Lo primero que Dios nos enseña con la familia de Nazaret es que es necesario una madre y un padre para los hijos. Yo misma he dado mi testimonio, que, al crecer sin padre, he tenido que luchar contra muchos vacíos existenciales y siempre que veo un buen padre, siento cierta añoranza en mi corazón.
También he expresado mi respeto a las mujeres solas que deciden tener a sus hijos y levantarlos. Son situaciones especiales. También hay otras particularidades que se dan en la vida y que hacen que nuestras familias tengan diferentes fisonomías porque hay tíos, abuelos y hasta primos en una misma casa. En cualquier caso, sí podemos imitar lo que vivieron José, María y Jesús pues es un camino de santidad para la familia y específicamente para los matrimonios.
Amor: es el fundamento de la vida cristiana. José aceptó el plan de Dios en su vida por amor a El y por supuesto a María y a su Hijo. Por amor, se mantuvieron juntos observando los milagros del Señor en sus vidas, educando al pequeño Jesús y aceptando la cruz cuando esta llegó a sus vidas. Revisemos primero en nuestras familias cómo está nuestro nivel de amor. Si hay muchas heridas, dolor, resentimiento busquemos sanar el corazón para que pueda brillar el amor. Los sacramentos de la confesión y la Eucaristía son maravillosos para sanar el alma y hacer brillar el amor.
Respeto: si hay amor hay respeto por los demás. La Sagrada Familia conscientes de la gran obra de Dios en ellos vivieron en el total respeto y esto lo vemos en cómo San José respetó siempre la virginidad de María y cómo María le habla al niño cuando se pierde en el templo, sin gritos. El niño le responde educadamente y nos dice la Palabra que vivió sometido a su autoridad. Si queremos construir un Nazaret debemos empezar por respetar a cada miembro de la familia.
Diálogo: si hay amor hay respeto y si hay respeto puede haber dialogo. El diálogo es esencial para resolver los conflictos y discusiones que siempre se darán entre seres humanos, justamente porque somos diferentes y porque somos inteligentes. María y José como seres humanos tuvieron que haber tenido sus diferencias, pero en ese ambiente de amor y respeto en el que estaban no podemos pensar en otra forma en que resolvieran sus diferencias que con el diálogo.
Educación: La familia de Nazaret enseñó al niño la fe antes que el oficio. El niño conoció la fe de su pueblo y también era respetuoso de la ley. Si queremos realmente agradar a Dios como lo hizo la familia de Nazareth debemos educar a los hijos en la fe antes que otra cosa. Para qué queremos adultos profesionales sin valores que luego terminen en la cárcel. Debemos pensar en la vida eterna para ellos también.
Alegría: no podemos pensar a la familia de Nazaret amargada y triste. Allí, donde había amor tenía que haber alegría, humor y gozo. Cambiemos nuestras actitudes por risas, humor bonitos y alegría. Hagamos del hogar un lugar donde todos se sientan tan bien que hasta puedan divertirse.
Trabajo Digno: el trabajo dignifica. San José era carpintero y con su trabajo mantenía a la Sagrada Familia. En su tiempo las mujeres no podían trabajar, pero hoy se entiende perfectamente que las mujeres sean parte del mercado laboral y eso también las dignifica.
Lo importante es ser honestos en el trabajo, dar testimonio de fe y tratar a los demás siempre con dignidad en el ambiente laboral. Estamos pasando un tiempo difícil donde hay poco trabajo, pero lo que podamos hacer para vivir, si emprendemos cualquier negocio, si tenemos un oficio, lo que sea, hagámoslo siempre para gloria de Dios.
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