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María Santísima en la vida del seminarista

By Adrián de Jesús Veliz Domínguez / Seminarista Agosto 20, 2021

La vocación a la santidad es el llamado de Dios por excelencia para el ser humano, es la voz de Dios recordándonos que hemos sido creados para la eternidad y que en la libertad que nos ha sido permitida podemos optar por disfrutar de esta santidad junto a Él. De manera especial este llamado también busca a aquellos valientes que queriendo asumir el reto de prepararse no solo para la santidad propia, también lo hagan para guiar el camino de la santidad de muchas otras personas. La vocación al ministerio sacerdotal es una de estas llamadas vocacionales específicas, que no es otra cosa que hacer visible al mundo el oficio sacerdotal de Cristo.

Cualquiera que haya sentido la inquietud de cumplir con algún deseo del corazón, lo primero que imagina es lo feliz que esto le haría, lo feliz que esto haría a sus padres; en momentos como esos sabemos que nunca está de más un consejo de mamá y papá. Una vez que hemos decidido dar una respuesta a la inquietud vocacional que nos llama a ser imagen de Cristo sacerdote, no debería existir alguna duda que el mejor consejo que podemos recibir es de María Santísima. Es vital la figura de María Santísima presente a diario en la vida del seminarista, en la vida de aquel joven que ya se encuentra definiendo un camino de discipulado misionero para configurar su llamada vocacional a ser sacerdote de Jesucristo ¿Quién como María para recordarnos todos los días lo que significa ser discípulo? ¿Quién sino María puede decirnos cómo ser imagen de Cristo? Ella que en la anunciación lo concibió más que como a un hijo, como a su Señor, a su Maestro, del cual sería la primera y más perfecta discípula.

Cualquiera sea nuestra manera de encontrarnos con María, como madre, señora, amiga de camino; ella no se robará el lugar de Cristo, por el contrario, sabrá llevarnos de inmediato hacia Él. Cuando las pruebas del camino vocacional nos roben la paz, cuando el vino de la alegría se nos comience a agotar, María sabrá llevarnos a Cristo y como en Caná de Galilea, no solo rebosarán nuevamente nuestras motivaciones vocacionales, sino que estas serán de mejor calidad para una mejor respuesta y un discernimiento cada vez más pleno.

En este Año Jubilar del Glorioso Patriarca San José, podemos recurrir a María Santísima junto a San José, ambos nos podrían testimoniar ampliamente lo que significa ser dóciles al llamado vocacional. Y de lo importante que es la familia en el camino vocacional de llamado al sacerdocio ministerial.

No quisiera terminar sin exponer brevemente lo que en mi propia historia de salvación ha significado la compañía de María, como una invitación a no desanimarse si les cuesta tenerle devoción, como me ha sucedido. Algunos la descubren desde el Belén de sus vidas, cuando comienzan sus primeros pasos de fe, otros como en mi caso en el Calvario de nuestras historias cuando los sufrimientos más angustiantes tocan a la puerta de nuestras vidas. Ella siempre estará ahí llevándonos a su Hijo. En esto ha consistido gran parte de mi devoción, sin forzarme con prácticas religiosas, ella descubrió el sendero para encontrarse conmigo y desde entonces quedarse en mi casa como lo hizo en aquel momento en el Calvario, cuando nos fue entregada como Madre en la figura del discípulo amado. Ruegue por nosotros Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de nuestro Seminario Nacional.

 

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