La experiencia en san José como cabeza, se revela dentro de la Familia de Nazaret al mantenerse fiel al designio divino y no huir de la voluntad de Dios. A pesar del miedo, incertidumbre, o del no comprender la acción redentora se mantuvo firme. Además, cuando nace el Mesías, en su papel paternal como cabeza de familia, se dedicó a enseñar lo necesario a Jesús.
El carácter esponsal del sacerdote, busca la eterna entrega a su Iglesia como lo hizo Cristo. De forma similar, san José hizo experiencia de esposo, pues como dice san Juan Crisóstomo, al participar de este “entró en el servicio de toda la economía de la encarnación”. Este servicio hizo que el Patriarca acogiera a María como esposa, oponiéndose a la ley judaica de la lapidación, pues sabía definitivamente que obedecía un designio de Dios. La formación sacerdotal, debe tomar dos grandes enseñanzas de esta dimensión: en primer lugar, se debe acoger a María y en segundo lugar, es necesario caminar contra los designios del mundo para asumir la entrega total a la vocación.
La formación describe la función del pastor como el caminar al frente, en medio y atrás de las ovejas buscando el bien y protegiéndolas; parte de este carácter puede equipararse con la misión de ser custodio. San José es fiel protector de su Hijo, a quien enseñó a amar; igualmente, los sacerdotes y los futuros pastores, están llamados a custodiar la Iglesia y los sacramentos, como don importante para la salvación del género humano y glorificación de Dios, así como lo hizo el santo Patriarca.
De esta manera la figura de san José resume la realidad de siervo, porque sirvió a Dios, para colaborar en el plan salvífico. Es así como este testimonio de santidad y entrega debe interpelar la vida y ministerio de los sacerdotes, ejercido en el silencio, ayudando a descubrir la voluntad de Dios y el cumplimiento de la misma con profunda obediencia.
Pidamos a san José su intercesión, para que los futuros pastores, sean verdaderos discípulos con un corazón de pastor en medio de los hermanos.