El clericalismo no es solo raíz del problema de los abusos en la Iglesia, sino también la barrera para que la mujer pueda estar justamente donde se tomen decisiones a lo interno de la Iglesia. Derribar el clericalismo no será rápido ni fácil y tendrá muchas resistencias e incluso podemos encontrar laicos clericalizados y el riesgo de la clericalización de las mujeres.
Siendo repetitiva, vuelvo a decir que no veo el rol de la mujer en el sacerdocio ministerial y ni siquiera en el diaconado femenino, si este es equivalente al actual diaconado permanente que es parte del clero. Veo un diaconado para la mujer si es el nombre que se le de a un ministerio que solo ofrezca servicio a los pobres como fue en los primeros siglos de la Iglesia.
En mi opinión, la mujer puede entregarse al servicio de la Iglesia con los dones que Dios le ha dado a cada una y en aquellos casos donde pueda servir en un rol de liderazgo positivo, visto desde el servicio, que pueda hacerlo con libertad y sin ninguna distinción por su género. Es el caso de Natalie Becquart, subsecretaria del Sínodo de los Obispos, con derecho a voto y ejemplo que el Papa Francisco ha querido dar al mundo para enseñar que sí es posible integrar a la mujer en esos ámbitos de la Iglesia.
¿Qué tanto espacio darán las Iglesias locales a las mujeres? Pues eso no solo dependerá de los Obispos que las apoyen sino también de las mismas mujeres que no tengan miedo a proponer ideas frescas, nuevas y a ofrecerse a colaborar en aquellas áreas donde tengan conocimiento y expertise. Algunas Iglesias irán más rápido, pero lo que no podemos negar es que el Papa Francisco ha dado un gran impulso para arrancar esta renovación en la Iglesia.
Jesús es el gran promotor de la dignidad de la mujer y quien no imite a Jesús en esto no lo ha entendido ni puede seguirlo correctamente. El Papa Francisco a imitación de Jesús, está también luchando por la dignidad de la mujer en la Iglesia y esto es lo que a mi me conmueve tanto, porque se que el mismo Dios nos necesita como nos ha creado: con nuestra femineidad y nuestras particularidades.
No hay salvación sin la mujer, ha dicho Francisco (1 enero 2020) y esta inmensa dignidad que Dios dio a la mujer en la Santísima Virgen nos cubre a todas las mujeres, que estamos llamadas a imitar a María, siendo mujeres de fe, valientes, fuertes pero al mismo tiempo siervas llenas de ternura dispuestas a cumplir la misión que Dios nos pide a cada una.