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Frente a la tercera ola pandémica

By Redacción Mayo 12, 2021

Nuestros templos siguen siendo lugares seguros, a través del apoyo que los equipos de laicos dan para que se cumplan las medidas de protección: lavado de manos, toma de temperatura, uso de alcohol y respeto del aforo.

 

La epidemia de Covid-19 no ha terminado, por el contrario, el país se enfrenta al surgimiento de una nueva ola de contagios con el agravante de que a estas alturas muchas personas han relajado las medidas de prevención y se exponen a sufrir las consecuencias de esta grave enfermedad.

Ha pasado un año desde que se declaró la emergencia sanitaria, y en su momento se tomaron duras medidas restrictivas para limitar los desplazamientos y las aglomeraciones, que aunque tuvieron efecto en contener el virus, causaron devastadoras consecuencias para la economía y el bienestar de miles de familias.

Por eso, ante esta tercera ola pandémica no es viable regresar a un estado de cierre total de la economía, sino que corresponde apelar a la responsabilidad personal y a la consideración con los demás para evitar que todo lo que se ha conseguido con sacrificio y esfuerzo en todos estos meses, se eche a perder.

Con más de tres mil muertos, decenas de miles de empleos perdidos, empresas cerradas y graves consecuencias en la salud física y mental, nadie podría desconocer la seriedad del problema al que nos enfrentamos. Lamentablemente, por cansancio o desidia, muchos ya dejaron de observar medidas tan básicas como el distanciamiento social, el lavado de manos y el uso de mascarilla.

Basta con salir a la calle un momento para darse cuenta de lo relativo que resultan para muchos los consejos de las autoridades: ya no se usan mascarilla en las paradas de bus, en los supermercados se toma la temperatura como un trámite sin cuidado, en las pulperías se entra y sale sin cubrebocas y las fiestas familiares siguen mezclando burbujas sociales.

La Semana Santa recién pasada fue el mejor ejemplo de ello: playas llenas de gente y aglomeraciones en las calles como si nada estuviera pasando. Las consecuencias están a la vista en el aumento de ocupación de las camas hospitalarias y de modo preocupante en las Unidades de Cuidados Intensivos.

Para empeorar las cosas, la vacunación no avanza a un ritmo que pudiéramos catalogar por lo menos de aceptable: hay muchas diferencias entre las regiones de salud, todavía hay adultos mayores esperando llamada y los días corren sin que otros grupos de alto riesgo reciban la primera dosis.

Nos unimos al llamado pascual de los obispos de nuestro país, quienes han pedido que se sigan haciendo todos los esfuerzos posibles por parte de las autoridades de gobierno, especialmente las sanitarias, para que la vacuna llegue, en primer lugar, a los más necesitados y vulnerables. 

Como creyentes tenemos que reiterar que el primer y más importante don de Dios es la vida, que debemos de cuidar ante todas las amenazas. Así como se trabaja por preservar la vida en esta crisis de la pandemia, también debemos defenderla y cuidar de ella en todo momento y circunstancia, especialmente en contra de corrientes que actualmente impulsan flagelos como el aborto libre y la eutanasia en nuestro país.

Que quede muy claro, la Iglesia sigue las medidas dictadas por las autoridades contra la pandemia no como un acto de sumisión, sino de reconocimiento de la vida como el bien supremo que se debe de proteger.

Por eso nuestros templos siguen siendo lugares seguros, a través del apoyo que los equipos de laicos dan para que se cumplan las medidas de protección: lavado de manos, toma de temperatura, uso de alcohol y respeto del aforo.

Sirva la reflexión para invitar nuevamente a los católicos a volver a la celebración comunitaria de los sacramentos. Una misa vista por televisión o por redes sociales teniendo a mano la posibilidad de participar de forma comunitaria es un desperdicio y un despropósito. La Iglesia no se construye a distancia, sin la posibilidad de comulgar el Cuerpo de Cristo, por eso, quien tenga la oportunidad de ir al templo a vivir los sacramentos y a orar por el fin de la pandemia, cuidándose y cuidando a los demás, que lo haga cuanto antes.

 

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