Vizamnos comienza su exposición sobre la diaconisas con las menciones anteriores y luego nos dice que estos casos aislados dieron pie para establecer grupos permanentes de mujeres “generalmente viudas, avanzadas en edad y reconocidas por sus costumbres dignas y austeras, que ayudasen a los jerarcas de la Iglesia en determinados ritos donde la decencia lo exigía como en el bautismo de mujeres por inmersión, entonces ordinario, o en ciertas obras de misericordia donde la solicitud de un corazón femenino se hacía insustituible”.[2]
El autor destaca que esta institución pronto pasó a llamarse “Viudas” y extendiéndose por todas las Iglesias del I y II siglo hasta convertirse en un órgano eclesiástico importante. “El desarrollo continuó exuberante hasta llegar a datos ofrecidos por la catedral de Santa Sofía en Constantinopla donde bajo el imperio de Justiniano, junto a sus sesenta sacerdotes, cien diáconos, y noventa subdiáconos, se contaban sesenta diaconisas. En el siglo IV ocupaban estas últimas un lugar preferente después del clero y sus privilegios se enumeran juntamente con la jerarquía eclesiástica”, menciona Vizmanos.[3]
Hubo también un rito para consagrar a las diaconisas que solo el Obispo podía realizar. “Fueron las Esposas de Cristo en muchas regiones, quienes subieron casi exclusivamente las gradas al diaconado femenino” nos expone el autor refiriéndose ya al Orden de las Vírgenes Consagradas que surgió luego del establecimiento de las viudas. Incluso se refiere a la Discalia donde se establece “constitúyase como diaconisa una virgen casta o al menos una viuda de primeras nupcias fiel y honorable”.[4]
Podríamos alargarnos mucho en este tema, pero en resumen, las diaconisas de la Iglesia primitiva no equivalían a un diácono como lo conocemos hoy. Eran mujeres dedicadas a la caridad para con los pobres, la asistencia a los enfermos y guía para otras vírgenes y viudas. Cuidaban la puerta del templo destinada a las mujeres, pero principalmente ayudaban en el bautismo de neófitas adultas. Según Vizmanos, las diaconisas comenzaron a declinar en los siglos VI y VII. Nunca fueron parte del clero, esto es importante a la hora de pensar en revivir este ministerio para la mujer.
[1] Francisco de B. VIzmanos. Las vírgenes cristianas de la Iglesia primitiva, pág. 229
[2] Ibid. pág. 230
[3] Ibid. pág. 231
[4] Ibid. pág. 232