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Myanmar

By Lic. Lisandra Chaves Febrero 15, 2022

Conocí al Cardenal Charles Bo en la Asamblea Eclesial del 2021. Un hombre sencillo, sonriente, amable y con gran sentido del humor. Cuando dijeron que era arzobispo de Yangon y presidente de la Conferencia Episcopal Birmana, inmediatamente recordé el conflicto de Myanmar y me imaginé cuánto dolor debe cargar su corazón de padre y pastor y cuánta responsabilidad le ha dado la Iglesia en Asia. Me pareció a la madre Teresa de Calcuta que detrás de su sonrisa ocultaba todo el dolor de su alma. Muchas veces le dije que iba a rezar mucho por su pueblo y llevarlo en mi corazón.

Muchas personas, incluyendo niños han perdido su vida en este conflicto de Myanmar que parece no tener fin. Es muy doloroso ver que los niños mueren y las partes del conflicto no buscan como proteger a los menores y a los civiles en general.

Birmania es una nación del Sudeste asiático con más de 100 grupos étnicos y limita con India, Bangladés, China, Laos y Tailandia. El 1 de febrero del 2021 hubo un golpe de Estado que destituyó a Aung San Suu Kyi y el régimen militar ataca Iglesias y sacerdotes justificando que son parte de la guerrilla que ha vuelto a tomar las armas.

El Cardenal Bo recientemente lazó un llamado de paz y esperanza en medio de tanto sufrimiento. Como voz de la Conferencia Episcopal de su país, también pidió que se permita la ayuda humanitaria a los desplazados y para que Iglesias, monasterios, mezquitas, escuelas, hospitales y templos sean respetados como lugares neutrales de refugio.

Según informan las noticias internacionales, el ejército ha realizado ataques sangrientos en diversas zonas. El Cardenal Bo manifestó: “sentimos el dolor de estas personas inocentes, sus lágrimas, su sensación de abandono” También destacó que si se pierde la esperanza se pierde la humanidad pues “la respuesta al dolor y a la destrucción es el compartir la fe en Dios y la reafirmación de la vida incluso para aquellos que nos la quitan”.

La esperanza de la que habla el Cardenal hace vislumbrar un renacimiento pues “todo sufrimiento anuncia un nuevo nacimiento”. En medio del dolor y las lágrimas en Myanmar los signos de un renacimiento se pueden ver en una mayor comprensión mutua ante el sufrimiento de las minorías étnicas. “Hoy el dolor nos ha unido en una sola humanidad, ha tardado 70 años, pero ha sucedido, demostrando que un nuevo Myanmar de paz no es imposible pero solo si sabremos escuchar a Jesús y si tenemos fe en la construcción de paz y reconstrucción” añadió.

El Cardenal Bo también reiteró que la violencia no se detiene con más violencia. “Solo el cambio de corazones puede curar a esta nación que lleva mucho tiempo sufriendo” dijo. También invitó a un periodo de intensa oración por las víctimas, los desaparecidos, los encarcelados, los desplazados y los que han perdido todo. Pidió que se ore por los militares y por los que matan. “Sus corazones tienen que derretirse y comprender que la violencia no es contra una nación enemiga sino contra su propio pueblo. Si el ejército dice ser el protector de la nación, entonces proteja todas las vidas, incluso las que tienen opiniones diferentes”.

La Navidad del 2021 mientras nosotros cenábamos en la burbuja de la familia o rezábamos a Dios en el templo, los hermanos de Myanmar vivían una pesadilla de violencia. El día de Navidad aparecieron 35 personas quemadas en una verdadera masacre. Demos gracias a Dios por vivir en paz, pero no abandonemos a nuestros hermanos que sufren de nuestra oración y a aquella Iglesia perseguida y llena de dolor.

 

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