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San José en la formación sacerdotal

By Julio Andrés Brenes Coto / Seminarista Diciembre 06, 2021

El cristiano convocado por Dios, que se dispone a la vivencia de un proceso formativo para el discernimiento vocacional, debe recordar su llamado primario a la santidad, pues todos debemos “ser santos como Él es santo” (cfr. Mt 5,48). El Papa Francisco expresa que la santidad es un acto de libertad, entrega, amor, para asumir en medio de los hermanos el don y la lógica de la cruz, y anunciar a todos con el propio testimonio la acción de Cristo en su formación.

Parafraseando al Sumo Pontífice, los santos son modelo para la vida y formación del candidato a la vida sacerdotal, pues en ellos se encuentran los rasgos necesarios para alcanzar este llamado a la santidad. Por eso, este año se ha invitado a la Iglesia universal a volver su mirada a San José, el fiel esposo de la virgen María y ferviente vigilante del Redentor.

Según lo propone el Directorio para la vida de los presbíteros en el numeral 51, “el ejemplo de San José, el silencio del sacerdote «no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que lleva en el corazón, y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos»”.

El itinerario formativo de los seminaristas tiene como eje a Jesucristo, que va esculpiendo en el corazón del candidato los elementos necesarios: les lanza la invitación permanente a ser discípulos, así como la configuración del corazón con el de Cristo siervo, cabeza, esposo y pastor. Este proceso fue vivido por el Patriarca san José, como lo veremos a continuación, y por eso, lo ha convertido en modelo integral, especialmente en la dimensión espiritual.

La experiencia en san José como cabeza, se revela dentro de la Familia de Nazaret al mantenerse fiel al designio divino y no huir de la voluntad de Dios. A pesar del miedo, incertidumbre, o del no comprender la acción redentora se mantuvo firme. Además, cuando nace el Mesías, en su papel paternal como cabeza de familia, se dedicó a enseñar lo necesario a Jesús.

El carácter esponsal del sacerdote, busca la eterna entrega a su Iglesia como lo hizo Cristo. De forma similar, san José hizo experiencia de esposo, pues como dice san Juan Crisóstomo, al participar de este “entró en el servicio de toda la economía de la encarnación”. Este servicio hizo que el Patriarca acogiera a María como esposa, oponiéndose a la ley judaica de la lapidación, pues sabía definitivamente que obedecía un designio de Dios. La formación sacerdotal, debe tomar dos grandes enseñanzas de esta dimensión: en primer lugar, se debe acoger a María y en segundo lugar, es necesario caminar contra los designios del mundo para asumir la entrega total a la vocación.

La formación describe la función del pastor como el caminar al frente, en medio y atrás de las ovejas buscando el bien y protegiéndolas; parte de este carácter puede equipararse con la misión de ser custodio. San José es fiel protector de su Hijo, a quien enseñó a amar; igualmente, los sacerdotes y los futuros pastores, están llamados a custodiar la Iglesia y los sacramentos, como don importante para la salvación del género humano y glorificación de Dios, así como lo hizo el santo Patriarca.

De esta manera la figura de san José resume la realidad de siervo, porque sirvió a Dios, para colaborar en el plan salvífico. Es así como este testimonio de santidad y entrega debe interpelar la vida y ministerio de los sacerdotes, ejercido en el silencio, ayudando a descubrir la voluntad de Dios y el cumplimiento de la misma con profunda obediencia.

Pidamos a san José su intercesión, para que los futuros pastores, sean verdaderos discípulos con un corazón de pastor en medio de los hermanos.

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