Su corazón palpitaba por el Señor y su Iglesia, y así lo evidenció desde que asumió la Sede Metropolitana de San José, el 28 de abril de 1940. En su IV Carta Pastoral, publicada en esa fecha, con total claridad manifestó sobre el papel del Estado: “Ya se entiende que esa acción del Estado debe liberarse de aquellos excesos con razón condenados por Pío XII en su primera encíclica, y que ni ha de destruir al individuo ni anularlo en favor de la comunidad, que eso sería abierta e insoportable tiranía, ni ha de exaltar en forma desmedida los derechos del individuo en perjuicio de los de la comunidad, que eso sería anarquía y libertinaje.” [1] Sin duda, se refería al peligro de anular a la persona, para colocar por encima de esta el colectivismo, o de caer en el extremo de una libertad mal entendida algo que, sin duda, hoy también está en juego.
Ejerció el Ministerio Episcopal en fidelidad al pensamiento de la Iglesia, fue claro al afirmar respecto al comunismo de la época: “Su obra ha sido eminentemente política, y en cuanto dice mejoramiento social efectivo, negativa. Han enarbolado, como señuelo, la bandera de las reivindicaciones sociales, exponiendo al pueblo las consabidas soluciones simplistas patrocinadas por el comunismo doctrinario, …” [2] Por ello, comprendemos hoy que fue grande su visión y apertura al diálogo, con el exponente del comunismo nacional en ese momento de nuestra historia.
Dado el momento tan difícil que nos está tocando vivir, donde con motivo de la pandemia se han profundizado males que veníamos arrastrando, entre ellos la brecha social y por tanto la desigualdad, Monseñor Sanabria destaca la carga social de la riqueza, “… pecan contra la justicia social aquellos patrones o poseedores de riquezas que, desconociendo las funciones sociales de la riqueza, se niegan a emprender obras útiles o necesarias, con las cuales podrían dar trabajo a muchos obreros, sobre todo en los tiempos de escasez de trabajo”. “… convénzanse los ricos de que la riqueza tiene una función social que cumplir, misión de justicia y caridad, y aun de generosidad…”[3]
Que Dios tenga gozando de su gloria a Monseñor Sanabria, este insigne pastor, a quien pido su intercesión en estos momentos de especial dificultad para nuestro país y el mundo.
“Oh Pastor Eterno, Jesucristo”, siguiéndote a Ti, llegaremos a los abundantes pastos de la fraternidad y solidaridad, solo así podremos salir adelante.
[1] Víctor Sanabria Martínez, Cuarta Carta Pastoral
2 Ibidem
[3] Víctor Sanabria, Sexta Carta Pastoral