En particular pensamos en las mujeres, que en todas las parroquias de nuestro país sostienen la invaluable y fundamental primera transmisión fe cristiana desde las familias, sus entornos sociales y comunitarios, la catequesis y el trabajo directo a través de grupos o en las mismas estructuras eclesiales.
La fecha no es aleatoria, se escogió para contemplar el ejemplo de dos santos esposos laicos que dieron testimonio cristiano en medio del mundo y la realidad familiar. Se trata de San Luis Martin y Santa Celia Guerin, padres nada menos que de Santa Teresita del Niño Jesús.
Esta familia santa se convierte así en guía y protectora de los laicos costarricenses. Conocer sus vidas llenas de amor, entrega y lucha es un reconfortante estímulo para los muchos hogares costarricenses que en medio del mundo y sus dificultades, se esfuerzan por hacer el bien y encarnar en su vida los valores evangélicos.
El otro gran paso dado en relación a los laicos es una noticia llegada desde Roma, sobre el Sínodo de Obispos que se realizará en octubre de este y el próximo año.
Muy a tono con el propio espíritu sinodal, el Papa Francisco decidió una serie de cambios en la estructura y funcionamiento del Sínodo, tendientes a hacer que la participación de los laicos tenga un mayor protagonismo y corresponsabilidad.
Se decidió así que ya no hay auditores, pero se añaden otros 70 miembros no Obispos, que representan a otros fieles del Pueblo de Dios (sacerdotes, personas consagradas, diáconos, fieles laicos) y que proceden de las Iglesias locales.
Serán elegidos por el Papa de una lista de 140 personas indicadas (y no elegidas) por las siete Reuniones Internacionales de las Conferencias Episcopales y la Asamblea de Patriarcas de las Iglesias Orientales Católicas (20 por cada una de estas realidades eclesiales).
Se pide que el 50% de estos miembros sean mujeres y que se valore también la presencia de jóvenes. Se tiene en cuenta no solo su cultura general y prudencia, sino también sus conocimientos, tanto teóricos como prácticos, y su participación en diversas capacidades en el proceso sinodal.
“Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo”, explicaba ya en el año 1988 Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Cristifideles laici, sobre la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (n. 33).
Pensamos que dichosamente, los dos pasos adelante que comentamos van en la dirección querida y proyectada por el Santo Papa Wojtyla, y hacen más cercana a la realidad el deseo de Dios sobre los laicos. Desde luego que queda muchísimo camino por recorrer, muchos muros que derribar, mentalidades y corazones que cambiar, pero el tiempo es de Dios y Él va marcando el camino. Alabado sea Jesucristo.