Si, de por sí, la pobreza y la brecha social, el desempleo, el costo de la vida, la desigualdad en el acceso a la educación, la salud y a otros bienes esenciales, son malas noticias recurrentes, ahora sumamos el intento de legislar, sin tomar conciencia, de que con este acto profundizan la desigualdad y exasperan los ánimos de los sectores cada vez más empobrecidos.
La discusión con respecto al incremento de los impuestos ha permeado a todos los sectores. Yo, personalmente, he escuchado a varios técnicos en diversos saberes que han querido aportar soluciones viables, pero siempre he tenido claro que son los diputados quienes tendrán una palabra definitiva. “Por ello, me dirijo a ustedes que son el rostro de su pueblo, sus representantes y están llamados a defender y custodiar la dignidad de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común, principal desvelo de la política. La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas.”[4]
Es necesario buscar otra forma de asumir los acontecimientos, que permita encontrar y generar respuestas creativas ante el evitable sufrimiento de tantos inocentes; lo cual implica aceptar que, en no pocas situaciones, nos enfrentamos a falta de voluntad y decisión para cambiar las cosas y, principalmente, las prioridades. Es fundamental superar dogmatismos ideológicos, para poner por obra valores como la justicia, la equidad y la solidaridad.
Nos dice el Papa Francisco: “Las personas empobrecidas en países muy endeudados soportan cargas impositivas abrumadoras y recortes en los servicios sociales, a medida que sus gobiernos pagan deudas contraídas insensible e insosteniblemente. Y advierte: “la deuda pública contraída, en no pocos casos para impulsar y alentar el desarrollo económico y productivo de un país, puede constituirse en un factor que daña y perjudica el tejido social cuando termina orientada hacia otra finalidad.”[5] Estas palabras definen, de modo exacto, nuestro caso. La economía y las finanzas no son un fin en sí mismas. Apelo a tomar conciencia del tiempo presente para que, como nos pide el Santo Padre, se renueven las bases sólidas de una nueva arquitectura financiera.
[1] Papa Francisco, Discurso “Nuevas formas de solidaridad”, 5 de febrero del 2020
[2] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus Annus, 35
[3] Benedicto XVI, Deus Caritas Est, n.28
[4] Papa Francisco, Congresistas de los Estados Unidos, 24 de setiembre del 2015
[5] Papa Francisco, Discurso “Nuevas formas de solidaridad”, 5 de febrero del 2020.