Considero fundamental recordar en cuanto a esas distinciones, lo afirmado por el Papa Benedicto XVI. Manifestó que no se debe reducir la libertad religiosa, “como expresión de una dimensión que es al mismo tiempo individual y comunitaria”, a la libertad de culto (que también debemos distinguirla de los ritos en los que el culto se manifiesta). “No se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan a la construcción del orden social”.[1]
En cuanto a la libertad de conciencia cabría señalar que ésta hace referencia a ese reducto íntimo del ser humano donde se encuentran sus convicciones más profundas (religiosas, morales, ideológicas, filosóficas, políticas, etc.), fuera del alcance de cualquier poder público; es el santuario en el que se desarrolla el decisivo y absolutamente personal encuentro del hombre consigo mismo. La libertad religiosa se incluye dentro de la libertad de conciencia.
Atendiendo a este tema, es que hago referencia a la objeción de conciencia, como derecho de fundamental observancia, en atención y respeto al ser humano, tal y como se indica en Declaración de las Naciones Unidas. Por tanto, objetivamente y desde el punto de vista jurídico está bien definido y no admite manipulaciones.
Sobre objeción de conciencia y defensa de la vida, el Papa Francisco ha sido muy claro al afirmar: “Hoy está de moda pensar que tal vez sería una buena idea abolir la objeción de conciencia. Pero esta es la intimidad ética de todo profesional de la salud, y esto nunca debe negociarse; es la responsabilidad última de los profesionales de la salud. También significa denunciar las injusticias cometidas contra la vida inocente e indefensa. Es un tema muy delicado, que requiere tanto una gran competencia como una gran rectitud”.[2]
Es contundente la afirmación, que la objeción de conciencia no es negociable, por lo que hemos de estar atentos a continuar por los senderos de la verdadera libertad. Desde el poder no se puede imponer que alguien actúe contra lo que su conciencia le dice, en temas como el aborto, la eutanasia y otros.
Encomendemos una vez más nuestro caminar de fe a San José, hombre justo y fiel, que en todo momento se dejó guiar por la acción del Espíritu en su conciencia, y así vivió con alegría la misión que se le encomendó, como Custodio de Jesús y María.
[1] Benedicto XVI, Discurso Asamblea Naciones Unidas, 18 abril 2008
[2] Papa Francisco, Discurso a la Asociación italiana de farmacéuticos