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Editorial: Inhumano drama migrante

By Redacción Noviembre 06, 2020

Una noticia casi desapercibida en el aluvión de informaciones que estos días copan el tiempo y el espacio en los medios de comunicación: “Aún no han encontrado a los padres de 545 niños separados en la frontera de EEUU”. (CNN, 20-10-2020)

¿A qué se refiere? Se trata del esfuerzo infructuoso de abogados y trabajadores sociales para comunicarse con los progenitores de niños y niñas que fueron separados de sus familias por funcionarios de la frontera entre Estados Unidos y México entre el año 2017 y el 2018. Se supone que, a tenor de las políticas anti inmigratorias de cero tolerancia impulsadas por el gobierno de dicho país, es muy posible que se haya deportado a cientos de estos progenitores sin sus hijos.

Si bien una orden de un tribunal federal obligó a la reunificación de muchas de esas familias, un nuevo informe de vigilancia del gobierno publicado el año pasado reveló que podría haber miles más a los que los funcionarios no habían reconocido previamente.

Cuesta imaginarse el nivel de sufrimiento por el que han pasado estas familias en su lucha por una vida mejor, con mayor dignidad, lejos de la miseria, el desempleo, la violencia, la opresión y la persecución política.

¿Pueden hacerse idea del nivel de inhumanidad y de agresión contra los más indefensos al que estamos llegando? Estremece el corazón pensar en el impacto psicológico, moral y espiritual que la separación de estos niños de sus padres tiene y tendrá para ellos el resto de sus vidas. Ni se diga de su derecho a la educación, a la salud y a una vida en paz.

Acciones como estas alimentan un círculo de exclusión y de odio que, por su crudeza y salvajismo, no son muy distintas del trato que reciben los migrantes en muchas otras partes del mundo, empujados a aventurarse y poner en riesgo sus vidas, a merced de violadores, traficantes de humanos, proxenetas, en inimaginables riesgos naturales, y finalmente rechazados por las autoridades y por grupos inmisericordes de la sociedad civil, confinados en centros de detención y fronteras, en medio de la incertidumbre y la falta de oportunidades.

No vayamos muy largo, en la frontera con Panamá hay ahora un grupo de más de mil personas migrantes extracontinentales que están esperando una oportunidad para poder seguir su camino a Estados Unidos, pasando por Costa Rica y el resto de Centroamérica. Quedaron varados temporalmente en ese punto debido a la pandemia de Covid-19, pero no van a regresar a sus países de origen, por el contrario, están determinados a hacer lo que sea necesario para seguir adelante con su sueño de una vida mejor.

No es de extrañar la permanente preocupación de la Iglesia por la situación de los migrantes en el mundo, un fenómeno que lejos de disminuir irá acrecentándose, y sobre el que es necesario mantener una visión apegada a la dignidad y los derechos humanos, sin desconocer el impacto en las sociedades receptoras, pero apelando a la misericordia y al hecho de que hoy son ellos, pero mañana podríamos ser nosotros…

En el fondo, como denuncia el Papa Francisco en su reciente encíclica Fratelli tutti, asistimos a un descarte mundial de personas: “Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites”, apunta en el numeral 18.

Concretamente, sobre el tema migrante, el Papa previene como desde algunos regímenes políticos populistas y desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes.

Al mismo tiempo, prosigue, se argumenta que conviene limitar la ayuda a los países pobres, de modo que toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. “No se advierte, evidencia Francisco, que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran”. A menudo olvidamos, concluye Su Santidad, que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros.

Por eso su invitación a ir más allá de esas reacciones primarias de rechazo y separación, como las que sufren estos niños inocentes en la frontera México-Estados Unidos.

Porque “el problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo, concluye Fratelli tutti “nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro” (Ft, 41).

Last modified on Viernes, 06 Noviembre 2020 12:04

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