen cristianas y que todos sus jefes o responsables buscan sus intereses, sobre todo de tipo económico. Es por eso que ella prefiere no pertenecer a ninguna religión, pero sin renunciar jamás de pedir a Dios y a ser justa con el prójimo. Algo le comento a esa amiga mía y le animo a que pida luz al Señor para encontrar el camino correcto, sin embargo, Monseñor, me será de mucha utilidad lo que usted me quiera decir y se lo agradezco de corazón”.
Grettel Martínez V. - San José
Estimada Grettel, leyendo su correo, afloró a mi mente aquella antigua afirmación: “no pocos errores se mantienen y se difunden por la parte de verdad que poseen”. Es lo que, una vez más, constatamos en lo que afirma y repite, su compañera. En efecto, en cualquier circunstancia y, entonces, en cualquier religión a la que uno pertenezca, lo que más cuenta, lo realmente determinante es la responsabilidad personal. Quiero evidenciar, que no es la pertenencia a tal o cual religión lo que nos asegura la salvación, sino cómo, cada cual de nosotros da respuesta a esa voz que resuena -como lo afirma el Concilio Vaticano II- en lo profundo de nuestra conciencia y que es la voz de Dios que nos repite, haz esto y evita aquello (cfr. Gaudium et Spes 16).
Concretamente: no es suficiente pertenecer a la religión cristiana católica, para asegurarnos la salvación.
Sin embargo, un vez afirmado esto, hay que tener bien presente que es precisamente, la voz de la propia conciencia la que nos impulsa a buscar la verdad (para eso, el Señor nos ha dado la inteligencia), y así, poder descubrir la verdadera religión en que se nos aseguran los medios más aptos para conocer a Dios y su santa voluntad, para que así podamos libremente adherirnos a Él, con gratitud, confianza y esperanza.
El documento que recoge las razones por las cuales se puede impulsar un doctorado eclesial para Edith Stein o Santa Teresa Benedicta de la Cruz, OCD, establece lo siguiente:
“Dentro del Pueblo de Dios, existe hoy un amplio conocimiento de Edith Stein, sobre todo
por su experiencia como judía, filósofa y carmelita, su espiritualidad centrada en la Cruz y su martirio, elementos que también han sido señalados a menudo por los pastores de la Iglesia, en particular por los papas de las últimas décadas.
En su Encíclica Evangelium Vitae, San Juan Pablo II habla del heroísmo cotidiano, hecho de pequeños o grandes gestos de solidaridad, entre ellos, “merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas”.
Padres de la Iglesia llamamos a aquellos que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y la riqueza de sus enseñanzas, “la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos”.[1] Estos eslabones vivos de la transmisión de la fe apostólica iluminan a la Iglesia no sólo por la excelencia de su doctrina sino con su testimonio “porque la primera y mayor enseñanza de los santos es siempre su propia vida”.[2]
Los Padres comunican el evangelio de Cristo en situaciones adversas, luchando contra toda adulteración de la Palabra de Dios, contra toda falsificación de la verdad, contra toda tergiversación del depósito de la fe. Su solidez doctrinal y moral queda plasmada en la firmeza contra las herejías y contra los equívocos y abusos, incluso, dentro de la propia Iglesia.
En clave general, vemos como la comunicación del Evangelio debe enfrentar los ataques de los herejes, las propuestas gnósticas y las persecuciones de paganos por un lado y los judíos por el otro. Otro factor determinante será la nueva era cristiana introducida por el Edicto de Tolerancia de Constantino y la interacción de los cristianos en los nuevos ámbitos que esta “indulgencia” sugieren.
El papa Benedicto XVI, en los años 2007 y 2008, elaboró una profunda reflexión sobre los Padres de la Iglesia que permiten plantear, individualmente y en conjunto, algunos aspectos importantes del camino y, por ende, de la comunicación de la Iglesia en la historia. Analizando cada una de sus propuestas presento, bajo riesgo de omisión, cuatro hombres de Iglesia, innovadores y agudos en el arte de comunicar: San Clemente Romano, San Ignacio de Antioquia, San Justino Mártir y San Juan Crisóstomo.
San Clemente Romano[3]
San Clemente, obispo de Roma en los últimos años del siglo I, es el tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto. El testimonio más importante sobre su vida es el de san Ireneo, obispo de Lyon hasta el año 202, el cual atestigua que san Clemente "había visto a los Apóstoles", "se había relacionado con ellos" y "tenía todavía la predicación apostólica en sus oídos y su tradición ante sus ojos" (Adversus haereses, III, 3, 3).
Se le atribuye la Carta a los Corintios. Al inicio de este texto, san Clemente se lamenta de “las repentinas y sucesivas calamidades y tribulaciones". Estas "adversidades" se identifican con la persecución de Domiciano: por eso, la fecha de composición de la carta se debe remontar a un tiempo inmediatamente posterior a la muerte del emperador y al final de la persecución, es decir, inmediatamente después del año 96.
La ocasión inmediata de la carta permite al Obispo de Roma explicar con amplitud la identidad de la Iglesia y su misión. Si en Corinto ha habido abusos, observa san Clemente, el motivo hay que buscarlo en el debilitamiento de la caridad y de otras virtudes cristianas indispensables.
Mucho se debate entre los que defienden la vida desde la concepción y quienes apoyan el aborto por elección y a la misma, la Norma Técnica, para que los no nacidos en esta etapa de su desarrollo biológico, puedan ser sujetos de un aborto electivo, sin que les acarree consecuencias legales a quienes lo ejecuten y lo permitan. Ya de hecho el Código Penal permite el aborto selectivo, con lo que se protege de cierto modo al no nacido pero con la mencionada Norma Técnica, se abren “portillos”, para hacerla fácilmente “manipulable”.
La mujer puede vivir momentos de confusión emocional al enfrentarse al embarazo no deseado, pero ello se supera si recibe el apoyo que necesita. Y si ha sufrido agresión que resultara en un embarazo, al agresor es al que se debe responsabilizar legalmente y no al inocente en gestación, quien puede tener la oportunidad de ser dado en adopción.