Nadia se levantó de sus cenizas. Hoy es una activista por los derechos humanos y especialmente por las mujeres contra la esclavitud sexual. Es embajadora de la Organización para la Naciones Unidas (ONU) que ha alzado la voz sin temor contra el Estado Islámico para acusarlos de genocidas y exigir que tengan un juicio por los crímenes cometidos. Esta valentía y lucha le concedió ganar el Premio Nobel de Paz hace apenas 4 años.
En redes sociales podemos observar su trabajo a través de su fundación “Nadia’s Initiave”, donde la vemos consiguiendo ayuda y fondos para su pueblo en Irak. De hecho el dinero del premio lo donó a su gente para hacer un hospital. Es increíble lo que ella está logrando con su tenacidad y valentía. ¡Qué nivel de resiliencia tiene! Sin embargo, cuando la observo en fotografías, su mirada guarda una profunda tristeza por lo vivido, es como una cicatriz en el alma, pero no impide que su vida sea una fuente de bendición e inspiración para todos. Ella pudo conversar con el Papa Francisco quien luego de leer su libro, decidió visitar Irak.
Nuestra pequeña Murad tenía apenas 19 años cuando conoció el horror del terrorismo y el extremismo religioso. Quiero compartirles una parte del discurso de Nadia en el 2018: “Hace cuatro años nadie, ni el Gobierno iraquí ni la comunidad internacional hicieron nada por salvar a las yazidíes que fuimos secuestradas por el Daesh, vendidas y usadas como arma de guerra. Hay que hablar… las mujeres somos siempre las víctimas. Los criminales han usado esta violencia como un arma. Es importante que se juzgue este genocidio de manera contundente y combatir las ideas extremistas que consideran que las mujeres no tienen valor y que somos productos que se pueden vender y comprar”.
Si Nadia se pudo levantar de sus cenizas, todas las mujeres pueden, pero necesitan ayuda y necesitamos hablar, como ella dice, cuando hay injusticias y violencia. Hay que luchar por nuestras niñas y adolescentes para que puedan crecer con dignidad y hacer el bien.