De toda la vida del Padre Pío, este inmenso santo que Dios nos regaló, lo que mas me llama la atención es su obediencia.  Ni los estigmas, ni las bilocaciones, visiones, lágrimas y milagros que Dios hizo por su medio me impresionan tanto como esta virtud de su obediencia.

Cuando conocí al Padre Pio por primera vez, fue a través de un librillo suyo de oraciones y me marcó mucho esta frase:  “Donde no hay obediencia no hay virtud, no hay bondad ni amor.  Y donde no hay amor no hay Dios.  Sin Dios no podemos alcanzar el cielo.  Estas virtudes forman una escalera si falta un paso nos caemos”.

Al profesar los votos evangélicos como fraile y luego al ordenarse como sacerdote el Padre Pío hizo voto y promesa de obediencia a la Iglesia a través de sus superiores.  Podemos ver en la vida del padre su extrema docilidad a decisiones de sus superiores desde el inicio, no solo cuando lo movían de un lugar a otro, cuando le permitieron una larga estadía en Pietrelcina, sino en su prudencia cuando le pedía silencio.  Sin embargo, donde más brilló esta virtud en el Padre Pio fue cuando le llegaron decisiones muy duras de la Santa Sede que le prohibían celebrar la Eucaristía en publico y confesar, entre otras cosas.  Es impresionante la respuesta del padre.

Sus biógrafos nos narran que en ese tiempo de las duras medidas de la Iglesia contra el Padre Pio, a pesar de que el lloró y sufrió por esto lo acepto con paz y silencio.  El pudo haber llamado a todos los periodistas y amigos influyentes que ya tenía para ponerlos en contra de la Santa Sede y sus decisiones, pudo haberse rebelado e irse el convento o iniciar una revolución contra el Papa, pero el padre Pío con la base de una enorme humildad, decidió orar y esperar sin hacer aspavientos. 

Esa actitud tranquila y paciente de quien “nada teme porque camina en la verdad”, causó en sus superiores una magnífica impresión, tanto que poco a poco, Dios fue despejando los nublados del día, deshaciendo las mentiras, las calumnias e injurias contra el padre e hizo brillar la verdad para que todos supieran que su siervo era inocente e íntegro.  Dios fue el abogado del padre Pio, el que hizo que el mismo Papa reconociera la inocencia e injusticia que se cometía contra el fraile de San Giovani Rotondo.

Al padre le fueron levantadas las medidas restrictivas y nadie pudo impedir que el Padre Pio siguiera haciendo el bien a todos y sobre todo que liberara a las almas encadenadas al pecado a través del sacramento de la Confesión.  El demonio con sus ardides, sembrando envidia en otros contra el padre Pio no pudo detener la obra de Dios porque cuando algo viene de Dios nada lo detiene.  Esto quedó clarísimo en la vida del padre Pio.

Y vuelvo a la frase con la que inicié, gracias a la obediencia vieron que el Padre Pio tenía virtud y que en él estaba Dios porque Dios es amor y no se puede tener virtud sino se tiene a Dios.  Y yo relaciono también la obediencia del padre con su amor total a la Iglesia pues para él sus superiores, incluyendo a los Papas que conoció en su vida eran para él, el cuerpo de Cristo, el mismo Cristo.

Los abusos que se han dado en la Iglesia no surgieron por culpa de la obediencia sino por un mal uso del poder que no debe ser más que servicio.  El abuso de poder ha llevado a otros abusos que han hecho que en “nombre de Dios” y aprovechando la obediencia de quienes la prometen, se hiciera mucho daño.  Por causa de esto hoy es necesario ser muy cauto.  No se puede obedecer cuando algo va en contra de la conciencia, pero no fue el caso del padre Pio.