En nuestros países de América Latina, observamos a las mujeres principalmente como catequistas, ministras de la Palabra o de la distribución de la comunión, secretarias de las casas curales, encargadas de la caridad en las parroquias y encendiendo la fe con devociones al estar a cargo de rosarios y coronillas de la misericordia. Son las que ayudan a limpiar los templos y las que cocinan para los “turnos” o actividades que se hacen en el pueblo para vender comidas y así obtener fondos para ayudar a sus parroquias.
Muy pocas veces las vemos en posiciones como cancilleres de una diócesis, consejeras episcopales, formadoras, profesoras o acompañantes espirituales en seminarios, voceras de Conferencias Episcopales o de las diócesis; secretarias ejecutivas de comisiones episcopales o incluso jefas de departamentos donde trabajen por igual con los sacerdotes, entre otros cargos donde la mujer puede aportar de una forma distinta a catequizar niños, cocinar y limpiar. Algunos países han ido abriéndose a nuevas posibilidades para la mujer, pero en otros lugares o es imposible o avanza demasiado lento. ¿Cómo pasar entonces de una realidad donde la mujer es vista por el clero siempre como la secretaria, cocinera y asistente a otra realidad donde se le da la posibilidad de aportar profesionalmente, dirigir y liderar un grupo o una estrategia?
En las próximas columnas trataremos de dar respuesta a esta pregunta e igualmente analizar ese importante rol que tienen los Obispos ante un rol renovado o diferente de la mujer en la Iglesia pues solo con apoyo de los Obispos se podría lograr un cambio real.
[1] https://www.europapress.es/sociedad/noticia-papa-defiende-colombia-mujeres-frente-machismo-social-clericalismo-recalcitrante-iglesia-20170908185555.html