Esta semana quiero honrar a la mujer maravilla y a la mujer invisible al mismo tiempo, a la súper heroína de la familia, a las madres. Comenzando por mi madre campeona y por todas las amigas que tengo y admiro mucho por cómo llevan su maternidad y la combinan en su vida actual con todo lo demás. Pondré acá algunos ejemplos que admiro.

Empiezo por mi madre campeona que hizo de padre y madre cuando mi papá murió joven. Ella que trabajó en todo lo que pudo para poder darnos estudio, vestido y alimento. Ella que afrontó la muerte de su esposo, de su madre y de su hija luego su propio cáncer y sigue sonriendo y amando a Dios y a la Iglesia.

Continúo con mi tía Flora que partió al cielo este año, calladita, de misa diaria y fe profunda, vivió sirviendo a todos sus hermanos y sobrinos. Una vida entregada a Dios en el silencio, haciendo el bien, ayudando al prójimo y siendo ejemplo para todos.

Mi abuela María de los Ángeles, una mujer incapaz de hablar mal de nadie, de oración diaria, ya en su vejez no salía, pero siempre sonriente y atenta a recibir a todo aquel que la visitara o necesitara un consejo. Una vida de sacrificio por ayudar a sus hijos, se hizo maestra en la edad madura. Demostró que nunca es tarde para empezar.

Mis amigas que son madres, cuánto las admiro. Trabajan como hormigas, llegan a hacer tareas con los hijos, a preparar meriendas, se levantan temprano para alistarlos para la escuela o el colegio, mientras hacen el desayuno y se alistan ellas mismas para sus propios trabajos y siempre alegres y serviciales.

Mujeres que están también ahí como una columna fuerte donde el esposo se sostiene y se acompaña. He aprendido tanto de ellas pues su motor es un amor enorme que la mueve y son capaces de cualquier sacrificio por sus hijos y sus familias.

No me alcanzaría esta columna para ir nombrando lo que admiro en cada una de las mujeres que conozco y que son madres. Siempre son como una hormiguita, y las que sirven en la Iglesia se dividen aún más para poder ayudar en diferentes áreas.

Son mujeres invisibles porque no todo el tiempo se les reconoce esa gran labor que hacen, pero al mismo tiempo son mujeres maravilla porque logran hacer de todo y siguen sonriendo y adelante con fe y esperanza. ¡Solo Dios!

Las madres solo espirituales también son mujeres que albergan un inmenso amor por sus hijos y son capaces de todo por ellos. Conozco mujeres que incluso junto a su esposo o solas han adoptado en su corazón el ministerio del orden sacerdotal y se desgastan ayudando a los sacerdotes.

Ni qué decir de las monjas, religiosas o consagradas que dan toda su vida al servicio de Dios y de la Iglesia. Ellas son otras súper heroínas que no se cansan en el servicio al hermano. Basta ver a las hijas de la Madre Teresa de Calcuta, con qué paciencia continúan esta obra de amor de la madre con los más pobres entre los pobres.