Insistir en la división de la familia costarricense, a tenor del tema que sea, es un camino equivocado y muy peligroso para la vida en democracia y la paz social. La unidad, la fraternidad, la justicia y la solidaridad deberían ser la bandera que una a todos los que desde ahora, tan tempranamente, dan señas de querer entrar en el ruedo electoral.
En el contexto de la pandemia y sus consecuencias, por supuesto, es necesario un liderazgo político que tenga como prioridad a quienes siguen llevando la peor parte: los enfermos, los desempleados, los pobres, los migrantes, las poblaciones excluidas y quienes, en exagerada cantidad, han tenido que cerrar sus negocios ante las nulas oportunidades para sobrevivir.
Igualmente, en una sociedad que avanza a zancadas largas hacia la deshumanización, es necesario que la política recupere su sentido ético y trascendente, como alto servicio a la caridad que es. No podemos seguir transitando hacia una cultura del descarte como la llama el Papa Francisco, una cultura que endiosa el libertinaje y desprecia la responsabilidad, que considera inútiles o inexistentes a quienes no han nacido aprovechándose rastreramente de que no pueden defenderse, o que propone vilmente a los enfermos y a los ancianos la eutanasia, que no es otra cosa que un mecanismo para eliminarlos de una sociedad en la que el bienestar y la productividad están por encima del amor y la dignidad humana.
Por el contrario, como recuerda el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, es necesario más que nunca promover y contribuir a la cultura del cuidado, como compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, como una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutuos. Se trata, en palabras de Francisco, de un camino privilegiado para construir la paz.
“En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”, resume en la encíclica Fratelli tutti, 225.
Audaces e ingeniosos artesanos de paz que generen procesos de sanación y cicatricen heridas: No podríamos resumir de mejor forma el perfil del liderazgo político que necesita Costa Rica en esta etapa de su historia bicentenaria.
La tempestad de la crisis nos sigue dejando muchos daños y pérdidas, pero también muchas enseñanzas. Tontos seríamos si no aprovecháramos todo el dolor y el sufrimiento que hemos pasado como pueblo por lo menos para discernir la paja del oro en quienes nos pretenden gobernar.
Nos une el deseo de un horizonte más tranquilo y sereno, y el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común.
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